17 de marzo

9 de abril de 2003

No olvidar, no perdonar

Miguel Ángel Ferrari
Desde la Gente

Charles Krauthammer, uno de los periodistas estrellas de los Estados Unidos, poseedor de un Premio Pulitzer, escribió en 1999 en The Washington Post: "Estados Unidos cabalga por el mundo como un coloso. Desde que Roma destruyó Cartago, ninguna otra gran potencia ha alcanzado las cimas a las que hemos llegado. Estados Unidos ha ganado la guerra fría, se ha puesto a Polonia y a la República Checa en el bolsillo y después ha pulverizado a Serbia y a Afganistán. Y, de paso, ha demostrado - concluye Krauthammer- la inexistencia de Europa".

El director del Instituto de Estudios Estratégicos Olin de la Universidad de Harvard, profesor Stephen Peter Rosen, afirma en uno de sus trabajos que "nuestro objetivo (el de los Estados Unidos) no es luchar contra un rival, porque éste no existe, sino conservar nuestra posición imperial y mantener el orden imperial".

Uno de los principales asesores de los gobiernos demócratas -sino el principal- Zbigniev Brzezinski, fue mucho más allá de los neoconservadores cuando manifestó "el objetivo de los Estados Unidos debe ser el de mantener a nuestros vasallos en un estado de dependencia, garantizar la docilidad y la protección de nuestros súbditos y prevenir la unificación de los bárbaros".

Estas breves, pero espeluznantes opiniones, nos sitúan en la atmósfera de pensamiento reinante en estos momentos en el país del norte. Este sentimiento imperial, de fuerte contenido nacionalista -como no podría ser de otro modo- potenciado luego de la implosión de la Unión Soviética en 1991, impregna sistemáticamente a la opinión pública norteamericana. Para ello es absolutamente necesario proceder a la regimentación de la prensa, en el país que se considera campeón de la libertad de expresión.

La censura en los países desarrollados de Occidente, como diría Ignacio Ramonet, no opera suprimiendo medios o enmudeciendo a opinantes. La censura en esos países, especialmente en los Estados Unidos, funciona a la perfección controlando el mensaje de las grandes cadenas de televisión, o promoviendo la autocensura -generalmente motivada por razones de conveniencia económica- de los grandes multimedios.

En plena guerra, como todos podemos comprobar, esta actitud de Washington de transformar mentiras en verdades -como es lógico suponer- ha recrudecido de un modo exponencial. La mayoría de los periodistas de los grandes medios estadounidenses se hallan físicamente incorporados a las unidades militares. Muestran lo que los jefes de esas unidades aprueban.

Esta modalidad de periodistas "incrustados" (esta sería la traducción literal del término en inglés utilizado por los propios hombres de prensa), tuvo sus comienzos durante la guerra de Malvinas, cuando los periodistas británicos venían en las naves de guerra de la Task Force. El corresponsal de guerra que se las arregla como puede para registrar los acontecimientos bélicos, el que toma contacto con la gente del pueblo, el que va a los hospitales, el que registra el número y la procedencia en la carcaza de un misil para establecer quién arrojó ese artefacto que mató a decenas de inocentes en un mercado -por ejemplo-, ese periodista resulta muy molesto para el alto mando estadounidense.

En esta guerra de agresión emprendida por el Imperio y su escudero británico, luego de las víctimas civiles (que a esta altura son numerosísimas), lo más destacado son las bajas entre la gente de prensa. Este comentario está muy lejos de un comportamiento corporativo. De jerarquizar a colegas, por encima de otros seres humanos que padecen por igual, o peor, la brutalidad de la guerra.

Ocurre que el periodista, el camarógrafo, el reportero gráfico, son el vehículo entre esa monstruosa realidad y el ciudadano común. En este caso el ciudadano del mundo.

Está muy claro que a los altos mandos norteamericanos les molesta sobremanera la labor de la prensa independiente, además -por supuesto- de la de su enemigo. Entre ayer y hoy se registraron ataques con misiles de la coalición criminal anglo- norteamericana contra sitios de prensa en Bagdad. Uno de los blancos fue el hotel Palestina, el edificio más alto de la capital iraquí, perfectamente reconocible desde cualquier aeronave, donde se alojan la mayoría de los periodistas extranjeros acreditados. En este ataque murieron dos trabajadores de prensa, uno de ellos de nacionalidad ucraniana, de la agencia Reuters y el otro, español, que cubría para Tele Cinco; además de tres corresponsales que se hallan con graves heridas. Las fuerzas invasoras hicieron lo propio con la sede de Al Jazeera, la famosa estación de televisión qatarí que cubre muy eficientemente y con gran objetividad el conflicto bélico, allí pereció otro trabajador de prensa. El corresponsal de Clarín en Bagdad, Gustavo Sierra, declaró claramente "a esto no se lo puede calificar como un error, las fuerzas estadounidenses saben dónde estamos y qué hacemos".

Esta agresión criminal ha suscitado la condena mundial. La presidencia de la Unión Europea reclamó hoy la protección de los periodistas que informan sobre la guerra en Irak y condenó estos ataques. Por su parte, la organización Reporteros sin Fronteras se mostró aterrada e indignada por "la actitud del ejército estadounidense" que provocó la muerte de estos tres periodistas, al tiempo que consideró que "la prensa está pagando un tributo muy elevado". En el vigésimo día del conflicto ya han muerto 11 periodistas. La entidad sostuvo que pediría explicaciones al secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, ante lo que parece "un acto deliberado del ejército norteamericano".

En tanto que la Federación Internacional de Periodistas fue más allá, al sostener que los responsables de estos actos podrían ser culpables de crímenes de guerra.

Los trabajadores de prensa son los que reflejan esa cruda y brutal realidad, como la de Alí Smaín, el niño cuya foto hoy pudimos ver en los diarios, yaciendo con los dos brazos amputados en un hospital de Bagdad. Yaciendo sólo con la compañía de médicos y enfermeras, porque ha perdido a toda su familia. Su drama fue provocado por las explosiones de ese ejército que está llevando la libertad a Irak... ¡la libertad de mercado, para que las empresas del imperio puedan aumentar sus rendimientos!

Los nazis que gobiernan en los Estados Unidos, creen que la memoria de sus crímenes podrá ser sepultada con los cuerpos de las víctimas. Frente a esta pretensión perversamente pueril, la humanidad habrá de responder con la consigna de los héroes judíos del Ghetto de Varsovia, de cuyo levantamiento se cumplirán -el 19 de abril- sesenta años: ¡no olvidar, no perdonar!

Nota emitida en el programa radial "Desde la Gente", de LT8 Radio Rosario, República Argentina, el martes 08/04/03. Publicada en el sitio
www.hipotesisrosario.com.ar


Tomado de Rebelión

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