18 de marzo, 2003
EL TIEMPO-EDITORIAL
El ultimátum de Bush a Hussein es el anuncio de una guerra ilegal, porque los países que ataquen a Irak lo harán en contra de la ley internacional.
El mundo vio anoche cómo el presidente George W. Bush, contra todo y contra casi todos, exigió el exilio de Saddam Hussein y sus hijos en 48 horas, so pena de desencadenar la guerra contra Irak cuando lo considere conveniente. La poca esperanza de que el conflicto pudiera solucionarse a última hora por la vía diplomática quedó prácticamente sepultada.
Bush proclamó que Estados Unidos tiene "la autoridad soberana para usar la fuerza". La ONU, en la persona de su secretario general, debió hacerse a un lado y ordenar el retiro de los inspectores y el personal humanitario. De concretarse el ataque, como todo lo indica, puede haber pérdida de muchas vidas, entre ellas miles de hombres, mujeres y niños. Sin contar con que diez millones de iraquíes pobres dejarán de recibir la ayuda humanitaria que les ha venido dando la ONU.
Esto se veía venir. Pocas eran las ilusiones sobre la pequeña y desigual cumbre en las islas Azores entre Bush, el británico Tony Blair y el español José María Aznar, cuyo epílogo confirmó la división existente en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU y demostró que la agenda del grupo encabezado por Estados Unidos era esencialmente distinta a la del resto de los países que integran el Consejo.
El salto a la guerra protocoliza la ruptura de la alianza atlántica que había contribuido a la estabilidad mundial desde el fin de la II Guerra, pone un sello en la división europea, constituye un sonoro fracaso de la diplomacia internacional y abre una brecha entre esos gobiernos y los pueblos el mundo, que el sábado volvieron a rechazar la guerra.
El ultimátum de Bush es una orden de "¡fuego!" ante la cual conviene dejar en claro algunos puntos que, manipulados de manera demagógica, han contribuido a enturbiar la situación y escamotear responsabilidades.
Primero: es falso que quienes se oponían a la guerra preventiva al margen de la ONU apoyaran a Saddam Hussein. Saddam es un dictador infame y un factor de perturbación en el Medio Oriente.
Pero, así como no se permite a los ciudadanos colgar del árbol más próximo a quien cometió un delito, tampoco es aceptable el linchamiento internacional de un tirano. La ley existe como fórmula civilizada para poner fin a estas situaciones y ningún país o trío de países puede arrogarse el derecho de actuar en calidad de justicieros del mundo. La mayoría de las naciones abominan de Hussein y su régimen, pero también de quienes desechan la ley cuando no está de acuerdo con sus intereses.
Segundo: el 11 de septiembre del 2001 el terrorismo lanzó un sangriento desafío a Estados Unidos y a la comunidad internacional. La solidaridad con el país atacado fue sincera y universal. Desde ese momento se supo que buena parte del éxito de la lucha que empezaba iba a consistir en no caer en la trampa de violar en esa lucha las normas de civilización. Al apartarse Washington de la asociación de naciones y optar por sus propias formas de combate, desdeña esa solidaridad y fomenta el peor de los terrorismos, que es el que realizarán los grupos más lunáticos y extremistas.
Tercero: los huéspedes de las Azores se esmeraron por señalar que la guerra está autorizada por la Resolución 1441, aprobada unánimemente por el Consejo de Seguridad el 8 de noviembre del 2002, donde se conmina a Irak al desarme. No es verdad. Un examen de la resolución permite ver que de ninguno de sus considerandos o decisiones puede deducirse en lo más mínimo que un país o un número de países pueda desatar la guerra motu proprio.
Es claro que el Consejo de Seguridad no consideraba llegado el momento de la guerra. El ataque es franco desafío de la ley internacional, y no valen las argucias con que pretenden desprender semejante derecho de la Resolución 1441. Esa es la triste realidad. Salvo un milagro, ahora solo queda esperar que el pueblo iraquí no pague con cientos de miles de vidas las culpas de un dictador y el empecinamiento de una potencia. Pero ya tendremos que volver una y otra vez sobre este cruel tema que cambia el ordenamiento mundial.
La versión electrónica del semanario comunista Voz y Red Resistencia, vocero de las Farc en Internet, publican una interesante noticia. "En la dirección postal de El Nogal también fue registrada la página web de la AUC". Dick Emanuelsson, un periodista sueco, habría encontrado que la página oficial de los paramilitares en Internet, colombialibre.org, estaba registrada en la carrera 6a. No. 78-89, de Bogotá.
Noticia sensacional. De ser cierta. Pero no lo es. Pues, como el propio Emanuelsson lo señala, la dirección no existe y solo la calle coincide con la de El Nogal. Lo que no obsta para que la nota haya sido publicada con ese enfoque.
Más interesante, empero, es otra cosa. Ya la agencia de noticias de las Farc había despertado sospechas publicando, poco después del atentado contra El Nogal, una nota que hablaba de reuniones de jefes 'paras' con empresarios y políticos. Ahora que las Farc han dicho que no fueron las autoras del atentado, solo faltaba que sus propios medios y el periódico de los camaradas ofrecieran esta interesante historia de la supuesta dirección virtual de los 'paras', cuya sola publicación contribuye a reforzar la idea de que esa guerrilla sí fue responsable de volar un club lleno de civiles, con la lunática justificación de que allí habrían tenido lugar esas reuniones.
El estalinismo es conocido por su miopía política. Pero, o este es un caso de cataratas avanzadas, o las Farc sí fueron pero prefieren insinuarlo, no decirlo.
La Alcaldía de Cartagena, aún envuelta en una polémica por su decisión de construir unos baños públicos dentro de las murallas de la ciudad, acaba de desatar otro debate de ribetes históricos al reemplazar el escudo otorgado por Felipe II a 'La Heroica' hace cuatro siglos por el blasón republicano creado en 1812 para el Estado Soberano del mismo nombre. Mientras los historiadores discuten la decisión, el último emblema no sólo aparece en la papelería oficial de la Alcaldía, sino que fue esculpido en mármol y granito en el baluarte de San Juan Bautista, en pleno centro colonial.
El episodio cartagenero no es único. Desde hace un tiempo, en el país ha tomado fuerza una especie de 'revolcón' heráldico, del que no escapa ni el escudo nacional. Riohacha cambió escudo y bandera el año pasado. Otras ciudades y algunos departamentos, como Boyacá y San Andrés, proyectan algo parecido. Y, lo que es más importante, por iniciativa de la Presidencia de la República, el máximo emblema patrio tiene desde hace varios meses una nueva cara, que ha suscitado críticas porque altera la forma de la bandera, los colores de las franjas y hasta la figura del cóndor, al que se le ocultaron las garras.
Esta no es una materia de simples gustos. Los símbolos nacionales, departamentales o municipales son establecidos y solo pueden ser cambiados por ley, ordenanza o acuerdo. Y no podría ser de otro modo, pues ellos son parte de la identidad colectiva, no fruto de la casualidad o del ingenio publicitario.
Tomado de EL TIEMPO
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