Miércoles 19 de marzo de 2003
Terry Jones
The Observer
Traducido para Rebelión por Mariví Martínez M.
El primer ministro [inglés] pensó que podía sabiamente guiar a sus impetuosos amigos norteamericanos y disuadirlos de cometer acciones de las que luego se arrepentirían. Resulta que sólo lo estaban usando de chivo expiatorio.
No es sencillo cuando descubres que tus amigos te han estado usando como a un tonto. Tony Blair debe haberse sentido realmente mal esta semana cuando Donald Rumsfeld soltó casualmente que el Sr. Bush y su equipo no dan dos cobres por que Gran Bretaña envíe soldados a Iraq. La verdad es que probablemente prefieran que no lo hagamos, pero nuestra participación al menos significa que pueden fingir que se trata de una fuerza internacional.
Pero apuesto a que Tony se siente tremendamente desairado, después de todo lo que ha pasado para probar su devoción por los ideales del militarismo Republicano extremista. Prácticamente ha dividido su partido en dos, ha puesto su propio liderazgo en peligro y ha hecho que su propia imagen se desmejore durante el proceso. ¿Y que ha conseguido a cambio? Algunas palmadas en la espalda y una bonita tarjeta de navidad de la Casa Blanca, espero.
Quiero decir que sencillamente no es justo. Aquí está él, Primer Ministro de Gran Bretaña (precisamente), haciendo todo lo que está a su alcance, lo que incluye inclinarse hacia atrás y lamerse su propio trasero. Está gastando enormes cantidades de dinero que en realidad no tiene para enviar hombres al Golfo. Ha puesto a toda su nación en la primera línea de las represalias terroristas. Ha molestado a sus otros admiradores en Europa y --para coronarlo todo-- le ha puesto su nombre a un plan que no es solo simplemente estúpido sino que de hecho es perverso. ¿Y a cambio? Nada.
Todos los contratos para la reconstrucción de Iraq van a ir a compañías estadounidenses -- preferentemente a algunas como Haliburton, que siguen siendo tan buenas amigas de su antiguo jefe y vicepresidente Dick Cheney. Pero ni una sola compañía británica se va a beneficiar de todo el caos y la destrucción que ese bombardeo causará.
Al pobre viejo Tony no le tiran ni un hueso.
Yo supongo que debería haber tenido más cuidado en un principio y debería haberse fijado con quiénes estaba jugando.
Pero lo tomaron por imbécil.
El pensó que podría hacerse una buena imagen como viejo estadista que sabiamente guía a sus impetuosos amigos estadounidenses y los disuade de cometer acciones de las que luego se arrepentirían. Y para eso está listo a suscribir al régimen más militarista y agresivo que ha estado en el poder en el viejo y querido Estados Unidos de Norteamérica. Un régimen cuyas mentes han explicado claramente su conspiración para lograr el dominio estadounidense del mundo por la vía militar en su informe "Proyecto del Nuevo Siglo Estadounidense" publicado en septiembre de 2000, antes de que George Bush se hiciera del poder. (Se puede ver en www.newamericancentury.org.)
Su objetivo --dicen en su informe-- es "moldear un nuevo siglo para que sea favorable a principios e intereses estadounidenses". Y dejan bien claro que conciben lograr tales metas no a través de la diplomacia sino a través del poder militar. Por tal razón, necesitan "aumentar el gasto en defensa en forma gradual a un mínimo de entre 3,5 y 3,8 por ciento del producto nacional bruto, sumándole entre 15 y 20 mil millones de dólares por año al gasto total de defensa".
Por aquel entonces ellos sabían que tenían pocas chances de que el público norteamericano comprara semejantes sueños imperialistas. Lo que se necesitaba --decían en su informe anterior al 11 de septiembre-- era "algún tipo de suceso catástrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbour". Bueno, los sueños se han hecho realidad.
Y ahora es bastante obvio que en lugar de que el Sr. Rumsfeld y el Sr. Cheney hayan estado escuchando atentamente el sabio consejo del Sr. Blair, lo que ha sucedido es que simplemente lo han estado usando de chivo expiatorio -- una conveniente hoja de parra.
Tony Blair apenas ha estado ayudando a darles credibilidad ante el público norteamericano a los brutales estrategas que el Sr. Bush tiene para la dominación del mundo.
La única esperanza concebible de poder detener sus ambiciones globales de militarización es que el resto del mundo se les oponga. Entonces puede que haya alguna esperanza de que el público norteamericano despierte y vea qué clase de gobierno es el que tienen actualmente. Volver a despertar la democracia norteamericana es la única oportunidad para que un mundo futuro no sea manejado por el terrorismo y procesos de guerra globales.
The Observer - domingo 14 de marzo de 2003
Tomado de Rebelión
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