17 de marzo

30 de marzo del 2003

Asciende a 62 el saldo mortal del ataque del pasado viernes en Bagdad

Pedazo de metal, prueba de que misil angloestadunidense destruyó un mercado

Siguen bombardeos sobre la capital de Irak; dañan antenas parabólicas del Ministerio de Información

ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT

Suburbio de Shu'ale, Bagdad, 29 de marzo. El pedazo de metal tiene sólo 30 centímetros de alto, pero los números que lleva inscritos dan una pista de la atrocidad más reciente cometida en Bagdad. Esta tarde la cifra de civiles muertos había llegado a 62 como mínimo, y el texto cifrado en ese trozo de metal contiene la identidad del culpable.

Estadunidenses e ingleses se han esforzado este día por insinuar que un misil antiaéreo iraquí destruyó estas docenas de vidas, y añaden que están "aún investigando" esta matanza. Pero la clave está en lenguaje occidental, no árabe. Y muchos de los sobrevivientes oyeron el avión.

Esta mañana en el hospital Al-Noor tenían lugar escenas desgarradoras de dolor y sufrimiento. Una niña de dos años, envuelta en vendajes y con una sonda en la nariz y otra en el estómago. Todo lo que pude ver de ella eran la frente, dos ojitos y la barbilla. Junto a ella, la sangre y las moscas cubrían un montón de viejos vendajes y torundas. No lejos de ahí, en una cama sucia, estaba Mohammed Amaid, de tres años de edad, con apretados vendajes en el vientre, las manos y los pies. Había un gran montón negro de sangre coagulada al pie de su cama.

Este hospital no cuenta con computadoras y apenas tiene el más primitivo aparato de rayos X. En cambio el misil estaba guiado por computadoras, y esa parte vital del fuselaje tenía una cifra en lenguaje de computadora, que puede ser fácilmente verificado por los estadunidenses... si quieren. Dice: 30003-704ASB-7492. La letra B está raspada, pudiera ser una H. Se cree que podría ser un número de serie. Viene seguida por otra clave a la que los fabricantes de armas se refieren como número de "lote". Dice MFR 96214 09.

El trozo de metal que lleva las claves fue recuperado unos minutos después de que el misil explotó, al anochecer del viernes, por un anciano cuya casa estaba a sólo 100 metros del cráter de dos metros de ancho. Ni siquiera las autoridades iraquíes saben que existe. El misil arrojó trozos de metal entre la multitud, en particular mujeres y niños, y a través de los muros de ladrillo barato de las casas del lugar, cercenando extremidades y cabezas. Por ejemplo, tres hermanos, el mayor de 21 años y el menor de 12, fueron desmembrados en la sala de su vivienda de adobe, ubicada en la calle principal, frente al mercado. Dos casas más allá, dos hermanas murieron en la misma forma.

"Jamás habíamos visto heridas como éstas", me dijo después el doctor Ahmed, anestesista del hospital Al-Noor. "Estas personas fueron perforadas por docenas de esquirlas de metal."

Estaba en lo cierto. Un anciano que visité en un pabellón del hospital tenía 24 hoyos en la parte trasera de las piernas y en los glúteos, algunos tan grandes como monedas de una libra. Una radiografía que me mostró uno de los médicos mostraba claramente por lo menos 35 rebabas de metal aún incrustadas en el cuerpo del viejo.

Como la zona donde ocurrió la matanza del jueves en la avenida principal de Sha'ab -en la que por lo menos 21 civiles iraquíes perecieron por el impacto o incinerados por dos misiles lanzados por un jet estadunidense-, Shu'ale es un vecindario de musulmanes chiítas pobres, en este caso con tiendas de comida ubicadas en casetas de hierro corrugado o de cemento y casas de ladrillo de dos piezas. Son precisamente éstos los pobladores que Bush y Balir esperan que se levanten en insurrección contra Saddam. Sin embargo, este día la ira estaba dirigida a estadunidenses y británicos, por ancianas y afligidos padres y hermanos que hablan sin vacilación, ante la ausencia de los generalmente ubicuos "comisarios" del gobierno.

"Esto es un crimen", me dijo. "Sí, ya sé que dicen que les disparan a los soldados, pero, ¿ve usted algún militar? ¿Ve misiles aquí?"

