1 de abril del 2003
Miguel Urbano Rodríguez
resistir.info
Al leer ayer una crónica de Robert Fisk, transmitida de Bagdad, me emocioné. Desde la juventud, el heroísmo de los pueblos hace nacer en mí la solidaridad.
Me vino a la memoria Kabul bombardeada en los años 80 por los fundamentalistas de Hesbe-i-Islami, de Hekmatyar, y de la Jamiat-i-Islami, de Ahmad Sha Masoud, armados y financiados entonces por los EEUU. Me encontraba en la ciudad y sentía que la lucha de los revolucionarios afganos era también mía.
El cuadro de Bagdad bajo las bombas norteamericanas llegadas del cielo me hizo imaginar el escenario terrible de la gran ciudad en llamas. Sentí envidia de Robert Fisk y de otros intelectales progresistas. Mucho hubiera deseado estar allí, hombro a hombro con los iraquíes que defienden su tierra contra la barbarie neonazi.
Bagdad, como símbolo de la resistencia de un pueblo, es hoy el Madrid del año 36, el Leningrado del 41, el Hanoi de los 70.
No siendo posible luchar por el pueblo de Iraq en Kirkut, Um Qsar, Bassorah o cualquier otro lugar de Mesopotamia, contemplando las ruinas milenarias de Ninive, Babilonia o Ctesifon, me integro al gran ejército civil de paz que, por el mundo, en defensa de la humanidad hace suyo el combate de los que pelean en las trincheras del Eufrates y el Tigris.
La primera tarea de los escritores y periodistas que mantienen la lucidez es el desenmascaramiento de la campaña desinformativa comandada por los responsables del genocidio iraquí.
Es una lucha desigual. Ellos lo tienen todo; nosotros casi nada.
Los agresores se exhiben enmascarados de libertadores y controlan una gigantesca máquina mediática, a través de la cual intentan imponer la mentira como verdad, presentando su guerra como servicio prestado a la humanidad, callando la voz de los adversarios y omitiendo todo lo que los incomoda.
Romper la muralla del silencio en este contexto es una necesidad básica y urgente. Se hace urgente arrancarles la máscara.
El escritor cubano Lisandro Otero(1) analiza en un oportuno artículo la cumplicidad de la llamada "prensa libre" con las fuerzas políticas y económicas responsables de la guerra, acusando a la casi totalidad de los mass media estadounidenses de repetir monótonamente que las fuerzas armadas norteamericanas y británicas se encuentran en Iraq para "restablecer la democracia y la libertad del pueblo iraquí y aplastar para siempre el terrorismo". Mientras, las emisoras de televisión y radio - subraya- no hacen referencia al papel de los grandes consorcios de hidrocarburos en la preparacion de la guerra ni a las relaciones financieras de Bush,Cheney y Condoleeza con Chevron, Texaco, Mobiloil y Shell.
Mentir pasó a ser rutina para los hombres de la Casa Blanca y el Pentágono. Hace días, un alto funcionário del Departamento de Estado fue tan desvergonzado que afirmó en un programa de televisión que, hora tras hora, crece en el mundo el apoyo a la coalición libertadora de Iraq. Ocurre que la coalición es un fantasma y en ese mismo día millones de personas protestaban en las calles de cientos de ciudades contra la agresión a aquel país.
El funcionario del State Department estaba consciente de que su mentira llegaría como verdad a muchísima más gente en los EEUU que las imágenes de las protestas, no difundidas en el país por la gran mayoría de las cadenas televisivas.
La guerra psicológica ha llegado a un refinamiento sin precedentes. En la Casa Blanca, en el Pentágono, en el Departamento de Estado, grupos de especialistas en contra- información fabrican "noticias" falsas que tienen por objetivo estimular el apoyo a la política de guerra y estabelecer la confusión en el campo de los defensores de la paz. Las astucias de la propaganda de Goebbels parecen juegos infantiles comparadas con las imaginadas por estos técnicos de la manipulación desinformativa. Han sido ellos los inventores de las historias sobre los dobles de Sadam, de los rumores sobre su muerte, las conversaciones secretas con los generales iraquíes, de la rendicion de una división entera en el sur, de la insurrección chiíta en Basorá, del recibimiento triunfal de las tropas de los EEUU en aldeas "liberadas", de los combates imaginarios producidos en estudios norteamericanos.
El mínimo que se podría exigir a diarios como el New York Times y el Washington Post, a revistas como Time, a cadenas televisivas como la CNN, ABC, CBS sería una gran reserva ante tales rumores y "noticias". Pero otra ha sido su actitud. Se apresuraron a difundirlos, a veces con grandes titulares.
Simultáneamente, esos influyentes órganos de comunicación social, símbolos de la "prensa libre", ignoran o devaloran noticias auténticas que llegan de los frentes de batalla. Los fracasos de las tropas invasoras son minimizados u ocultados. No tengo conocimiento de un solo editorial del NYT analizando el significado de acontecimientos como el bombardeo de las fuerzas norteamericanas y británicas por aviones de la US Air Force, el derrumbe de un caza Tornado inglés por un misil Patriot estadounidense, y el fuego cruzado entre compañías de marines ("fuego amigo" lo llaman), por una alegada falta de visibilidad, pero en realidad como efecto del miedo y el caos que se instalan en el campo de los invasores.
