17 de marzo

11 de febrero de 2003

Iraq bajo el talón de hierro

Alfonso Sastre
Rebelión

Al hablar hoy de un "talón de hierro" me estoy refiriendo a la profecía que hizo, a principios del siglo XX, el novelista norteamericano Jack London: a finales de ese siglo se abatiría sobre el mundo una gran dictadura generalizada al servicio del capitalismo; dictadura que tomaría ese nombre, el talón de hierro. Sobre aquella ficción anticipatoria escribieron, a lo largo de los años, autores ilustres como Anatole France; también Leon Trotski, que leyó la novela muchos años después y le hizo un prólogo en el que asoció el "talón de hierro" al fascismo, y en ese sentido la novela habría sido profética. Vista la cuestión desde hoy, está muy claro que el fascismo no fue el momento histórico del cumplimiento de aquella anticipación, dado que en la novela se trataba de la opresión mundial ejercida desde una estructura capitalista y democrática; de modo que es ahora -¡ahora!- cuando estamos viviendo esa situación no fascista -pues no lo es, aunque así convencionalmente se diga- en la que la democracia representativa evidencia, en ella misma, sus propias virtualidades opresivas sin cuento.

He aquí hoy, en la realidad de nuestras vidas, la opresión de aquel talón de hierro imaginado por un escritor, arropada en nuestros días por una corte de intelectuales con nombres y apellidos y otros desconocidos, comprometidos todos... con ese pensamiento único que es un ersatz que el imperialismo usa para ponerlo en lugar de la realidad de un pensamiento verdadero. El momento en que escribo este artículo encierra un patetismo particular y revela algunas cuestiones esenciales, no solamente desde el punto de vista humano y social sino también teórico, pues lo que está en cuestión es nada menos que una sentencia, al menos moral, contra este "sistema democrático", en la medida en que él es capaz de albergar tales horrores; lo que no es una cuestión nueva, desde luego, pues las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, cuando la segunda guerra mundial estaba virtualmente terminada, dieron una prueba a favor de las capacidades de "la democracia" (?) para lo espantoso, relevando al nazismo de este honor que él había adquirido en episodios como el bombardeo de Gernika. (Desde luego, durante toda la Segunda Guerra Mundial, las democracias y los fascismos compartieron ese dudoso honor de bombardear poblaciones civiles).

El crimen como procedimiento político generalizado en la Historia es evidente a lo largo de todos los tiempos. Por ello, ha de parecernos ridículo que, a la hora de decir hoy "no" a un ataque mortal del Imperio Norteamericano y sus aliados contra Iraq, se acuda a la biografía política de Sadam Hussein para interponer esa biografía contra el pensamiento de quienes decimos ese "no". En realidad, el talón de hierro pesa sobre todos nosotros, que advertimos que el objetivo de Bush -simbolicemos la agresión en ese nombre- no es desplazar de su poder a Sadam Hussein (lo que, por otro lado, es un asunto del pueblo iraquí y corresponde a su soberanía), sino aplastar a un pueblo alegre y anhelante de vida, como si fuera una cucaracha, y apropiarse suciamente - con sangre y con mierda- de su petróleo.

¿Y qué hacer nosotros -los escritores y los artistas- ante tamaña situación? Una vez más se plantea el tema de nuestra propia responsabilidad ante hechos de tal magnitud. En los últimos días hemos oído alzarse voces gallardas de actores y otras gentes del cine en un clamor contra la guerra. Yo mismo he porpuesto que en los vestíbulos de los teatros se pongan pliegos de firmas con un texto que podría parecerse al que ahora copio a continuación y como remate de este artículo: "En la actual coyuntura del mundo, el pueblo de Iraq se halla gravemente amenazado, por razones de carácter económico-imperialista, de que estalle sobre sus cabezas una guerra inmisericorde que provocaría miles de víctimas civiles. Quienes firmamos este escrito manifestamos nuestra gran inquietud, hasta las fronteras de la angustia, ante tan criminal amenaza. Es por lo que unimos nuestras manos y las alzamos con los siguientes gritos urgentes: ¡Alto a la guerra! ¡Por la paz mundial! ¡Por el cese inmediato del embargo al pueblo iraquie!".

Ya hay muchos signos de que las gentes del teatro se están incorporando a esta batalla contra el crimen.

Tomado de Rebelión

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