21 de septiembre del 2002
Kurt Nimmo
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
En una entrevista con Paula Zahn de CNN, el antiguo presidente George Bush habló recientemente de su "odio" a Sadam Hussein. "Odio a Sadam Hussein," dijo Bush. "No odio a mucha gente. No odio fácilmente, pero pienso que es, como digo, su palabra no vale nada y es un bruto. Usó gas tóxico contra su propio pueblo. Así que, no hay nada que salve a ese hombre."
El ex presidente afirma que odia a Sadam simplemente por no ser "bueno" y porque es un "bruto". Zahn no se toma la molestia de tratar de profundizar el asunto. Los índices de audiencia de Paula Zahn son pésimos estos días. Su antiguo jefe en FOX News dijo, "Un mapache muerto tendría índices mejores." La entrevista a Bush es, obviamente, buena para la tambaleante carrera de Zahn. Al serlo, no podemos esperar que Zahn insistiera ante Bush padre sobre los detalles de su odio. No en estos días, en todo caso, cuando los medios corporativos hacen esencialmente de coro del gobierno.
El odio en la estela de la Guerra del Golfo no es nada especial. Por ejemplo, Wasli el- Ghazali, seguramente odiaba a Bush y a EE.UU. Ghazali fue condenado en 1994 por su papel en un complot para asesinar a George Bush padre durante una visita a Kuwait. "Cada niño árabe vale todo EE.UU.," dijo Ghazali a Robert Fisk del Independent. "Soy un ciudadano iraquí. Bush mató a 16 miembros de mi familia."
En respuesta al fracasado -y algunos dirían falso- complot para matar a Bush, Clinton disparó 23 misiles Tomahawk contra Bagdad el 26 de junio de 1993 (más de un año antes de la condena de Ghazali y sus co-conspiradores). Siete de esos misiles "guiados con precisión" no acertaron en sus blancos (¿o sí lo hicieron?) y cayeron en construcciones civiles, matando a ocho personas, incluyendo a la conocida artista Leila al-Attar. Clinton dijo más tarde al pueblo de EE.UU. que debiera "sentirse bien" por el ataque. No se dijo nada de si Clinton, como Bush, odia a Sadam Hussein -o, en realidad, a civiles iraquíes inocentes, incluyendo artistas.
Bush no le dijo a Zahn de CNN si el complot de asesinato fue el incidente en particular que atizó su odio al dictador iraquí; la presentadora tampoco se lo preguntó. Es justo concluir que Bush no ha odiado siempre a Sadam. O si lo ha odiado todos estos años, dejó de lado ese odio en nombre del arte de gobernar. Reagan, Bush, el dictador iraquí, y las corporaciones estadounidenses han trabajado juntos durante años. La guerra y la muerte era un buen negocio. También compensa las mentiras y el engaño -y posiblemente entrevistas menos que veraces.
El ex funcionario de Reagan y empleado del Consejo Nacional de Seguridad Howard Teicher ha descrito una relación no tan llena de odio entre la administración Reagan y Sadam Hussein. En 1995, Teicher ofreció una declaración jurada en el caso Teledyne, un espectáculo secundario en un escándalo mayor conocido como "Irakgate". Según Teicher, él y Donald Rumsfeld viajaron a Irak para asegurar que el dictador iraquí recibía lo necesario para ganar la guerra Irán-Irak -o si no la ganaba, que por lo menos hubiera un empate. "Casey, el Director de la CIA, encabezó personalmente el esfuerzo por asegurar que Irak tuviera suficientes armas, munición y vehículos militares," juró Teicher en el affidávit.
Teicher afirma que Estados Unidos "apoyó activamente el esfuerzo de guerra de Irak suministrando a los iraquíes miles de millones de dólares en créditos, inteligencia militar y consejos de EE.UU., y controlando de cerca las ventas de armas de países terceros a Irak para asegurar que Irak tuviese el armamento militar requerido." Reagan también envió un mensaje secreto a Sadam, que luego el vicepresidente Bush entregó al Presidente egipcio Mubarak, y Mubarak lo pasó a Sadam, "diciéndole que Irak debería incrementar su guerra aérea y los bombardeos de Irán." El director de la CIA de Reagan, Casey, quería entregar bombas de dispersión, que "eran un perfecto 'multiplicador de fuerza' que permitiría que los iraquíes se defendieran contra las 'olas humanas' de atacantes iraníes," explicó el ex empleado del Consejo Nacional de Seguridad. Registró los comentarios de Casey en protocolos de las reuniones, que ahora se encuentran en los archivos presidenciales de Ronald Reagan en Simi Valley, California.
