17 de marzo

4 de julio del 2003

Testimonios de soldados norteamericanos en Iraq

"Hombres muy asustados y muy furiosos"

Bob Graham, Evening Standard y Peter Beaumont, The Observer

Diversos periódicos comienzan a reflejar el atolladero en el que se encuentran las tropas de EE.UU. y sus esbirros de la coalición estacionados en Irak. El primero, del Evening Standard en Londres, cita algunas declaraciones de suboficiales estadounidenses al respecto. El segundo de Peter Beaumont de The Observer relata cómo casi fue asesinado. Los soldados describen su odio hacia los iraquíes y los mecanismos que utilizan personalmente (y el ejército de EE.UU.) para inculcar esos sentimientos y canalizarlos hacia la matanza indiscriminada de civiles. Los dos artículos enfatizan que los ejércitos invasores producen asesinos, no sólo cadáveres. [Judith Norman, Jewish Peace News]

"Simplemente apreté el gatillo"
Bob Graham,
Evening Standard, en Bagdad. 19 de junio de 2003
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

A primera vista parece que fuera el arquetípico mito de la Banda de Hermanos de Hollywood, hombres valerosos y honestos unidos por un propósito común.

Pero una mirada más detenida a estos GI [soldados] de EE.UU., sofocándose en el calor de un Irak poco acogedor, revela los ojos vidriosos y las flácidas expresiones de quienes han vivido una guerra que no comprenden y que comienzan a odiar. Como ellos mismos lo admiten, estos soldados estadounidenses han matado sin titubear a civiles, han ultimado a combatientes heridos y han abandonado a su suerte a seres agonizantes.

Lo que me contaron, en una serie de extraordinarias entrevistas, no será nada de cómodo para los políticos de EE.UU. y de Gran Bretaña ni para el personal superior militar desesperados por impedir que la liberación de Irak se convierta en un atolladero de dimensiones vietnamitas, donde la conducta de los soldados alimente el odio de un pueblo ocupado.

El brigada John Meadows reveló el modo de pensar que ha llevado a que se mate a cientos de civiles iraquíes inocentes junto con combatientes deliberadamente vestidos de ropas civiles. "Uno no puede distinguir entre el que está tratando de matarte y el que no lo hace", dijo. "Como decir, la única manera de salir de la mierda es concentrarse en salir a matar tanta gente como sea posible, gente de la que uno sabe que lo quiere matar a uno. Matarlos primero y volver a casa".

Estos GI, de la compañía Bravo de la División 3/15 de Infantería de EE.UU., se encuentran en una situación imposible. Más de 40 de ellos han sido matados por fuerzas hostiles desde el 1 de mayo -cuando el presidente Bush declaró que habían terminado las principales operaciones militares- y el número de ataques relámpago aumenta. Confrontan a una población civil resentida y, refugiados en ella, a una cantidad de guerrilleros que siguen siendo leales al antiguo régimen. Se cree que un solo francotirador iraquí apodado El Cazador acaba de cobrar esta semana su sexta víctima estadounidense en un suburbio de Bagdad.

El hombre, del que se dice que es un antiguo miembro de las Fuerzas Especiales de la Guardia Republicana, se ha convertido en una imagen de culto entre algunos iraquíes. Un residente de Bagdad, Assad al Amari, dijo: "Está combatiendo solo por Irak. Habrá muchos estadounidenses más muertos porque no pueden detener a El Cazador. Recibirá la protección de la gente que le permitirá que utilice sus casas para disparar".

En esta atmósfera hostil, se pide a los hombres de la compañía Bravo que mantengan el orden, pero que al mismo tiempo conquisten los corazones y las mentes. No creen que sean capaces de resolver ese dilema que ellos piensen que son capaces de resolver. Me hablaron -vestidos de uniformes que han llevado puestos durante las últimas seis semanas- en su base en Fallujah. Allí, las tropas de EE.UU. mataron a 18 manifestantes en una manifestación a favor de Sadam después de la guerra y ahora confrontan a combatientes locales que quieren vengarse.

