28 de febrero del 2003
Isaac Bigio
Analista Internacional
Mucho se habla que una eventual guerra podría acabar con Hussein. Sin embargo, ésta puede terminar tumbando a algunos de los gobiernos que están entre los que más promueven un ataque inmediato. Tony Blair, el principal apoyo internacional de Bush, puede ser una de las grandes bajas del conflicto bélico.
Durante casi 6 años en el poder Blair se mantuvo como uno de los primeros ministros más populares que haya tenido el laborismo. Hoy, por primera vez se discute seriamente acerca de su reemplazo. El miércoles 26 su administración recibió el mayor revés que haya tenido alguna vez en la Casa de los Comunes. Ese día 199 parlamentarios (122 miembros del gobiernista partido laborista) votaron en contra suya planteando que no hay condiciones para una guerra. Nunca antes en la historia parlamentaria se ha registrado una rebelión tan alta en la bancada oficialista.
En Reino Unido el gobierno se basa en los 659 parlamentarios. Tony Blair era visto como el único laborista que había llevado por 2 veces consecutivas a su partido a ganar una mayoría aplastante de más del 60% de las bancadas. El 26 de febrero los líderes de los 2 partidos que controlan el 90% del parlamento se pronunciaron a favor de preparar una guerra contra Irak. La suma de los 412 laboristas más la de los 163 conservadores y los 11 unionistas nor-irlandeses arroja 586 parlamentarios de fuerzas que oficialmente tienen una línea dura frente a Bagdad. Sin embargo, sólo 393 de ellos siguieron a sus líderes, mientras casi 200 de ellos votó en contra o no votó.
El laborismo se encuentra ante su mayor crisis. La inmensa mayoría de su base se opone a la guerra. Gran parte de los 2 millones que fueron a marchar contra la guerra el 15 de febrero son sus miembros o electores. Un tercio de la bancada oficialista votó contra el gobierno y unos 50 parlamentarios laboristas indicativamente no asistieron a tal votación. De los alrededor de 250 parlamentarios laboristas que respaldaron a Blair hay 96 que son ministros y reciben sus pagos del gobierno, y todos ellos unánimemente respaldaron a Blair. Muchos parlamentarios quienes esta vez apoyaron a su premier lo hicieron con reservas y han dejado entrever que en caso que el premier resolviese ir a la guerra sin aval de Naciones Unidas se sumarían a la rebelión.
No sólo el laborismo se escindió ante dicha cuestión. Trece conservadores (casi un décimo de los representantes de dicho partido tradicionalmente halcón) votaron en contra de ir pronto a una guerra. Para Kenneth Clarke, quien disputó recientemente con Ian Duncan Smith el liderazgo de los 'tories', la próxima vez que terroristas ataquen una metrópoli occidental o que fanáticos fundamentalistas depongan a un gobierno en el mundo islámico ya se sabrá que política habrá provocado ello. Para los conservadores disidentes la decisión de ir o no a la guerra no la ha tomado o podrá tomar el parlamento británico o Naciones Unidas pues ésta ya ha sido decidida por la Casa Blanca.
Los laboristas rebeldes manifestaban oponerse a ir tras la derecha dura norteamericana que querrá imponer sus términos militares en otros países, que tiene intereses petroleros en el medio oriente, que socava la autoridad de Naciones Unidas, que quiere bombardear Irak mientras se apuntala al mayor poseedor de armas nucleares y de gases en el medio oriente (Israel) y cuyas acciones acaban produciendo masivos reclutas para Al Qaeda.
Los únicos partidos que mantuvieron su cohesión en dicho debate fueron los liberal-demócratas y los nacionalistas. Los primeros están pasando por su momento de mayor popularidad. Debido al giro a la derecha de Blair ahora los liberales aparecen como la fuerza que mantiene en alto algunos de los principios que otrora fueron propios del laborismo (anti-guerra, educación gratuita, etc.). Sin embargo, tanto liberales como los disidentes conservadores o laboristas no están en contra de toda guerra pues el grueso de ellos secundaría una amparada por Naciones Unidas.
Blair ha sido tildado por Mandela como el canciller norteamericano. Su creciente arrinconamiento afecta a Bush. Si Blair no consigue una segunda resolución en el consejo de seguridad en pro de una acción bélica él corre el riesgo de ser depuesto. Tanto él como Aznar o Berlusconi encabezan antiguos imperios europeos que pretenden fortalecerse siguiendo a la única super-potencia. Mas, esta guerra es impopular en sus propios países y podría crear crisis gubernamentales mayores si ésta se da sin un mandato internacional o es más larga y sangrienta de lo calculado. La venganza de Hussein podría ser que quienes quisieran deponerlo militarmente pudiesen acabar siendo depuestos por sus propios electores.
Tomado de www.mbr200.com
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