En 1982, Reagan "legalizó" la ayuda militar directa a Irak. Esto resultó en más de mil millones de dólares en exportaciones relacionadas con la actividad militar. Según Kenneth R. Timmerman (autor de "The Death Lobby: How the West Armed Iraq") el gobierno de EE.UU. bajo Reagan y Bush vendió a Irak 60 helicópteros Hughes MD 500 "Defender", ocho helicópteros militares Bell Textron AV 212 equipados para la guerra antisubmarina, 48 helicópteros funcionales Bell Textron 214 ST (vendidos para propósitos "recreativos"), y sensores infrarrojos militares y escáneres para el estudio de calor usando imágenes termales infrarrojas (vendidos ilegalmente a Irak a través de una compañía neerlandesa). Después de la Guerra del Golfo, la Agencia Internacional de Energía Atómica [AIEA] encontró el siguiente material estadounidense en Irak: espectrómetros, osciloscopios, iniciadores de neutrones, interruptores de alta velocidad para detonación nuclear, y otros instrumentos utilizados para desarrollar y fabricar armas nucleares.
"Una instalación completa, una planta de fabricación de carburo de tungsteno que formaba parte del complejo de Al Atheer," declaró Timmerman al Comité del Senado de Asuntos Bancarios, de Vivienda y Urbanos," fue volada por la AIEA en abril de 1992 porque estaba en el corazón del programa clandestino de armas nucleares de Irak, PC- 3. El equipo para esa planta parece haber sido suministrado por Kennametal, fabricante de Latrobe, Pensilvania, y por un gran número de otras compañías de EE.UU., con financiamiento de la filial de Atlanta del banco BNL."
El BNL--o Banca Nazionale del Lavoro- suministró más de 5.000 millones de dólares en préstamos no autorizados a Irak, incluyendo 900 millones garantizados por el gobierno de EE.UU. "Cerca de la mitad del dinero fue supuestamente utilizada para financiar la compra de productos agrícolas estadounidenses, incluyendo 900 millones de dólares garantizados por la Commodity Credit Corp. del Departamento de Agricultura, pero los investigadores dijeron que gran parte del dinero había ayudado a alimentar el incremento militar de Irak," escribió George Lardner en el Washington Post el 22 de marzo de 1992. Lardner y otros fueron informados sobre las ventas clandestinas e ilegales de armas a Irak por el representante Henry B. González, presidente del Comité Bancario de la Cámara de Representantes. González estaba cumpliendo "órdenes especiales" -discursos ininterrumpidos en la Cámara- detallando la conducta criminal de Reagan y de Bush. Casi nadie le prestó atención, menos que nadie Bush, que se presentaba para un segundo período.
Mientras Bush hijo declara que "no permitirá... que una nación como Irak amenace todo nuestro futuro desarrollando armas de destrucción masiva," la administración de su padre y Reagan, como lo demuestran las revelaciones de González, evidentemente no pensaban en el futuro de EE.UU. cuando permitieron que armas biológicas y químicas -así como cantidades masivas de material militar convencional- fueran exportadas a Irak. Sólo estaban interesados en asegurarse de que Sadam matara con gas a la mayor cantidad posible de iraníes para castigar de ese modo al Ayatola Ruhollah Jomeini por expulsar al despreciado Shah Reza Pahlevi e iniciar una revolución anti-occidental en Irán. Sin duda Bush, Cheney, los neoconservadores en general, y unas cuantas corporaciones petroleras multinacionales están molestos porque Irán decide lo que pasa con sus recursos petrolíferos.
El Departamento de Comercio autorizó 70 exportaciones biológicas a Irak entre 1985 y 1989, incluyendo por lo menos 21 lotes de letales variedades de ántrax. El diario francés Le Figaro, en un artículo publicado en 1998, afirmó que investigadores en el laboratorio de Rockville, Maryland de la American Type Culture Collection confirmó el envío de muestras de ántrax por pedido de correo a Irak. Después de la Guerra del Golfo, Irak hizo varias declaraciones a los inspectores de armas de la ONU sobre cómo habían convertido en armas el ántrax que les había sido enviado por la corporación estadounidense. En 1985, el Centro de Control de Enfermedades de EE.UU. envió muestras de una variedad israelí del virus del Nilo Occidental a un microbiólogo de la Universidad Basra en Irak. Además, Irak recibió otras "varias toxinas y bacterias," incluyendo botulismo y E. coli.