Su actitud hacia esos peligros la resume el cabo Michael Richardson, de 22 años. "No se tuve ningún problema cuando hubo que dispararle a gente que no estaba de uniforme, simplemente apreté el gatillo. Fue contiguo y personal todo el tiempo, no fue cosa de mucha distancia. Si estaban ahí, eran enemigos, de uniforme o no. Algunos llevaban, otros no".

El cabo Anthony Castillo agregó: "Si se trataba de civiles cumplimos con nuestra misión. Si estaban ahí, estaban en el sitio equivocado, así que eran considerados enemigos". En una batalla más grande -al lado sur de Bagdad en la intersección de las principales carreteras -los soldados calculan que aproximadamente un 70 por ciento de unos 400 combatientes enemigos estaban vestidos de civil.

El brigada Meadows explicó: "El combate duró unas ocho horas y venían continuamente de todas partes, de todos los lados. Estaban todos de civil.

"Habíamos lanzado panfletos un par de días antes diciendo que se fueran del área si no querían combatir, así que básicamente todo el que estaba ahí era un combatiente. Si fueron suficientemente estúpidos como para pararse delante de los tanques o para conducir un coche hacia un tanque, entonces estaban allí para combatir. Ese día eliminó el dilema sobre a quién dispararle, todo el que estaba allí era un combatiente."

El cabo Richardson agregó: "Ese día nada ocurrió como en el entrenamiento. Había mujeres combatiendo, había algunas que cuando te veían llegar, simplemente tiraban toda su mierda y trataban de rendirse y algunos tipos fueron alcanzados y se hacían los muertos y cuando te acercabas agarraban sus armas. Ese día todo fue una mierda* Cuando confrontamos a mujeres o a heridos que tratan de agarrar sus armas, simplemente los liquidamos. Hay que hacerlo, no hay alternativa".

El odio que sienten es tal que prefirieron matar a sólo herir. El brigada Meadows, de 34 años, dijo: "Lo peor es darle a uno e ir a ayudarle". El sargento Adrián Pedro Quiñones, de 26 años, interviene: "En esa situación estás furioso, enconado. Acababan de disparar a mis hombres - estaban poniendo a mis muchachos en un ataúd y a 3 metros bajo tierra, eso es lo que trataban de hacer.

"Y ahora, están tirados ahí y tengo que ayudarles, tengo la responsabilidad de lograr que mis hombres les ayuden." El cabo Richardson dijo: "Mierda, yo no le ayudé a ninguno. Yo no les ayudaría a los hijos de puta. Hay algunos a los que dejas que se mueran. Y hay otros a los que les das otra repasada."

Sacó la mano como si estuviera disparando un rifle e hizo dos chasquidos con la lengua. Dijo:

"Una vez que has logrado tu objetivo y una vez que les has atinado y vas pasando, cualquier cosa que pase, les tiras de nuevo. No quieres tener prisioneros de guerra. Los odias tanto mientras estás combatiendo y estás tan aterrorizado, uno no puede explicar ese sentimiento, pero no quieres que vivan."

Estos soldados han confrontado a combatientes de otros países árabes. "Ni siquiera eran iraquíes los que estábamos matando, eran sirios", dijo el brigada Meadows. "Hablamos con alguna gente y Sadam hizo un llamado a sus hermanos para que desataran una guerra santa contra nosotros y dijeron que vinieron aquí a combatirnos. ¿Qué diablos les hemos hecho jamás a ellos?"

El cabo Richardson lo interrumpió: "mierda, en realidad qué importaba quiénes eran. Querían combatirnos así que eran el enemigo. Teníamos que capturar Bagdad, punto y basta, no importaba quién estaba por ahí".

Los GI hablaron de disparos contra civiles en los bloques de ruta. El brigada Meadows dijo: "Cuando portaban banderas blancas, nos dijeron que los detuviéramos a 400 metros y los desnudáramos y luego los hiciéramos pasar. La mayoría obedeció la orden.

Sabemos que otros tuvieron problemas con [iraquíes] que portaban banderas blancas y luego abrían fuego contra nuestros muchachos. Conocemos todos los trucos que trataban de hacer. Luego usaban coches para tratar de lanzarlos contra nosotros. Eran hombres, mujeres y niños. Ese día le disparamos a un montón de coches.

