17 de marzo

3 de abril del 2003

La globalización después de Irak

Alejandro Nadal
La Jornada

La ideología de la globalización benigna ha sufrido una fractura con la guerra contra Irak. Los cantos y loas a la liberalización financiera y la apertura comercial podrán escucharse todavía, pero todo indica que cada vez se les atenderá con más escepticismo.

Las negociaciones en el seno de la Organización Mundial de Comercio (como parte de la llamada agenda de Doha) están atoradas. La discusión sobre subsidios agrícolas y, en general, las negociaciones sobre el capítulo de agricultura, están atrasadas. El 31 de marzo se venció el plazo fijado en Doha sin resultados. Aunque es normal que los plazos no se cumplan en las negociaciones comerciales (sobre todo multilaterales), es muy difícil pensar que las diferencias entre Francia y Alemania, de un lado, y Estados Unidos del otro, sobre la guerra contra Irak, no van a afectar las negociaciones sobre reducciones de subsidios. Ese tema ha sido uno de los más controvertidos desde siempre, y ahora hay que añadir una nueva fuente de tensión por la frustración y enojo estadunidense.

El tema de las licencias obligatorias sobre patentes de medicamentos para controlar los síntomas del sida no ha prosperado. Aquí tampoco se ha podido cumplir con el calendario de las negociaciones. Aunque en este ámbito Estados Unidos y Europa marchan juntos buscando fortalecer el régimen de propiedad intelectual, tanto en los ámbitos tradicionales como en el terreno de los recursos genéticos, el descontento en los países subdesarrollados ha crecido. La no aplicación del párrafo 6 de la declaración de Doha en el acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual y comercio (TRIPS) y la política de salud pública harán muy difícil vender el proyecto para expandir el régimen de propiedad intelectual (en el llamado paquete "TRIPs-plus") vinculándolo al tema de las inversiones. El trato hasta suena a chantaje: sin patentes no hay inversiones. Pero en este último tema las voces de cautela y descontento ya penetran las ciudadelas más apasionadas del credo neoliberal.

El Fondo Monetario Internacional acaba de dar a conocer un importante estudio sobre el impacto de la liberalización financiera que redescubre lo que muchos analistas independientes sabían: no hay evidencias claras y robustas de que la liberalización financiera favorezca el crecimiento. Peor aún, la investigación revela que la apertura de la cuenta de capital incrementó la volatilidad y estuvo en el origen de las crisis financieras de la década pasada. En otras palabras, se confirma que la apertura y la desregulación financiera no condujeron a un mayor crecimiento, y en cambio provocaron mayor inestabilidad. Y durante la reunión del BID, la semana pasada, se dieron a conocer estudios que indican claramente que la globalización no sólo no produjo beneficios, sino que trajo aparejados problemas graves en materia de pobreza y degradación ambiental. Estos reconocimientos ya no son hechos aislados; conforman un patrón que anuncia un punto de inflexión.

Todo lo anterior estará afectado negativamente por la guerra en Irak. El impacto sobre la economía de Estados Unidos será más grave de lo que se cree. Ese país ni siquiera había podido recuperarse de la rápida depreciación de los activos financieros después de estallar la burbuja especulativa de los noventa. Pero el retorno de los déficit gemelos (fiscal y cuenta corriente) hará más difícil la mejoría. Además esos desequilibrios sacudirán la economía mundial por su efecto sobre tasas de interés y la depreciación del dólar.

La burocracia de la OMC ha mostrado gran capacidad para sortear obstáculos y justificar su existencia cada día. Puede utilizar la guerra contra Irak para impulsar las negociaciones sobre un acuerdo multilateral de inversiones (calcado del capítulo de inversiones del TLCAN). Lo hará diciendo que se necesita para reactivar la economía mundial. Después de todo, así usó los atentados del 11 de septiembre para vender la nueva ronda de negociaciones en la reunión de la OMC en Doha. Sin embargo, la guerra hará muy difícil construir los consensos necesarios para lograr un nuevo acuerdo.

Las fuerzas de la coalición angloestadunidense esperaban decapitar rápidamente al gobierno de Saddam Hussein y consumar la ocupación del país en unos cuantos días. Pero la guerra ya tiene dos semanas y sólo han podido ocupar y controlar Um Qasr, sin poder tomar ninguna otra ciudad importante. Los combates en Nasiriya y Basora revelan que tomar Bagdad será muy complicado. Peor aún, no habrá un final claro para este conflicto: aun con la desaparición de Saddam Hussein, la ocupación militar y la guerra no se van a diferenciar. La guerra de conquista y el desprestigio de Estados Unidos pueden sellar la ruina final de la fábula neoliberal. Quizás pueden anunciar nuevas percepciones sobre alternativas constructivas para el rumbo de la economía mundial.


Tomado de La Jornada

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