17 de marzo

marzo 30 de 2003

Una firme invitación inglesa para dejar Irak

Elisabetta Piqué
La Nación

KUWAIT CITY-. Escribo con un estado de ánimo totalmente distinto y en condiciones logísticas diametralmente opuestas a las de las últimas horas. La razón es simple: ahora sé que mis siete colegas italianos -que la policía iraquí había detenido anteayer, cuando ingresábamos en caravana en Basora- se encuentran bien, aunque su status es impreciso y no se les permite comunicarse con el exterior.

También las condiciones logísticas mejoraron porque los soldados ingleses nos "invitaron" a dejar Irak dada la inseguridad reinante, por lo que Angelo Macchiavello, del noticiero de TV Studio Aperto, Salvo La Barbera, su camarógrafo, y quien escribe -los únicos tres del grupo que logramos escapar de la policía iraquí- nos vimos obligados a regresar a un cómodo hotel de Kuwait en una vuelta a la civilización.

Aunque no pude hablar con mis amigos directamente, porque los iraquíes no los dejan hablar por teléfono con nadie, el jefe de Exteriores del Corriere della Sera, Guido Santevecchi, me confirmó telefónicamente la buena nueva. Francesco Battistini, del Corriere; Leonardo Maisano, de Il Sole 24 Ore; Luciano Gulli, de Il Giornale; Tony Fontana, de LŽUnitá; Lorenzo Bianchi, de Il Resto del Carlino; Vittorio dellŽUva, de Il Mattino, y Ezio Pasero, de Il Messaggero, están sanos y salvos en el hotel Palestine de Bagdad, y fueron tratados muy bien por los iraquíes. "La situación terminó bien, y están aliviados, como todos nosotros", contó Santevecchi.

¿Qué pasó en el lapso en que estuvieron incomunicados y desaparecidos? Después de que los perdimos de vista, tras escaparnos, primero fueron llevados a la sede del partido Baath de Basora, donde había gente no muy amigable, y más tarde, al viejo hotel Sheraton de esa ciudad, donde les dieron de comer y pudieron dormir "sin problemas". Temprano por la mañana, en cambio, fueron escoltados hasta Bagdad, donde el gobierno les dijo que podían optar por quedarse y acreditarse -es decir, les darían una visa- o irse. "No pueden escribir lo que vivieron, sino que pueden enviar un texto común", dijo Santevecchi.

Vaya paradoja, "los iraquíes fueron más gentiles que los ingleses", contaron los colegas, que fueron tratados por los iraquíes como "huéspedes", por más que les hayan sacado los pasaportes. "Los interrogatorios fueron tan sólo una formalidad. Un clandestino iraquí sería tratado mucho peor en Italia", dijo Ezio Pasero a un canal de TV italiano.

Ruta despejada

Más allá de que la historia terminó bien, el hecho de que los siete colegas italianos fueron llevados por el gobierno iraquí de Basora hasta Bagdad (537 kilómetros) sin problemas es más que indicativo. Se confirma, en efecto, que, amén de su imponente superioridad militar, las fuerzas aliadas no tienen el menor control del territorio, sino tan sólo de algunos tramos de las principales carreteras. También queda claro, por otra parte, que subestimaron, en forma clamorosa, la resistencia iraquí.

Quizá fue por esto que los oficiales ingleses de la Séptima Brigada, ayer por la mañana, nos invitaron a dejar el campamento militar al oeste de Basora, donde estábamos parando, y nos escoltaron hasta la frontera con Kuwait.

"Lo siento, pero se tienen que ir antes de las 8.30 zulu time (así llaman la hora de Londres, que eran nuestras once y media de la mañana), porque ustedes no están embedded (enrolados) con las fuerzas de la coalición y no podemos darles ninguna protección", dijo un oficial al grupo de periodistas unilateral -así nos llaman a los no embedded- que acampábamos junto a ellos. "Es que ustedes entraron ilegalmente en Irak", agregó el oficial, a quien me habría gustado poder contestarle: "¿Por qué?, ustedes, que invadieron un país, ¿entraron legalmente?".

Acto seguido, sin entrar en discusiones, levantamos campamento, en el sentido literal, desarmando también las carpas de los siete colegas. Todavía no sabíamos que estaban bien, a salvo.

Tardía advertencia

Lo cierto es que poco después de ser escoltados por los ingleses hasta la frontera de Kuwait con dos Land Rover -junto con nosotros también estaban los colegas franceses de France 2-, nos enteramos de que Al Lockwood, el vocero de las fuerzas británicas en el Golfo, advirtió que "los periodistas que intentan ir solos a Basora corren riesgos enormes. Pedimos a todos los periodistas que están en el área que se olviden por favor de los scoops, y que trabajen en coordinación con los referentes para los medios de los comandos militares -exhortó-. Aventurarse sin escoltas en el área expone al riesgo de ser utilizados con fines de propaganda del régimen iraquí o, peor, de ser confundidos con fuerzas paramilitares por enemigos, en cuanto occidentales".

Aunque llegar a Kuwait City fue como volver a la civilización -después de días sin agua ni electricidad, en tierra de nadie-, también fue encontrarse con una capital aún bajo la psicosis de ataques misilísticos. Al margen de que no dejan de sonar las alarmas que advierten del peligro de eventuales ataques químicos -que obligan a bajar con la máscara antigás al refugio sellado del hotel-, todo el mundo comentaba que las baterías antimisiles no habían podido detectar, y abatir, el misil iraquí que anteanoche impactó en un lujoso shopping center de la capital.

Aunque no hubo víctimas, sino tan sólo daños, el misil silkworm, de supuesta fabricación china -que vuela rozando el agua, por lo que es difícil de detectar-, cayó muy cerca de uno de los lujosos palacios del emir de Kuwait. Un soberano detestado por los iraquíes, desde que cedió prácticamente todo su territorio a las fuerzas aliadas para una invasión cada vez más complicada, y de consecuencias impredecibles.


Tomado de Moir

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