"Les disparábamos tiros de advertencia y seguían avanzando, así que los matábamos. Disparábamos un tiro de advertencia por encima o a la calzada. Cuando la gente nos critica por matar civiles no saben que muchos de esos civiles eran combatientes, de verdad que lo eran. Y siguen siéndolo."

Los hombres han sido traumatizados por sus experiencias. El cabo Richardson dijo: "Durante la noche uno piensa en toda la gente que ha matado. Nunca se te va de la cabeza, nada de todo esto. No lo puedes olvidar, seguimos aquí, hemos estado demasiado tiempo. La mayoría partió después de los combates, pero nosotros no".

El brigada Meadows dijo que los hombres bajo su comando han estado consiguiendo ayuda por severas depresiones. "Ya han visto a psiquiatras y la cadena de mando ha recibido cartas que dicen 'a estos hombres hay que sacarlos de esta situación'. Pero nada ha sucedido". Agrega el cabo Richardson: "Algunos soldados ni siquiera pueden conseguir una mierda de sueño. Están sentados durante toda la porquería de noche tratando de hacer alguna mierda para ocuparse - para distraer sus mentes de este follón. Es la única manera de soportarlo. No es tan diferente de estar loco, pero es su manera de aguantar. Hay uno que está tratando de construir una pequeña pileta, no tiene ningún sentido pero lo mantiene ocupado".

El brigada Meadows dijo: "Para mí, es como ver instantáneas. Como fotos de gusanos sobre lenguas, bebés con sus cabezas por tierra, hombres a los que les han volado la mitad de la cabeza con sus ojos y sus bocas totalmente abiertos. Lo veo todos los días, cada día que pasa. Los olores y los torsos ardiendo, toda la ruta hasta Bagdad del 20 de marzo al 7 de abril, sólo cuerpos quemados".

El cabo Bryan Barnhart, de 21 años, agrega: "También tengo las imágenes como instantáneas en mi cabeza. Son los cadáveres que vimos cuando volvimos para asegurar un sitio que habíamos capturado. Los cuerpos seguían allí y estaban cociéndose al sol. Sus cuerpos se habían hinchado a tres veces su tamaño".

El sargento Quiñones explicó: "Hay psiquiatras que están tratando de resolver sus problemas pero dicen que es por el prolongado ambiente de combate. Saben que hay que sacarnos de ese ambiente". Pero el período de servicio del grupo ha sido extendido y los hombres han sido obligados a quedarse como mantenedores de la paz. El cabo Richardson dijo: "Ahora nos pusieron en este mantenimiento de la paz, siempre disparamos tiros de advertencia a la gente que no quiere escuchar. Hacemos las reglas según lo que pasa.

"Como en Fallujah, donde los niños nos lanzan piedras. Queremos darnos vuelta y pegarle un tiro a unos de esos pequeños hijos de puta, pero sabes que no puedes hacer eso. Sus padres saben que si ellos salieran y nos lanzaran piedras, les dispararíamos. Por eso mandan a los niños".

El sargento Meadows dijo: "¿Puede imaginarse ser soldado y que le digan que 'va a combatir en una guerra y que cuando termine va a volver a casa?'

"Y vas y peleas en la guerra y la ganas decisivamente, pero ahora te tienes que quedar y estabilizar la situación. Tenemos que pasar de un día al otro de un estado de ánimo de combate a full en una guerra a una mentalidad de mantenimiento de la paz. Justo después de disparar a gente que trata de matarte tienes que pasar a ayudarle."

La ira hacia sus propios oficiales superiores es obvia. El cabo Richardson dijo: "No fuimos entrenados para hacer esto. Nos molesta que nos tengan aquí. Nos revienta a todos, nos dijeron que una vez que terminara la guerra nos iríamos en cuanto lleguen nuestros reemplazos. Bueno, nuestros reemplazos llegaron y nosotros seguimos aquí".

