30 de marzo del 2003
Daniel Campione
ALAI
La guerra ha comenzado, los tanques avanzan hacia Bagdad. La excusa de la vinculación con Al-Qaeda de Irak nunca tuvo comprobación, no importó. A Hussein no se le encontraron armas de destrucción masiva, tampoco importó. Las Naciones Unidas no dieron su acuerdo, menos. El propósito inmediato es destruir el régimen de Hussein, y el estratégico parece ser dejar establecido que EE.UU. tiene un poder de intervención en cualquier lugar del mundo, con supuestos fines 'preventivos' que sólo él determina. No hay ONU, ni OTAN, ni ninguna instancia supranacional o interestatal que valga. La 'retaliación' del atentado a las Torres, convertida en guerra antiterrorista de límites indefinidos en el tiempo y en el espacio, sigue operando.
¿Por qué Irak? Por el petróleo, se suele responder. Sin duda es una razón, pero hay otra más fuerte: EE.UU quiere terminar con los poderes que de algún modo lo desafían, quiere terminar de uniformar económica, social y last but not least, culturalmente al mundo. Sus documentos hablan del Siglo XXI como el siglo americano, y diagnostican que la incontestable hegemonía militar es el gran instrumento para imponerlo. Y a esto se une el problema regional: Medio Oriente es una fuente de inestabilidad crónica, de choque entre países que los norteamericanos necesitan mantener como aliados o convertir en tales, por razones estratégicas y económicas El Islam es en este sentido un obstáculo, los países islámicos que resisten en variable medida las políticas norteamericanas, son un obstáculo mayor.
Irak, junto con Irán, es el principal estado islámico de Medio Oriente, que mantiene políticas no obedientes a los dictados norteamericanos. ¿Por qué Irak? ¿Por qué no Irán? Porque no tiene un 'villano' como Hussein, y la creación de un Satán es un requisito fundamental para una operación mesiánica como la de Estados Unidos. Ese país 'fundamentalista', pero con Parlamento y elecciones periódicas no da, por ahora, el estereotipo necesario. En cambio Irak posee un villano casi perfecto, y arrastra una situación de pleito con Norteamérica desde 1991, cuando los 'aliados' decidieron dejarlo en el poder bajo 'vigilancia' luego de derrotarlo. Luego vino el bloqueo y las interminables inspecciones de armas, y los bombardeos esporádicos. La idea pareciera ser utilizar el ingreso y ocupación del ejército norteamericano en Irak, como el inicio de un 'rediseño' político y cultural de toda la región, que mellara el filo antinorteamericano del islamismo, y generara regímenes más 'previsibles', que no escapen del control de EE.UU. Pero volviendo a la escala global, esta 'guerra mundial contra el terrorismo' puede seguir en cualquier lado, incluyendo regiones tan alejadas del Medio Oriente como Colombia, imponiendo el principio de que el gobierno estadounidense tiene pleno derecho a intervenciones 'preventivas', que puede y debe decidir unilateralmente. Esto inutiliza a la ONU, pero también ha tenido la virtud de dividir y desorganizar a la Unión Europea, y le permite al Imperio jugar con la idea de 'vieja' y 'nueva' Europa, esta última identificada con el modelo 'americano' de capitalismo, y sin pujos autonómicos frente a la política exterior estadounidense. Y el día de mañana puede amenazar incluso a China, ese país-continente cuya envergadura y crecimiento económico sostenido, puede convertirlo con el tiempo en un rival del poderío norteamericano.
La dirigencia norteamericana probablemente haya captado que vive un posible punto de inflexión. Las estrategias neoliberales están desprestigiadas, la economía nacional norteamericana estancada y su estado en déficit, los flujos financieros producen frecuentes crisis, aquí y allá brotan movimientos fuertes que quieren revertir el diseño del mundo de las últimas décadas, los mal llamados 'globalifóbicos'. Ante esas 'amenazas', el gran capital y el estado norteamericano parecen dispuestos a intentar defender atacando, y utilizando la herramienta de poder más indisputada que poseen: La militar. La guerra fría tuvo en sus cuatro décadas de duración un espíritu de cruzada presidiéndola, la caída de la URSS adormeció ese espíritu, y el atentado a las Torres fue utilizado para resucitarlo plenamente (aunque la resurrección estaba planificada con anterioridad). Esta 'utilización' del atentado, por lo demás, no fue una decisión totalmente fría y racional, sino que estuvo teñida por la reacción frente a un tipo de ataque que los norteamericanos nunca habían sufrido en su territorio, y puede apoyarse así en un reforzado patriotismo con connotaciones incluso religiosas. La guerra de Irak sigue formando parte del escarmiento a producir, aunque los vínculos Irak-atentado a las Torres sean entre tenues e inexistentes, o quizás precisamente por ello: La guerra norteamericana, como invocó Bush en su momento, es una guerra global contra el terrorismo, no sólo una persecución de los autores del gigantesco incendio en Manhattan.
Irak es parte de una política que no se agota en esta invasión, y que no se detendrá por sí misma. El 'rediseño' del mundo entero a la imagen norteamericana, es el objetivo final. Producir nuevas victorias decisivas que profundicen la unipolaridad inaugurada en 1991. A mediados de los 70' lo más concentrado y conservador del gran capital emprendió una contraofensiva que culminó con la liquidación del principal adversario. Ahora EE.UU. no tiene un conflicto claro y compartido como el de entonces, pero sí una supremacía mundial indisputada que antes no existía, y la fuerte voluntad de fortalecer aun más su influencia. Nadie puede oponerse a Norteamérica, nadie puede sustentar otros valores civilizatorios, nadie puede hacer nada importante sin el acuerdo del Estado norteamericano, nadie organizar la sociedad bajo parámetros diferentes que la búsqueda de la ganancia por las empresas. Ese es el mensaje, lo que se pretende demostrar con intervenciones como ésta, privadas de otro impulso que no sea la voluntad omnipotente del Imperio.
Bush quiere un mundo dónde esté claro que oponerse al capitalismo concentrador y excluyente resulta fatal, en lo posible en el sentido más literal del término. Que el Poder Mundial no tiene contradictor posible. Que las libertades públicas serán sometidas a todas las restricciones necesarias para que esto siga siendo así.
El movimiento social mundial emergente después de Seattle tiene todo para oponerse a esta infamia. Las marchas contra la guerra, masivas en los más variados lugares, así lo vienen demostrando. EE.UU ha perdido en esta instancia a sus principales aliados, no sólo porque tengan intereses petroleros o de otro tipo en Irak, sino porque ven demasiado unilateral y omnipotente la voluntad de poderío norteamericana, el impulso a no consultar con nadie sus decisiones. El fracaso de la estrategia de obtener resoluciones habilitantes de la ONU significó un desgaste importante para los norteamericanos. En lo técnico-militar es probable que este conflicto constituya realmente una victoria más o menos rápida para las fuerzas armadas norteamericanas. Si esto ocurre, lo más factible es que la opinión pública interna se mantenga, con mayor o menor masividad y entusiasmo, del lado de su Presidente. Es en el sostenimiento político de largo plazo, a nivel mundial, de este modo de operar que se juegan mayores posibilidades de un fracaso estadounidense, de infligir una derrota que inhabilite la continuación de esas políticas, que desprestigie a los think tanks y a los funcionarios que las llevan adelante. De lo contrario, la amenaza de la 'guerra preventiva' seguirá sobrevolando a toda la humanidad, cada vez con mayor intensidad y frecuencia.
Tomado de Rebelión
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