17 de marzo

28 de febrero del 2003

¿Quién caerá primero Hussein o sus contrincantes?

Isaac Bigio
Analista Internacional

A inicios de Febrero parecía inminente que Blair y Bush podrían ir hacia una guerra que depusiese a Saddam. Sin embargo, al terminar este mes el panorama se muestra distinto y no sería irreal en que acabe revirtiéndose.

En 1991 Bush padre bombardeó Irak de la mano de Naciones Unidas aduciendo que Hussein era la encarnación de todos los males. Sin embargo, después de haber echado al 'Hitler árabe' de Kuwait, las tropas occidentales se negaron a marchar sobre Bagdad. Washington dejó que el 'carnicero de Irak' masacrase a las poblaciones kurdas y chiítas que se levantaron haciendo caso al llamado de Bush para deponer a su dictador. Entonces el temor de la Casa Blanca era que una explosión social contra Hussein podría generar una ola de revoluciones y de fraccionamientos estatales que pudiesen desestabilizar al medio oriente.

Al final 'Satán' Hussein sobrevivió a todos los líderes occidentales que guerrearon contra él. Esta astuto autócrata es uno de los pocos ex aliados soviéticos que ha seguido en el cargo a doce años de la disolución de la URSS.

Bush hijo quiere acabar con este viejo dolor de cabeza para su familia. La reacción ante el 11 de septiembre y la guerra afgana lo transformaron en uno de los presidentes más populares que haya tenido dicha super-potencia. Quien fue uno de los pocos presidentes estadounidenses nominados pese a perder en las ánforas supo aprovechar del militarismo para ampliar su base interna e internacional. Mas, la continuación de su postura halcona puede acabar minándolo.

La persistencia en ir hacia una guerra contra Irak está generando quizás la peor crisis que haya tenido la OTAN así como el consejo de seguridad de Naciones Unidas. Sus principales socios en el medio oriente, como Arabia Saudita o Turquía, se muestran reticentes a autorizar el destacamento de fuerzas militares estadounidenses. No sólo está enajenando países aliados sino que está produciendo una ola de protestas populares anti-guerra como no se veía desde la época en que la guerra de Vietnam ya llevaba varios años. En esta oportunidad, el conflicto bélico ni si quiera ha empezado y el 15 de febrero se calcula que no menos de 10 millones marcharon en 300 partes del globo contra una eventual guerra que, en caso de darse, podría ocasionar aún más oposición.

Putin, que estaba acercándose a Bush, ahora viene marcando distancia y su representante ante Naciones Unidas abiertamente vislumbra la posibilidad de dar un veto. Lo mismo pasa con Francia y Alemania, sus tradicionales aliados anti-Kremlin, quienes ahora están mostrando su mayor oposición desde el fin de la guerra mundial.

Saddam tiene un claro juego. Por una parte quiere conservar el máximo posible de armas y autonomía. Mas, cuando sabe que ello le puede implicar una invasión empieza a ceder. Quien inicialmente no quiso dejar entrar a una nueva todopoderosa comisión desarmadora de Naciones Unidas tuvo que tragarse su orgullo nacional. Nuevamente tuvieron que hacer lo mismo autorizando que dicha comisión pudiese interrogar aisladamente a científicos iraquíes o que aviones estadounidenses pudiesen sobrevolar su cielo para espiar sus instalaciones. Cuando Hans Blix dio a Hussein el ultimátum que para el sábado 1 de Marzo debería desmantelar sus mísiles Samoud 2 por superar por kilómetros el radio máximo de acción que le está permitidos, Saddam primero hizo un gesto negando tener éstos. Después de amenazar a EEUU con darle el pretexto que necesitaba y hacer demagogia nacionalista, Hussein acepta capitular ante la comisión.

Sus bravuconadas acaban en constantes rendiciones ante la comisión inspectora. El piensa que la única chance que tiene para sobrevivir es aceptar todas las condiciones impuestas aunque no quiere hacer ello sin previamente mostrar cierto nivel de independencia, a fin de poder negociar mejor.

Con estas maniobras Saddam piensa que podría dividir y paralizar al consejo de seguridad al punto de cortarle las alas a los halcones de Washington. Si Bush padre creyó que el remedio (echar a Huseein) era peor que la enfermedad (mantenerlo en el poder), Chirac, Putin y Shroeder conciben que es mejor mantener a un Irak desarmado aunque Hussein le gobierne antes que arriesgar a prender la mecha sobre el segundo yacimiento petrolífero del ardiente medio oriente. Una guerra contra Hussein, por más exitosa que fuese desde el punto de vista militar, podría acabar con un vacío de poder, fragmentando Irak, haciendo que Irán, Turquía o Israel traten de expandirse, y produciendo caídas de diversos gobiernos o dando alicientes a nuevos atentados en occidente.

Si Bush, Blair, Aznar, Berlusconi y sus aliados lanzasen una guerra sin respaldo popular interno y sin la venia de Naciones Unidas, y si ésta fuese más prolongada o sangrienta de lo calculado, con toda seguridad más de uno de los mandatarios guerreristas occidentales acabaría cayendo. Por tratar de derrocar a Hussein podrían acabar tumbados.

Si Hussein logra evitar la guerra él podría acabar sobreviviendo a sus atacantes. Aunque parezca difícil de creer, una de las principales razones por las cuales este dictador ha permanecido tanto tiempo en el poder se debe al boicot y hostilidad occidentales. Apareciendo como el paladín de la soberanía nacional frente a potencias occidentales que atacan y hambrean a su pueblo, este tirano tiene justificativo para reprimir a la oposición y dotarse de legitimidad popular.

La única manera para que Hussein caiga en beneficio de su propio pueblo consiste en dejar que sea los propios iraquíes quienes se encarguen libremente de organizarse para producir un levantamiento popular interno. Los boicots y amenazas militares le han fortalecido y han debilitado al único agente que pudiese democratizar al país: las propias masas iraquíes.

Tomado de www.mbr200.com

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