17 de marzo

5 de julio del 2003

Sentido común y armas que no aparecen

Immanuel Wallerstein
LA JORNADA

Que Estados Unidos no haya podido encontrar la famosa provisión de 'armas de destrucción masiva' (o adm, como las llaman en los titulares de los diarios) tiene avergonzado al régimen de George W. Bush y aún más al de Tony Blair (aunque también al gobierno español). En la premura por justificar una guerra, es claro ahora que, por decir lo menos, exageraron su argumentación. Tal vez mintieron plenamente.

Traducción: Ramón Vera Herrera

Qué tan importante es el hecho. Qué significa. Hay algunas preguntas entreveradas en esta discusión. Una es, qué tantas, si acaso, realmente tenía Saddam Hussein. La segunda es, si había armamento por qué no lo usó. Tercera, si hubo armas, dónde están ahora. Una cuarta es qué tan importante fue de veras el asunto del armamento para Bush y Blair. Una quinta es si el mundo, ahora que las tropas estadounidenses están en Bagdad, está o no más protegido ante cualquier supuesta amenaza que entrañaran tales armas. Es esta una madeja muy enmarañada de preguntas, y mucha gente sigue interesada en que se quede enmarañada. Como tal son muy reacios a la crítica analítica.

¿Qué tantas armas tenía Hussein? Rumsfeld dice ahora que antes de la guerra nadie dudada que tuviera algunas (ni siquiera quienes criticaban las políticas estadounidenses), así que por qué tanta alharaca por no haberlas descubierto. Las armas estaban ahí, están ahí, y serán halladas, dice. En parte tiene razón. Muy pocas personas dudaron de la existencia de algún armamento. Yo mismo nunca lo dudé. La cuestión es si esas armas representaban alguna amenaza significativa e inminente para el mundo. Estados Unidos insistió en que sí, y la mayoría del resto del mundo discordó de esta evaluación.

Ahora parece que Saddam pudo tal vez destruir la mayor parte de dichas armas, si no todas, en los meses previos a la invasión. No cabe duda de que estaba presionado a hacerlo. Pero esto es justo lo que Hans Blix y el gobierno francés argumentaban al afirmar que las inspecciones de Naciones Unidas estaban 'funcionando'.

Resulta que Estados Unidos consiguió sacar a la luz a un científico iraquí que admite que fueron enterrados en su jardín algunos documentos que detallan la construcción de armas nucleares, hace como 10 años. Y se dice que afirma que Hussein ordenó enterrarlos porque planeaba hacerlas funcionar cuando se suspendieran las sanciones en contra de Irak. Esto suena factible. Pero, ¿y qué? Volveremos a esta cuestión.

¿Tenía Saddam, de hecho, armas activas? Recuerden que Blair le dijo a su Parlamento que podía situarlas en el terreno en 45 minutos. De ser así, ¿por qué no las usó? Es seguro que si las hubiera usado habría logrado por lo menos algún impacto militar. No existe una buena respuesta a esta cuestión si asumimos los escenarios que Estados Unidos anunciaba. Tal vez Hussein fue mucho más listo. Quizá comprendió que perdería la batalla militar inmediata hiciera lo que hiciera, pero que lo importante era no perder, en el proceso, a sus más allegados simpatizantes. Si fue ese el caso, tal vez les recomendó desaparecer, después de lo cual pudieran lanzar o impulsar operaciones de saqueo con el doble propósito de sembrar el desorden y destruir infraestructura y registros. Esto ocasionaría un lío importante con el cual Estados Unidos no podría lidiar políticamente (dada la complejidad de las tensiones sociales de Irak). Y entonces podría dar comienzo una desgastante guerra de guerrillas. ¿Demasiado listo, piensan? Tal vez. O quizá es sólo que Estados Unidos se topó con tales resultados sin que Saddam hubiera planeado nada de lo ocurrido.

Si tuvo armas, ¿dónde están actualmente? Un paquete con planes en un jardín y dos camiones que tal vez pudieran haberse usado para fabricar armas biológicas en el futuro (y que en todo caso fueron los británicos quienes se los vendieron a Hussein), no es mucho mostrar en dos meses de pesquisa. Sé que Irak es un país grande, pero se supone que las fuerzas armadas estadounidenses son capaces de realizar una búsqueda, especialmente si, como presume Washington, contaba con servicios de inteligencia desde antes de la guerra que sabían dónde estaban. ¿Están en Siria estas armas? Es poco probable. Si estuvieran allí seguramente Estados Unidos habría metido su ejército de inmediato. ¿Por qué entonces Washington es tan renuente a que los inspectores de la ONU las busquen? Esto no huele muy bien.

