17 de marzo

9 de abril de 2003

El impotente malestar ruso

K.S. Karol*
La Jornada

Moscú padece cada vez más la política exterior estadunidense. La intervención en Irak puede ser la gota que derrame el vaso. Pero la situación de Rusia es tal que la vuelve impotente. Putin está amarrado al vagón de Estados Unidos por lo que ocurre en Chechenia, sobre todo por los préstamos estadunidenses que necesita para resolver la bancarrota de la economía. Su única opción es fortalecer la relación con Francia y Alemania.

El malhumor entre Moscú y Washington ha aumentado, aunque no ha alcanzado los niveles de la guerra fría. Los rusos protestaron firmemente contra el sobrevuelo de su territorio por parte de un avión espía estadunidense en la frontera con Georgia. Por su parte, el Departamento de Estado acusó a dos empresas rusas de vender armas de alta tecnología a Irak, hecho que los rusos desmintieron. La publicidad que se dio a estos dos acontecimientos parece probar que el periodo de amistad que se abrió luego del apoyo de Vladimir Putin a la guerra estadunidense contra el terrorismo está llegando a su fin. En febrero, luego de un viaje a Berlín y París, el presidente ruso había anunciado la intención de usar su poder de veto contra la resolución angloestadunidense sobre la guerra en Irak. Sin embargo, en las primeras planas de los diarios nadie pareció tomarlo en serio. Se pensaba que Rusia, bastante empobrecida, depende demasiado de Estados Unidos como para poder mantener en alto la cabeza. Además, Putin dejaba a su ministro del Exterior, Igor Ivanov, la tarea de reiterar la posición rusa para abstenerse de pronunciarla él mismo.

Por el contrario, una vez comenzada la ofensiva militar, Putin lanzó todo el peso de su presidencia a condenar vigorosamente el "error estadunidense" y para exigir el regreso al multilateralismo dentro del marco de la Organización de las Naciones Unidas. Hubo sorpresa en Washington, aunque no se manifestó de inmediato una reacción antirrusa. Al contrario, la prensa estadunidense se mostró más bien indulgente por el referéndum constitucional en Chechenia, realizado el 23 de marzo, al cual consideró un paso insuficiente, pero en la dirección justa.

El verdadero shock vino cuando el International Herald Tribune reveló una encuesta que mostraba que la popularidad de Estados Unidos estaba decayendo en todas las naciones europeas a causa de George W. Bush, salvo en dos países donde el antiamericanismo es total: Rusia y Turquía. El diario no se explica esta actitud de un miembro de la OTAN -Turquía-, ni tampoco de Rusia, considerado país amigo. En Moscú, donde la prensa está dominada por los oligarcas, se intentó atenuar esa mala impresión subrayando que gran número de rusos, 38 por ciento, está persuadido de que Irak posee armas de destrucción masiva. Los periódicos moscovitas parecían suscribir la tesis angloestadunidense, según la cual la guerra no duraría más que unos cuantos días. Fue así que el diario Izvestia, antes órgano del gobierno soviético y ahora propiedad del oligarca Vladimir Potanin, enfatizó que "el tren exprés estadunidense" progresaba a gran velocidad y estaría pronto en Bagdad. Posteriormente, tuvo que bajar el tono para estar más al unísono con la elite política del país. Esta, de hecho, reaccionó con gran energía en contra de la guerra en Irak. La Duma se negó a ratificar el tratado ruso-estadunidense sobre la reducción de las armas estratégicas. El Senado propuso anular la invitación a George W. Bush y Tony Blair para asistir al aniversario 300 de San Petersburgo, el verano próximo. Los comunistas fueron los primeros en organizar comicios contra la guerra, en Moscú y las provincias. El partido de Putin, La Unidad, llamado El Oso, no quiso quedarse atrás y presentó múltiples iniciativas contra Estados Unidos. El hecho es que Rusia se encuentra en periodo electoral, ya que dentro de seis meses se votará para elegir a la nueva Duma y dentro de un año al presidente de la República.

"Para nosotros no es cuestión de dinero", insistió Vladimir Putin al recibir esta semana a los líderes de todos los grupos parlamentarios. De hecho, sería ridículo que el gobierno ruso esperara el rembolso de la enorme deuda iraquí (8 o 9 mil millones de dólares) o la renovación de los contratos de 40 mil millones de dólares firmados con Irak hace algunos meses antes de que estallara la guerra. Naturalmente, Rusia busca defender la prioridad del interés nacional, y ello implica estar alerta ante la intención de un país fuerte de arrogarse el derecho de atacar y aprovecharse de un país débil. Pero, si bien cuenta con el espaldarazo de Francia y Alemania, ¿qué puede hacer Rusia para que su postura triunfe?

Actualmente Rusia se encuentra desbordada por una burocracia más vasta que en tiempos de la Unión Soviética, a pesar de haber perdido una decena de repúblicas. Para dicha burocracia se dispone de 5 millones de autos, generalmente provistos de chofer. Los ingresos fiscales no bastan para pagar convenientemente a este ejército de funcionarios y otros dependientes del Estado, como maestros, médicos, administración judicial. Cada uno de ellos debe arreglárselas para vivir, desde el policía hasta el juez y el procurador. En consecuencia, Rusia se ha convertido en uno de los países más corruptos del mundo. Es un sistema que sólo beneficia a la mafia, omnipresente en cada sector de la economía. Vladimir Putin no ignora esta realidad, pero no sabe cómo cambiarla. Su decisión de poner fin a la división del KGB, bastante impopular entre la intelligensia liberal, no será suficiente. Desde hace tiempo los mejores elementos del ex KGB se desempeñan en el sector privado y no será un salario de 300 dólares al mes lo que los incitará a regresar a su antiguo trabajo.

Vladimir Putin tiene el mérito de haber mantenido su compromiso ante Francia y Alemania. Sin embargo, para administrar los próximos meses deberá poner orden en casa, y esto no será tarea fácil.

* Especialista francés en temas de Europa del este
Traducción: Marta Tawil


Tomado de La Jornada

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