Lunes 7 de abril de 2003
Miles de skatos, punks y darkis bailaron durante 12 horas a ritmo de reggae
MARIA RIVERA
La Jornada
De la mano del reggae la protesta contra el conflicto bélico en Irak dejó de lado las imágenes violentas y ríspidas para tornarse cadenciosa y sensual. La noche del sábado en las inmediaciones del Angel de la Independencia miles de jóvenes lanzaron un canto a la vida contra el viva la muerte que entonan los señores de la guerra.
"El reggae se lleva con la paz, con la conciencia, con la armonía. Es lo opuesto a la guerra. Su ritmo, lleno de sabor y alegría rechaza la violencia", explicaba Jorge Maya, uno de los organizadores del acto, y así parecían entenderlo los presentes que sin perder el ritmo lanzaban sus consignas antibelicistas. Pero en estos tiempos, en que la inclusión es palabra obligada, también hubo espacio para skatos, punks y darkis que, dejando de lado sus convicciones, se mecieron acompasadamente.
Juntos forman el nuevo sujeto social que ha parecido en las marchas pacifistas y que a la izquierda, bien pensante o acomodada, le cuesta mucho entender y le es fácil descalificar. En su mayoría tienen menos de 20 años. Algunas veces apenas rebasan la adolescencia, pero los hay con rasgos infantiles todavía. Nunca antes habían tenido contacto con algún movimiento político y hasta el neozapatismo se les hace cosa de gente mayor. Sin embargo, las imágenes violentas de la guerra los movilizó y están en las calles gritando contra el "pinche Bushhh" y hablando de desobediencia civil.
Comprender que en lugar de pancartas con mensajes de contenido "político" enarbolen peluches de Elmo, Tigger y la rana René, como hacen los skatos, no es fácil. Pero si se observa que los muñecos les agregan perforaciones, rastas y detalles que los personalizan, pierden su carácter anodino. Se convierten en alter ego de sus dueños, estos hijos de la crisis nacidos en Ecatepec, Neza o Iztapalapa, que por Internet o medios no convencionales empiezan a sentirse parte del mundo ancho y poblado de los excluidos, en el que los iraquíes les son más cercanos que los pobladores de Santa Fe.
Mejor ambiente para la tocada, imposible. Como trasfondo, el obelisco rematado por la estatua alada, en la que yacen los restos de los luchadores por la Independencia de México; un día diáfano y soleado seguido por una noche cálida, y el gajo de la luna en cuarto creciente suspendido en lo alto. Pero también a escasos pasos se encontraba, perturbador, el edificio de la embajada estadunidense hacia donde todos se volvían al dirigir su mensaje antibélico.
Durante 12 horas 20 grupos dieron lo mejor de sí para que la banda bailara y escuchara el mensaje antiguerrerista que les lanzaban los cantantes tras cada intervención. Pero el acto también sirvió para expresar la solidaridad hacia el grupo de cuatro pacifistas -Carmen Montes, Faustino Santiago, Atzayácatl Ramírez y Héctor Guevara-, que desde hace 15 días realiza una huelga de hambre por la paz.
La noche del sábado las diferencias que han caracterizado a los grupos de reggae fueron dejadas de lado ante la convocatoria que lanzaron los integrantes de Barum, Chautengo, Color de la Tierra, La Trova Cósmica, Gecko, Regatta, La Bacha, Victoria Malawi, Cultura Rots, Tierra Mojada, Casa de Todos, Barum, Hashis, La Simia Felipa, La Comuna, Ganja, La Resistencia y Circunferencia se hicieron presentes. Claro, no faltaban las voces críticas que hablaban de la necesidad de una mayor difusión o de una mejor planeación, pero lo cierto es que no son tiempos para revisar agendas ni tampoco existen recursos para despliegues técnicos. Se trataba de organizar una tocada a favor de la paz que se sumara al esfuerzo que se desarrolla alrededor del mundo para detener la escalada bélica y el objetivo se cumplió. De paso la raza bailó y bailó y la mota flotó y flotó.
Tomado de La Jornada
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