3 de marzo del 2003
Miguel Ángel Ferrari
Hipótesis
Para constituirse en un imperio, las armas -como es lógico- son muy importantes. Pero si se carece de ideas claras (claras, no justas), que muestren coherencia y ciertos valores acordes con la mentalidad de cada época, que generen consenso, es muy difícil coronar esas aspiraciones de dominación universal, por lo menos durante un tiempo relativamente prolongado; esa larga duración a la que siempre aspiraron las grandes potencias.
"No es lo mismo ser caudillo por la gracia de Dios, como rezaban las monedas franquistas, que serlo por la gracia de las urnas -escribió el columnista Fernando López Agudín, en El Mundo de Madrid del 25 de febrero-. Aznar no es Franco, ni el Partido Popular el Movimiento Nacional, pero actúan como si lo fuesen a la hora, no ya de apoyar, sino incluso de promover una guerra de agresión contra el pueblo iraquí contradictoria con los intereses de España en Europa, Hispanoamérica y el mundo árabe", concluye el analista español.
Muchas veces hemos dicho en Hipótesis, que las clases dominantes de los Estados Unidos han cruzado el límite entre la hipocresía y el cinismo, situándose impúdicamente en el territorio de este último.
La práctica de la hipocresía por parte de los dominadores, consiste -entre otras cosas- en hacer creer que su ideología, en perfecta sintonía con sus intereses, es la ideología del conjunto de la sociedad. Las mentiras, sabiamente entremezcladas con la verdad, suelen adormecer las conciencias. El cinismo, en cambio, esa actitud de alardear con acciones moral o socialmente reprobables, lleva siempre implícita una dosis de violencia. Lo más frecuente en los poderosos, sin embargo, suele ser la combinación de ambas prácticas, insinuando la predominancia de una u otra su grado de ascenso o de decadencia.
Cuando predomina la hipocresía, esto es, cuando se fingen sentimientos o cualidades que no se tienen, el dominador está tomando nota de cuáles son los valores que la sociedad ha hecho suyos y trata de llevar adelante sus propósitos atendiendo a esos valores. Esa actitud le permite establecer alianzas o acuerdos, aún con sus propios o potenciales dominados, como fue el caso de los acuerdos que celebró el Imperio británico con los zulúes en Africa y con los hindis en el Ganges, en la India.
En cambio, cuando predomina el cinismo, como en el caso del gobierno del presidente Bush hijo, a los dominadores se les torna difícil, incluso, mantener las alianzas previamente establecidas, como es el caso de los gobiernos de Francia, Alemania o Rusia, en distintos grados.
Una expresión de descarado cinismo fue protagonizada ayer por la Casa Blanca cuando, luego de la decisión por parte de Irak de destruir -a partir de hoy sábado- los misiles Al Samoud 2, cuyo alcance supere los 150 kilómetros, se hicieron públicas diversas declaraciones donde se señalaba que eso no alcanzaba, porque lo que exigen los Estados Unidos es "el desarme y el cambio de régimen" en Irak. Cuestión esta última que no se encuentra escrita en ninguna de las resoluciones del Consejo de Seguridad. Si a ello se le agrega el insistente latiguillo de que Washington actuará militarmente por dentro o por fuera del mencionado órgano de las Naciones Unidas, queda patentizado el absoluto desprecio por lo moral, social y -en este caso- jurídicamente aceptado universalmente.
Esta conducta extremista y totalitaria de los Estados Unidos, unilateralista para decirlo de un modo cosmético, suele dejar perplejos a sus oponentes. Del mismo modo que dejaba a las fuerzas democráticas del mundo el discurso nazifascista cuando respaldaba el expansionismo y sus crímenes de guerra con el argumento de la necesidad de "espacio vital" o la conveniencia de la "depuración racial" para el mejoramiento de la especie humana.
Frente a los argumentos nazis y a las doctrinas de "guerra preventiva"; de militarización del espacio exterior; de contaminación ambiental sin control porque ella es funcional a los intereses nacionales de los Estados Unidos; de inmunidad de los ciudadanos estadounidenses ante el Tribunal Penal Internacional, mientras se promete sentar a Saddam Hussein y sus colaboradores en un tribunal especial para que los condene... y podríamos seguir hasta el infinito.... frente a estos argumentos se suelen terminar las palabras.
Es tan obvia la perversión del discurso y de la consecuente acción, que en un primer momento paraliza. En un segundo momento, comienza a actuar en cada uno y en la gran mayoría de los seres humanos depositarios del fruto del desarrollo de la conciencia universal, una sensación de asco, de rechazo, de repudio, de odio, a la dominación del cínico. Esa repulsa, unida a la necesaria comprensión de las razones que provocan estos fenómenos, que no pueden ni deben reducirse al desequilibrio psicológico o psiquiátrico de un Hitler o un Bush, es el arma más poderosa para derrotar a los insaciables de poder.
Nunca nos cansaremos de repetir aquellas palabras del histórico dirigente laborista británico, Harold J. Lasky (nada que ver con Anthony "Chirolita" Blair) (1) , cuando aludía al fascismo diciendo "es el capitalismo que rechaza sus orígenes liberales, para adaptar la estructura social de producción a aquellas circunstancias, en que la idea liberal sería política, económica y socialmente fatal para la idea capitalista".
Para Bush y su pandilla, pareciera que las Naciones Unidas y el derecho internacional han dejado de ser funcionales al capitalismo, ahora lo son -sin hipocresía- el fraude, el delito y el crimen: los votos falsos del estado de Florida, la Enron y la Guerra.
(1) Alusión al ventrílocuo argentino "Chapman" y su títere "Chirolita".
Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, República Argentina, el sábado 01/03/03
Tomado de Rebelión
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