17 de marzo

22 de marzo de 2003

Los nuevos nazis

Heinz Dieterich Steffan
Rebelión

Y la máquina militar de 450 mil millones de dólares anuales avanza implacablemente contra su contrincante de 1.4 mil millones de dólares anuales, cosechando gloriosos triunfos en el campo de batalla. Combaten de noche, los héroes de Occidente, cuando los ojos tecnológicos de la visión infraroja les permiten matar sin riesgo a los enemigos, cegados por la oscuridad.

Utilizan la estrategia militar del "Blitzkrieg" (guerra relámpago) de Adolf Hitler, con el ataque combinado de artillería, tanques y fuerza aérea que pulveriza todo lo que se encuentra en su camino. Usan las tecnologías mejoradas de Hitler, como el misil crucero "V 1"; los aviones de combate jets, empleados por primera vez en la historia por los nazis y la cínica maquinaria de propaganda de los regímenes totalitarios.

Unos 300,000 soldados profesionales occidentales, cuyo empleo de tiempo completo es entrenarse para matar, atacan a unos 300,000 jóvenes conscriptos campesinos de un pueblo famélico, sin entrenamiento, ni tecnología ni logística para la guerra moderna, dotados sólo con unos viejos fusiles de asalto Ak-47.

Así dan ganas de ir a la guerra por la República de Wall Street, matando por burbujas bursátiles y negocios sucios del oro negro, porque los gladiadores del imperio van sin riesgo. Es casi tan divertido, como matar civiles en Palestina. O como la "Tormenta del Desierto" en 1991. En aquel entonces, las Fuerzas Armadas iraquíes tenían un ejército de un millón de tropas y soldados, 5000 tanques, 500 aviones de guerra y un fuerte sistema de defensa antiaérea. Cuando todo terminó, habían perecido decenas de miles de iraquíes. Entre los héroes occidentales sólo había 150 bajas estadounidenses, muchos de ellos por accidentes y fuego propio.

Esas son correlaciones de costo-beneficio que demuestran talento empresarial y enorgullecen a los manager de la transnacional de guerra estadounidense, George W. Bush, Donald Rumsfeld y Dick Cheney. Son estadísticas que dan ánimo para seguir adelante con la empresa. Además, cada año mejora la eficiencia. El balance sheet de Afganistán muestra, por ejemplo, que sólo murieron 50 soldados de los que cuentan: estadounidenses.

Esa eficiencia es parte de las grandes tradiciones de Occidente. Cuando la 7ª Caballería del ejército estadounidense cruza el desierto de Irak, televisada life por CNN y las estaciones españolas e inglesas sincronizadas ---bajo los patrones estéticos del futurismo fascista italiano y con comentarios que producen asqueas al escucharlas, sea porque provienen del lexicón de la barbarie nazi, sea por la nauseante incultura y cinismo de los señoritos plásticos de la televisión, ("Reportamos de la guerra, pero también tenemos que reportar del mundo del deporte: el Valencia ganó...", tv-española) ---, hace recordar sus memorables hazañas del pasado.

En 1876, el general George Armstrong Custer, a la cabeza de la 7ª Caballería, había cruzado las planicies (plains) norteamericanas, para llevar a cabo una gran matanza entre la población indígena de Dakota del Sur. La heroica defensa de los Dakota (Sioux) impidió la masacre. En diciembre de 1890, al cuarto día de la navidad cristiana, la 7ª Caballería tuvo más suerte. Encontró a un grupo de 350 mujeres, niños y hombres Dakota indefensos, en Wounded Knee, y mató a alrededor de 300 de ellos.

En la invasión estadounidense en Vietnam, que costó la vida a tres millones de vietnamitas, la 7ª Caballería tuvo una nueva oportunidad de agregar otra hoja de oro a su historial combativo, como parte de la 1ª División de Caballería, una de las unidades más notorias del holocausto de Vietnam. En 1991 participó en la "Tormenta del Desierto" contra Irak y ahora, bajo las atentas cámaras y comentarios de CNN, avanza hacia nuevos laureles.

