27 de marzo del 2003
CIMAC
A riesgo de ser condenada a 12 años de prisión, la activista estadounidense, Kathy Kelly, de 50 años de edad, hace campaña en Bagdad contra la guerra y desafía a las autoridades de su país, el imperio militar más poderoso del mundo: Estados Unidos.
Cofundadora de Voces en el Desierto, organización opuesta al embargo económico a Iraq, Kelly tiene una historia digna de ser contada. En 1988 sembró maíz en un depósito de misiles nucleares en su país y pasó nueve meses en la cárcel de alta seguridad de Lexington, Kentucky por ese "delito", relató el semanario británico The Guardian.
Contraviniendo las normas del embargo económico impuesto desde hace 12 años por Naciones Unidas (ONU), contra Iraq, en otra ocasión llevó medicamentos y juguetes al país árabe, por lo que fue multada con 10 mil dólares.
"Soy una pacifista. No creo que la guerra sea la solución. Creo que el mundo tiene la responsabilidad de encontrar otra forma que la coerción y la fuerza para resolver las disputas que surgen cuando un país no coopera con los deseos de la comunidad mundial", afirma la activista, quien rechaza ser una defensora del régimen del presidente iraquí, Saddam Hussein.
De 50 años de edad y profesora de Filosofía y Religión, Kelly ha realizado demostraciones callejeras durante los últimos meses en un país que no tiene nada de desconocido para ella: ha viajado a Iraq más de una docena de veces desde 1996.
Ella y sus compañeros activistas viven en granjas orgánicas, algunos de ellos pagan sus propios viajes para participar en protestas en todo el mundo.
Kelly tiene esa capacidad de poner a todos en su lugar. Asegura que las sanciones de Naciones Unidas y los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña sólo han dañado al pueblo iraquí y fortalecido al régimen. Pero también reconoce que Hussein ha sido brutal con los iraquíes.
"Es claro que esta gente en Iraq ha soportado un tiempo temible, desde cuando Estados Unidos apoyaba totalmente al régimen", dice, insiste en que Hussein no puede ser derrocado por la fuerza pero admite que su brutalidad ha borrado cualquier oposición interna real en Iraq.
"Mi responsabilidad es responder a la crueldad y la injusticia impuesta sobre este pueblo por mi propio gobierno. Esta no es una campaña perfecta, pero no soy perfecta. Pocos los son", afirma Kelly.
Kelly tuvo una educación jesuita en la Universidad Loyola en Chicago. Después de graduarse, trabajó durante 18 años enseñando religión y filosofía. "Me hice pacifista. Pensé que quizá no estaríamos en un constante estado de guerra si la gente que quiere la paz estuviera dispuesta a pagar un precio más alto", dice.
Desde que salió de la cárcel de Kentucky, ha tomado parte en docenas de manifestaciones antibélicas en Haití y Bosnia y al comienzo de 2002 estuvo en el campamento palestino de Jenin en Cisjordania después de la ocupación del ejército israelí.
Desde 1996 ha regresado a Iraq 17 veces, a menudo trayendo con ella medicinas y alimentos, nuevamente violando el embargo impuesto por Estados Unidos y la ONU.
Después de un viaje en 1998, su pasaporte fue confiscado temporalmente. Luego, en noviembre del año pasado, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos le envió una multa por 10 mil dólares.
La carta la acusaba de haber exportado bienes ilegalmente a Irak seis veces y de viajar ilegalmente al país. Kelly respondió enviando por correo un sobre lleno de 6,750 denarios iraquíes, el equivalente a 20 mil dólares al cambio en 1999. Al cambio actual, el manojo de billetes valdría apenas tres dólares.
"La red de gente en Estados Unidos que está despertando a la catástrofe de la guerra crece cada día -dice-. No creo que haya una forma pacífica de cambiar el gobierno de aquí de la noche a la mañana. Se necesitaría construir una sociedad civil y eso requiere mucho énfasis en la educación," afirma.
Tomado de Rebelión