"Dios está tan descontento con el uso abusivo de su nombre por el presidente Bush - oí el comentario de una monja italiana en La Habana- que, para castigarlo, las tropas de los EEUU ya no consiguen distinguir a los compañeros de los enemigos. Se matan unos a otros, los desgraciados..."
Los gigantes de la TV prefieren "esterilizar el campo de batalla" -- la expresión es de Stephen Hess, del conspicuo Brookings Institute -- para no herir la sensibilidad de los televidentes. Si Rumsfeld garantiza que la guerra moderna mata poquísima gente y las armas" limpias e inteligentes" están actuando com notable precisión, sería una grosera descortesía exhibir en la pantalla montañas de ruinas en Bagdad y Basorá, y sobre todo, cadáveres de mujeres, niños y ancianos, descuartizados por la metralla cuando circulaban por mercados de la capital...
Mark Tremayne, profesor de la renombrada Universidad de Texas, en Austin, sintetizó bien ese espíritu de la vieja América puritana, admiradora de George Bush hijo. "!Las televisiones --así dijo-- no deben mostrar cosas que enojen a los televidentes!"
La mentalidad oficial es asumida tan disciplinadamente por el alto comando de las fuerzas armadas que me trae a la memoria el comportamiento de los antiguos mariscales prusianos.
En el mismo día en que de los frentes de combate llegaba la noticia de que ni una sola ciudad importante de Iraq había sido ocupada por las fuerzas anglo-americanas después de una semana de guerra, el general Colin Powell declaraba en Washington, según la Agencia France Press: "de momento controlamos casi todo el país, con excepción de los suburbios de Bagdad, controlamos el sur y, poco a poco, rodeamos Bagdad".
Mentía conscientemente.
Al propio tiempo, el general Richar Myers, jefe del Estado Mayor Conjunto, comentaba la situación con una observación digna del librito de frases célebres de Bush: "pensamos que la batalla más dificil está por venir, lo que, desde luego, ya lo sabíamos desde el comienzo y estamos preparados para ello".
No se quedó atrás en sagacidad el general Tommy Franks, el comandante operacional de las tropas de invasión anglo-americanas. Garantiza ese estratega que "tiene tropas situadas en lugares desconocidos" e informó en tono de misterio: "lucharemos bajo nuestras propias condiciones".
Un reportero estadounidense que acompaña una división de fusileros confesó, algo melancólico, que los vecinos de los pueblos iraquíes "no manifiestan entusiasmo por la presencia de las tropas de los EEUU", pero eso se debe al "terror que les infunde Sadam".
Ese es el estilo de los jefes guerreros de la cruzada emprendida por los EEUU y de los periodistas que acompañan al ejército libertador.
No es así sorpresa que las emisiones de Al Jazira, la cadena árabe de Qatar, hayan sido prohibidas en los EEUU. La verdad sobre la guerra genocida se hace insoportable para las fuerzas y grupos que controlan el sistema de poder en la gran República.
En la ofensiva de contra-información, el ridículo es, a veces, el condimento de la estupidez y la agresividad. Una emisora de televisión admitió la posibilidad del envenenamiento del Sena, en París, como castigo a imponer a Francia. Otra manifestación del rencor beócio contra la patria de Víctor Hugo ha sido la iniciativa de un grupo de ultras. Redactaron un documento proponiendo la devolución a Francia de la Estatua de la Libertad.
De las gigantescas proporciones del movimiento mundial de protesta no se habla siquiera en las pequeñas ciudades del interior de la Unión. Es más que natural, pues allí no llegan los ecos e imágenes de las manifestaciones contra la guerra en su propio país.
Esa alienación de las mayorías que todavía apoyan la cruzada bushiana no tiene, sin embargo, la capacidad de detener el movimiento de la historia.
Por primera vez en milenios asistimos a una lucha global por la paz. La humanidad asume, al fin, conciencia de estar colectivamente amenazada por un proyecto de dominación planetaria de contornos fascistas que asusta. La guerra genocida contra Iraq es solamente una etapa, rumbo a un objetivo cuya irracionalidad compromete - no me canso de repetirlo- la continuidad de la vida humana en la Tierra.
En estos días trágicos, el pueblo de Iraq, al defenderse con coraje, aparece como sujeto histórico en la desigual batalla en desarrollo. Por una casualidad impredecible hace años, le incumbe hoy la tarea de defender valores civilizatorios que empezaron a formarse en las riberas de los dos grandes ríos de su país.
La solidaridad militante con los hombres y mujeres que allí resisten, oponiéndose a la barbarie neofascista estadounidense es por lo tanto -insisto- un deber para los intelectuales que hacen de la escritura y la palabra una arma en la lucha por la libertad.
Lejos de la Mesopotamia podemos afirmar que es también nuestro ese combate. Estamos todos, de algún modo, en las trincheras del Tigris y el Eufrates.
La Habana, 28 de marzo del 2003
(1) Lisandro Otero es uno de los más talentosos novelistas cubanos, recientemente distinguido en La Habana con el Premio Nacional de Literatura, reside en México en donde colabora en grandes diarios de ese país.
Traducción de Marla Muñoz
El original portugués de este articulo se encuentra en http://resistir.info
Tomado de Rebelión
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