Es ese tipo de victorias baratas que le gusta a las dictaduras, sean políticas o del capital, como la invasión de Hitler a Checoslovaquia o la invasión de Ronald Reagan a Granada, donde miles de marines a bordo de una poderosa armada sometieron a algunos centenares de civiles del gobierno de Maurice Bishop, para después recibir miles de medallas por su bravura en el campo de batalla.

El "daño colateral" de las nuevas armas que "estrena" Estados Unidos (reportero televisivo), es decir, las víctimas civiles, no aparecen como problema real de la guerra, porque como define la nomenclatura del Pentágono y la lingüística, "colateral" se refiere a "las cosas que están a uno y otro lado de otra principal". Y esa "cosa principal" es el megaproyecto del nuevo eje fascista de Washington-Londres-Tel Aviv, que abarca desde la región del Golfo Pérsico, hasta las costas atlánticas de Marruecos.

Ese megaproyecto se planeó con la misma frialdad, con que los estrategas nazis concibieron la reestructuración de Europa, después de la exitosa conquista militar. "Ocupar, administrar, explotar", era el programa que Hitler le asignó a sus planificadores para las zonas conquistadas en Europa oriental. La misma lógica y el mismo determinismo político se observan en la política de Bush-Blair-Sharon en Medio Oriente.

En febrero del 2003, el subsecretario de Estado del gabinete de George W. Bush, John Bolton, informó al gobierno de Ariel Sharon, que después de derrotar a Irak, Estados Unidos "se ocuparía" (deal with) de Irán, Siria y Corea del Norte. Esta lista, por supuesto, puede ampliarse con todo Estado que no actúe como protectorado colonial estadounidense.

¿"Cómo se capitalizan esas oportunidades" del 11 de septiembre para una potencia mundial?, había planteado la tarea imperial Condoleeza Rice, la asesora del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSC), después de los atentados. Y comparó la situación geopolítica "con la de 1945 a 1947...Las placas tectónicas de la política internacional están reacomodándose y es importante tratar de aprovechar esto y posicionar los intereses e instituciones americanas...antes de que vuelvan a inmovilizarse."

Otros funcionarios coincidieron, porque los atentados habrían reducido "drásticamente la habitual resistencia de la opinión pública estadounidense al empleo de nuestras fuerzas armadas en el exterior", hecho, por el cual era imperativo aprovechar la oportunidad para "reconfigurar las relaciones del mundo", como afirmaban Bush y Powell.

Las placas tectónicas no sólo se mueven para la burguesía mundial sino también, y en un sentido muy real, para la población del Irak que sufre cotidianamente la violenta agresión aérea de Washington. Todos los ciudadanos del globo que viven en zonas sísmicas, saben lo que experimentan los habitantes de Bagdad día y noche. Porque el impacto de los mísiles cruceros y bombas modernas hace temblar los fundamentos de las estructuras como si fuera un terremoto, produciendo la misma insoportable angustia existencial en las víctimas de no saber, cuándo se quedarán enterradas vivo bajo las lozas de concreto de los edificios. Es un infierno interminable para todos los involucrados, pero, sobre todo, para los niños y mujeres.

Ante el cinismo de los nuevos nazis, sus pseudojustificaciones de semejante terror y perfidia resultan repugnantes. Reclaman gratitud y sumisión por los muertos de la Normandia (D-day) y sus sacrificios en la liberación de la Europa fascista. Es un gran cuento para ilusos. El triunfo antifascista en la Segunda Guerra Mundial se debe a la Unión Soviética. Para Estados Unidos, la Segunda Guerra no era más que un gran negocio.

Fue la Unión Soviética que "pagó" con treinta millones de muertos y 25 millones de desplazados, la agresión de los nazis, quienes concentraron hasta mediados de 1944 el 95 por ciento de su potencial bélico en el frente oriental. En cambio, Estados Unidos desarrolló lejos de los campos de batalla su industria y agricultura; aumentó los salarios industriales reales de 1941 a 1945, en un 27 por ciento; generó 17 millones de nuevos puestos de trabajo y ofreció en 1944 más productos y servicios a su población que antes de la guerra. Sus pérdidas humanas ni llegaron a medio millón de personas (405, 399).

Hitler ha de estar riéndose en algún rincón del infierno, contento de sus discípulos.

Tomado de Rebelión

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