El cabo Castillo dijo: "Estamos más enojados con los generales que toman estas decisiones y que nunca han puesto el pie en el terreno y a los que no les disparan o que no tienen que contemplar estos cuerpos sangrientos y los cadáveres calcinados y los bebés muertos y todo ese tipo de cosas". El sargento Quiñones agregó: "La mayoría de estos soldados tienen poco más de veinte años o son todavía adolescentes. Han visto, en menos de un mes, más de lo que cualquier hombre debiera ver en toda su vida. Es hora de que volvamos a casa".

Hablando de si valió la pena librar esta guerra, el sargento Meadows dijo: "No me importa Irak para nada, No podría importarme menos. [Sadam] podría continuar en el poder y, para mí, no me valió la pena abandonar a mi familia por eso; que me disparen y que casi me maten dos o tres veces, no hay nada que justifique eso". Aunque no hubo iraquíes implicados y no existen pruebas de que Sadam tuvo algo que ver, el ataque contra el World Trade Center suministra al cabo Richardson y a muchos otros la justificación para invadir Irak.

"Tengo una foto del World Trade Center colgada junto a mi cama y tengo otra en mi Kevlar (chaleco antibalas). Cada vez que me da pena esta gente la miro. Pienso 'Ellos nos atacaron en casa y ahora nos toca a nosotros'. No quiero decir retribución pero, ya sabe, hay mucho de eso, retribución."

Artículo en:
http://www.thisislondon.co.uk/news/articles/5402104?version=1
2003 Associated New Media


Relaciones peligrosas

Peter Beaumont, The Observer, 22 de junio de 2003

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

La semana pasada hubo una foto en el Evening Standard de Londres de un grupo de jóvenes soldados estadounidenses. Me dejó helado. Había abierto el periódico comenzando con un artículo en la portada sobre un grupo de soldados estadounidenses que habían admitido que actuaban tan indiscriminadamente al disparar que habían matado a civiles, tal vez a numerosos, en la batalla por Bagdad. Los jóvenes se veían como cualquiera de los soldados estadounidenses que había visto en Irak. Y de repente me fijé en una cara. Uno del grupo me pareció algo familiar. Al revisar el texto me di cuenta de que había visto a hombres de esa unidad al conducir hacia Bagdad. Y cómo, como me lo dijeron ellos mismos, casi me habían matado.

Fue un día extrañamente caótico en el que me topé con los hombres del batallón 3/15 de la 3° División de Infantería, una unidad de apoyo que había seguido a los primeros tanques y a los vehículos de combate Bradley a los suburbios de Bagdad con camiones cisterna de gasolina, alimentos y municiones. Habíamos conducido desde la ciudad puerto de Umm Qasr en el sur, cerca de la frontera kuwaití, donde habíamos estado acampados fuera del puerto mientras cubríamos la caída de Basora. Pero como las noticias de Bagdad eran más y más urgentes, decidimos dirigirnos hacia el norte y tratar de llegar a Bagdad en el día. Partieron cuatro coches repletos de periodistas -la mayoría estadounidenses- por la principal ruta de suministro de la 3\'aa División de Infantería, hasta que salimos a una autopista desierta no lejos del aeropuerto de Bagdad.

El primer indicio de problemas vino un poco más tarde cuando tratamos de pasar junto a un tanque iraquí quemado que bloqueaba la pista hacia el norte. Al pasar el tanque un grupo de soldados estadounidenses cercanos nos disparó un 'tiro de advertencia' que pasó cerca del primer coche, en realidad tan cerca que provocó una furiosa discusión entre el conductor estadounidenses y el artillero y comandante del Bradley, que simplemente se rió del asunto.

Nos dejaron pasar y continuamos entrando a los suburbios de Bagdad pasando una escena de extrema devastación -edificios incendiados, vehículos militares de EE.UU. quemándose y cuerpos al borde de la ruta- diseminados entre tres intersecciones de la autopista.

Era ya tarde y los feroces incendios y el humo en la penumbra daban a la escena un fulgor infernal. Pero a pesar de todo eso, las tripulaciones de los tanques de EE.UU. que pasamos, la mayoría rodeados de curiosos civiles iraquíes, nos saludaron bastante alegremente y continuamos esperando llegar a los hoteles del centro de Bagdad donde pensábamos pasar la noche.