Pero, ¿estaba Estados Unidos realmente interesado en saber si Irak poseía dichos armamentos? La respuesta es no y sí. No, en un sentido muy importante. Los halcones estadounidenses querían invadir Irak por el simple hecho de agredir, es decir, para mostrarle al mundo que Estados Unidos podía y podría invadir Irak, sólo por ser un punto focal, malintencionado, antiestadounidense en Medio Oriente. Inclusive si todos y cada uno de los miembros del régimen de Bush hubieran sabido con absoluta certeza que no existía y nunca había existido arma alguna de destrucción masiva, Estados Unidos, de todos modos, habría invadido Irak. Después de todo, Wolfowitz dijo que el énfasis puesto en dicho armamento era mera conveniencia burocrática, queriendo decir con esto que un argumento así era el que podría persuadir a los renuentes del Congreso estadounidense y del pueblo en general para que apoyaran la acción, pero que nunca fue la razón real.

La respuesta también es sí: Estados Unidos estaba preocupado por las armas de destrucción masiva, ya que está decidido a que ninguna otra nación o fuerza en el mundo esté en posibilidad de constreñirlo en modo alguno, ciertamente no en el nivel militar. Esto significa, y lo he repetido, que Washington no puede tolerar, de ninguna manera, que políticamente la Unión Europea sea independiente de él. Y no puede tolerar que ningún otro país tenga armas nucleares.

Por supuesto, algunos otros países -Reino Unido, Rusia, Francia, China, India, Pakistán e Israel- ya las poseen. Y Estados Unidos sabe que hay muchas cosas que puede hacer para retrasar el reloj. Pero la política estadounidense es impedir que las tengan otros países, aquellos en posibilidad de desarrollar tales armas en los próximos 10 años. No es únicamente el caso de Corea del Norte e Irán sino aun Libia, Egipto y Argelia. También Japón, Corea del Sur, Kazajstán, Ucrania, Bielorrusia, Alemania, Sudáfrica, Brasil y Argentina. La lista es larga, pero hay tal vez docenas más.

El razonamiento estadounidense es realmente muy simple. El daño que puede ocasionar incluso una bomba atómica pequeña, arrojada en el curso de una contienda, es suficiente para que el costo de una acción militar sea muy alto, tal vez demasiado. Se habla mucho estos días de combate asimétrico, lo que significa que Estados Unidos está tan por encima de cualquier otro país en términos de armamento militar, que necesariamente gana cualquier confrontación. Pero las llamadas adm pueden disolver esa asimetría, especialmente cuando el impacto político de usar tales armas tendría el efecto de empujar a la opinión pública estadounidense a sancionar la guerra.

Así, es entendible que Washington intente frenar la proliferación. Sin embargo, debe decirse que este intento es quijotesco. Por una parte, cambiar los gobiernos (cambiar de régimen) no resuelve el problema en lo más mínimo. Debemos recordar hoy que el programa nuclear de Irán no lo iniciaron los ayatolas sino el sha, a quien Estados Unidos instauró en el poder. Y fue avalado por los israelíes, que veían a Irán como un freno para Irak. Debemos recordar que el programa de armas biológicas iraquíes recibió el aval y la asistencia de los británicos y los estadounidenses que veían en Irak un freno para Irán. Y así va.

La invasión estadounidense de Irak no frenó sino que aceleró los programas para elevar la capacidad de adm en todas partes. En tanto, Estados Unidos está atrapado en una prolongada y desgastante ocupación de Irak, con menos, no más, posibilidad de proteger sus intereses en otros lugares del mundo. El 30 de junio el Financial Times se preguntaba si Irak se había vuelto la Chechenia de Bush. En el asunto de las adm contra Hussein, el manejo cínico de Bush terminará por alcanzarlo, mientras los soldados estadounidenses se topan más con el fuego de la guerrilla que ya se desató.

Bush aprenderá la lección de todo gobernante. Hay límites al poder, especialmente cuando no se le usa con prudencia e inteligentemente. Pocas veces en la historia reciente se ha usado este poder de manera más extravagante y temeraria.

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