Tuve que decirle que no. Unos cuantos periodistas reportaron haber visto el jueves un misil Scud en un transporte, cerca de la zona de Sha'ab, y que había armas antiaéreas en los alrededores de Shu'ale. En cierto momento de esta mañana escuché un jet estadunidense pasar a toda velocidad sobre la escena de la matanza y alcancé a ver la cauda de un misil tierra-aire que lo perseguía inútilmente, elevándose sobre las casuchas en el cielo azul oscuro. Una batería antiaérea -fabricada cerca de 1942- también abrió fuego a unas calles. Pero aun si los iraquíes colocan o transportan sus municiones cerca de las ciudades perdidas, ¿justifica eso que los estadunidenses disparen hacia esos vecindarios sobrepoblados, en zonas que saben que contienen calles y zonas comerciales atestadas, y a plena luz del día?

El ataque de la semana pasada en la avenida de Sha'ab fue realizado sobre una arteria principal a mediodía, durante una tormenta de arena, cuando era claro que docenas de civiles morirían, sin importar a qué objetivo le tiraba el piloto.

"Tenía cinco hijos y ahora me quedan sólo dos, ¿y cómo sé si éstos van a sobrevivir?", me preguntó hoy un hombre de anteojos, de mediana edad, con quien charlé en la pieza de atrás de su casa, de piso de cemento. "A uno de mis hijos le dieron en los riñones y el corazón. Tenía el corazón lleno de esquirlas que entraron por las ventanas. Todo lo que puedo decir ahora es que me siento triste de estar vivo."

Un vecino interrumpió para decir que había visto el avión con sus ojos. "Vi el costado del avión y noté que cambiaba de rumbo después de lanzar el misil." Localizar aviones se ha vuelto parte primordial de la vida cotidiana en Bagdad. Y al lector de mi diario que tuvo la gentileza de preguntar la semana pasada si pude ver con mis ojos el avión estadunidense sobre la ciudad, tengo que decirle que en al menos 65 incursiones aéreas, pese a mi vista de lince, no he visto realmente un solo avión. Los oigo, sobre todo en la noche, pero vuelan a velocidad supersónica. En el día, por lo general, pasan arriba de las nubes de humo negro que se ciernen sobre la ciudad. Una sola vez localicé un misil crucero -estos misiles y los cohetes Tomahawk vuelan a sólo 600 kilómetros por hora- y lo vi pasar sobre un bulevar rumbo al río Tigris. Pero el humo gris que se levanta del suelo como los dedos de una mano muerta es inconfundible, junto con el estruendo. Y cuando se les puede encontrar las claves de computadora cuentan su historia, como sin duda lo harán las del misil que se abatió sobre Shu'ale.

Toda la mañana de hoy los estadunidenses estuvieron atacando de nuevo, disparando sobre objetivos ubicados en el perímetro de Bagdad, donde las tropas iraquíes cavan defensas, y en el centro. Un cohete lanzado desde el aire explotó en el techo del Ministerio de Información, destruyendo un conjunto de antenas parabólicas. Un edificio de oficinas, desde el que estaba yo observando el bombardeo, literalmente, se bamboleó varios segundos durante un ataque prolongado. Incluso en el hospital Al-Noor los muros temblaban mientras los sobrevivientes de la matanza del centro comercial trataban de salvar la vida.

Hussein Mnati tiene 52 años y sólo se me quedó viendo -con la cara tachonada de fragmentos metálicos- mientras las bombas se abatían sobre la ciudad. Un joven de 20 años estaba sentado sobre la cama de al lado, con el muñón del brazo izquierdo empapado de sangre y cubierto de vendajes. Sólo 12 horas antes tenía un brazo izquierdo, una mano izquierda, dedos. Ahora apenas empezaba a recordar lo ocurrido. "Yo estaba en el centro comercial y no sentí nada", me dijo. "El cohete llegó y yo estaba a la derecha de él, y luego una ambulancia me llevó al hospital." No sé si los sedantes le habían calmado el dolor de la amputación o no, pero quería hablar. Cuando le pregunté su nombre, se incorporó en la cama y gritó: "Me llamo Saddam Hussein Jassem."

© The Independent
Traducción: Jorge Anaya


Tomado de La Jornada

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