Conscientes de que íbamos llegando por la retaguardia de un ejército en combate conducimos muy lento con los intermitentes de nuestros coches encendidos, con banderas blancas y en coches marcados con paneles naranja y señas militares pegadas que proclamaban que éramos amigos.

Cruzamos un puente y ahí las cosas repentinamente se pusieron feas. Al salir del puente hacia un área lujosa de palacios no vimos el perímetro de alambre a través de la ruta o el Bradley en la penumbra. Oímos el tiro de advertencia y detuvimos instantáneamente los vehículos. Pero algo andaba mal con los soldados que nos enfrentaban. Pudimos verlos desplegándose y apuntando sus armas contra nuestros vehículos. Y de repente sentimos mucho miedo.

Algunas veces uno toma decisiones sobre la marcha. Varios de nosotros saltamos de los vehículos y comenzamos a gritar "¡Medios!" "¡Periodistas estadounidenses!" incluyendo a una alta, rubia, reportera estadounidense. Tan alta y tan rubia -estoy convencido- que no podían haberla tomado por otra cosa. Mientras corrían hacia nosotros y nos registraban, y a nuestros vehículos, me di cuenta de que esos hombres estaban muy asustados y muy furiosos, el peor tipo de soldado que puedes encontrar.

Nos condujeron a su cuartel donde nos alimentaron y nos dejaron dormir. Parecían buenos muchachos. Pero algo que dijo el artillero del Bradley me asustó. Se disculpó y dijo que casi nos había matado. Dijo que tenía el dedo en el gatillo. Un segundo más y hubiera sido demasiado tarde para disculparse.

Más tarde, cuando volví a visitarlos, me contaron sus historias. De una aterradora batalla con voluntarios árabes. De vehículos destruidos en ambos lados. Dijeron que coches suicidas los habían atacados. Lo que no dijeron fue lo que más tarde le dijeron al Evening Standard: que entre los cientos que habían matado en su batalla de 8 horas en esa autopista y en los días que siguieron muchos habían sido con certeza civiles desarmados matados por estar en el sitio equivocado en el momento equivocado.

Debiera haberlo adivinado. Entre los que entrevisté en los hospitales de Bagdad durante esos días había ocupantes de coches -muchos de ellos niños- cuyos vehículos habían sido destruidos. Secuencias mostradas en todo el mundo mostraron a tanques y Bradleys atacando a cualquier coche que veían al conducir hacia Bagdad. También en Nasiriyah soldados estadounidenses habían admitido lo mismo. Confrontados con los fedayin de Sadam, en sus ropas civiles, supusieron que cualquiera era un enemigo y lo mataban.

Un joven Marine lo admitió hablando conmigo fuera del principal complejo de hospitales de Bagdad: cómo su unidad había ametrallado a un coche que se acercaba demasiado rápido a un puesto de control. El único sobreviviente había sido un niño con su cara cortada en dos.

Así que, ¿qué sucedió durante el avance dentro de Bagdad -y qué sigue ocurriendo cuando los soldados de EE.UU. disparan contra las multitudes de manifestantes? La respuesta se me ocurrió recientemente. El ejército más grande y más formidable -el más avanzado tecnológicamente- carece de disciplina en cuanto a sus propias reglas de enfrentamiento y de una capacidad -la capacidad crítica- de identificar adecuadamente los objetivos antes de atacarlos.

No es un problema nuevo. Es la base de los incidentes demasiado frecuentes de fuego amigo de EE.UU. contra sus aliados; la base de la arrogancia con la que las fuerzas de EE.UU. trataron a numerosos iraquíes.

Pero el resultado es una imprudencia y una falta de consideración por las víctimas civiles que bordea lo criminal.

Cuando contemplo esa foto de los jóvenes de la 3/15, cuando recuerdo su terrible bautismo de fuego en la batalla en esa autopista, quisiera sentir más compasión por ellos que la que siento. La mayoría son hombres buenos, pero se han puesto el traje verde y empuñado un fusil. Y han fracasado en la terrible responsabilidad que esto les confiere.

Tomado de Rebelion


Regresar
Home