17 de marzo

31 de marzo del 2003

Por qué hay que continuar las movilizaciones contra la guerra

Luis González
Rebelión

Algunos compañeros se preguntan si es útil continuar la movilización contra la guerra. Se plantean que "de todos modos Estados Unidos va a seguir adelante" e incluso algunos llegan a decir que todas las movilizaciones no han servido para nada. Muchos aceptan esos argumentos, incluso entre quienes siguen movilizándose, y dicen que hay que movilizarse por dignidad.

Me permito discrepar de estas opiniones. Sin olvidar que en nuestro país la movilización tiene, en mi opinión, otros objetivos (entre ellos, la lucha por la dimisión de un gobierno que desprecia la opinión contraria a la guerra de un 90% de los ciudadanos), estoy convencido de que la movilización popular ha influido en el curso militar de la guerra. Como señaloó Clausewitz, la política y la guerra están íntimamente relacionadas.

Desde el punto de vista militar, la geografía de Irak es ideal para la "guerra relámpago" al estilo de las tropas nazis en al Segunda Guerra Mundial, especialmente las campañas militares de Hitler en el frente oriental: grandes planicies sin obstáculos naturales de consideración, que ofrecían condiciones óptimas para fuerzas blindadas y mecanizadas. Esta estrategia ha sido rebautizada por los estrategas del Pentágono y la OTAN como "Air Land Battle-2000". Se basa en el absoluto dominio del aire, que impide los movimientos de tropas enemigas y abre paso con bombardeos al avance de fuertes columnas acorazadas.

Frente a esta estrategia, las tropas de Irak oponen una similar a la de Trotsky en la defensa de Leningrado contra la ofensiva de Yudenich (1919), recuperada por la URSS en la defensa de Stalingrado en 1942. Se trata de defenderse en las ciudades, forzando el combate cuerpo a cuerpo, para eliminar el efecto de la superioridad aérea de los EE.UU.

Los militares de los EE.UU., para hacer frente a esta estrategia, necesitarían machacar las ciudades con bombardeos abrumadores, que provocarían cientos de miles de víctimas civiles. La existencia de un poderoso movimiento contra la guerra en buena parte del mundo - incluyendo Gran Bretaña y, en menor medida, los propios EE.UU.- impide poner en práctica esa estrategia, que llevaría a verdaderos levantamientos contra la guerra. Esta es la primera consecuencia militar de la movilización.

No es la primera vez que sucede en la historia: Gran Bretaña debía haber tomado nota de que una situación política similar empantanó su campaña militar -entonces junto a Francia- en Suez en 1956, cuando el gobierno de Eden se vio primero obligado a cambiar sus objetivos, descartando un ataque contra la poblada ciudad de Alejandría, y luego a limitar los bombardeos, incluso los de la artillería naval en apoyo del desembarco de sus tropas.

Por otra parte, este mismo movimiento contra la guerra, y la experiencia de lo que sucedió en la guerra de Vietnam cuando empezaron a llegar a los EE.UU. las imágenes de la barbarie militar de sus tropas y los ataúdes de sus soldados, no permite a los EE.UU. una guerra con grandes pérdidas humanas entre sus tropas. La indignación de los portavoces de la Administración Bush por la publicación de imágenes de sus muertos y prisioneros, y la censura que ejercen sobre las cadenas de Televisión USA (y del resto del mundo: prohibiciones a Al Yazeera en Nueva York, sabotaje de su página web...), responden a esta consideración de orden militar. Segunda consecuencia militar de la movilización.

En tercer lugar, la movilización popular contra la guerra ha tenido una importante consecuencia sobre el propio despliegue de tropas de los EE.UU.. La abrumadora oposición de la población de Turquía a ese despliegue hizo que decenas de diputados del propio partido del gobierno se opusieran a él en el parlamento turco, privando a la coalición anglo-norteamericana de un poderoso frente norte. Para colmo, corregir esta situación ha supuesto desplazar al sur de Irak a la IV División, pero al transportar su armamento pesado por barco, se dilata enormemente su entrada en combate. Y esta es la tercera consecuencia militar de la movilización contra la guerra.

Además, la movilización contra la guerra ha impedido que muchos países vecinos de Irak -no sólo Turquía- se prestaran a ser bases del ataque. Eso ha obligado a las tropas británicas y norteamericanas a estirar enormemente sus líneas de comunicaciones desde Kuwait, obligándoles incluso a parar la ofensiva ante la falta de suministros de sus unidades en el frente. Ya les sucedió a los propios anglo-norteamericanos en las Ardenas tras el desembarco de Normandía. Cuarta consecuencia militar de la movilización contra la guerra.

El tiempo juega en contra de los EE.UU.. El clima de Irak es poco apto para una guerra ofensiva en los meses próximos. La valiente resistencia de los soldados y del pueblo iraquí ha frenado hasta ahora su avance. Los cálculos políticos del Pentágono, que esperaba un recibimiento a sus tropas como libertadores (y no, como está sucediendo, como lo que son. Invasores) han fallado. Si la guerra se prolonga habrá más víctimas norteamericanas, lo que alimenta a quienes en los EE.UU. rechazan la guerra. Al parecer, el gobierno Bush ha decidido intensificarlos bombardeos de las ciudades. Dos bombardeos ya en mercados de Bagdad han sumado casi un centenar de víctimas civiles. La valiente resistencia de los iraquíes galvaniza al mundo árabe. La solidaridad crece en los países vecinos de Irak, mientras Rumsfeld y otros amenazan a Siria e Irak con considerarlos beligerantes. No es descartable que en la propias Arabia Saudí o incluso en los emiratos haya pasos hacia la retirada del apoyo de sus gobiernos a las tropas de los EE.UU.. mantener y reforzar la movilización contra la guerra es importante en esta coyuntura.

Dos consideraciones finalmente. La primera es sobre las consecuencias políticas de los acontecimientos militares. Una derrota de los EE.UU. -que sólo puede partir de la combinación de los acontecimientos en el frente y de la movilización contra la guerra- sería la salida más beneficiosa par el conjunto del Humanidad en la guerra de Irak. Recientemente, la revista Time organizó una encuesta en todo el mundo preguntando qué país era una mayor amenaza para la paz mundial, si Irak, Corea del Norte o los EE.UU. El 60 % de los que respondieron dijo, para consternación de Time, que la mayor amenaza para la paz eran los propios EE.UU. Hoy muchos afirmamos que una victoria de los EE.UU. traería nuevas guerras y reforzaría el protectorado USA sobre todo el mundo. Una derrota de sus ejércitos sería la salida más beneficiosa para los pueblos, para los trabajadores, para la Humanidad.

La segunda consideración es de orden interno. Hoy el movimiento contra la guerra no puede detenerse ahí. La actuación del gobierno Aznar, en abierto desprecio a la opinión del 90% de los ciudadanos, exige plantear abiertamente la necesidad de la dimisión de ese gobierno, la necesidad de un gobierno que -en el plano militar- cese todo apoyo al guerra de Bush, niegue el uso de las bases de Rota, Morón y demás para la agresión. Un objetivo ilusionante pata el movimiento.


Tomado de Rebelión

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