Las corporaciones que han vendido productos químicas y muestras biológicas de doble uso a Irak para su programa de armas incluyen a: Phillips Petroleum, Unilever, Alcolac, Allied Signal, la American Type Culture Collection, y Teledyne. Teledyne se declaró culpable de acusaciones de conspiración criminal, declaraciones falsas, y violaciones de la Ley de Administración de Exportaciones y de la Ley de Control de la Exportación de Armas, por exportar indirectamente 130 toneladas de zirconio a Irak a través del fabricante chileno de armas Carlos Cardoen. El zirconio estaba destinado a ser utilizado en bombas de dispersión. En su defensa, Teledyne argumentó durante el juicio que la CIA había autorizado los embarques. La compañía de Baltimore Alcolac fue declarada culpable de vender ilegalmente tiodiglicol -un producto intermedio para la producción de gas mostaza -para ser utilizado en el programa de guerra química de Irak.
Cuando Murray Waas y Craig Unger publicaron un artículo en el New Yorker sobre la relación de la administración Reagan y de Bush con Sadam Hussein -tres años antes del revelador affidávit de Howard Teicher- fueron categóricamente condenados y ridiculizados por los medios corporativos. Steven Emerson del Wall Street Journal calificó el artículo de "una bizantina teoría conspirativa," mientras Michael Fumento, un periodista cuyos artículos son distribuidos en el ámbito nacional, dijo que la historia era "un tremendo montón de nada," una insinuación sin base que se "propagó como una bacteria carnívora por los periódicos, las revistas, y las noticias de la televisión en todo el país." Otros acusaron a un medio liberal del intento de descarrilar la campaña de Bush por la reelección.
Durante la elección, Bill Clinton prometió que si era elegido nombraría un fiscal independiente para que investigara el escándalo de Irakgate. Pero como tantas promesas electorales, Irakgate desapareció de las pantallas de radar poco después de la toma de posesión del poder de Clinton. Peor aún, cuando el antiguo empleado del Consejo Nacional de Seguridad Howard Teicher presentó su affidávit en 1995, el Departamento de Justicia de Clinton tomó la ofensiva, acusó a Teicher de mentir, y luego rápidamente clasificó el documento como secreto de estado. El 15 de enero de 1995, la fiscal general Janet Reno y su asistente John Hogan publicaron un Informe Final blanqueando todo el asunto. Se esperaba que todo simplemente desaparecería. Fuera de unos pocos libros y otras "bizantinas teorías conspirativas," el escándalo Irakgate de Reagan y Bush se ha evaporado de la óptica pública.
En general, los medios corporativos dieron sólo una información superficial sobre las revelaciones. "Hay una buena razón por la que a nosotros en los medios nos gusta tanto un lindo, tórrido escándalo sexual," dijo Ted Koppel, al abrir un informe de Nightline sobre Irakgate. "Es, entre otras cosas, tan fácil de explicar y tan fácil de comprender. No hay en absoluto, en otras palabras, cosas como afirmaciones de un encubrimiento gubernamental, que tienden a no ser tan fácil de explicar, y aún más difícil de comprender." En breve, según Koppel y los medios corporativos, el pueblo de EE.UU. no posee la inteligencia necesaria para juzgar por sí mismo si sus dirigentes son criminales. Obviamente, Monica Lewinsky es más importante.
Como Dubya Bush hijo y su círculo de elegantes halcones se preparan para ir a la guerra contra un Frankenstein creado por Bush padre -por lo menos en parte, las revelaciones hechas por el representante Henry B. González y un puñado de personas deben ser reconsideradas dentro del pleno contexto del debate público.
Sin embargo, considerando el papel servil de los medios corporativos en la diseminación de la propaganda gubernamental -y su insistencia en ofrecer banales entrevistas de gente como Paula Zahn -es probable que no se permita al pueblo estadounidense que comprenda en un futuro cercano lo que el gobierno hace en su nombre.
Nuestra única esperanza, parece, son las "bizantinas teorías conspirativas."
19 de septiembre de 2002
Kurt Nimmo es fotógrafo y productor de multimedia en Las Cruces, New Mexico.
Su correo es: nimmo@zianet.com
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