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UNIVERSIDAD LA REPUBLICA                                           SOCIOLOGIA VIRTUAL
ESCUELA DE SOCIOLOGIA                                                      Número 1. Junio1999


PROBLEMAS EPISTEMOLóGICOS

CONSTRUCTIVISMO SISTÉMICO Y LA SOCIOLOGíA CONTEMPORÁNEA


Marcelo Arnold Cathalifaud *   (19/04/99)

*Antropólogo Social y Master en Modernización Social de la Universidad de Chile. Trabajó en Alemania bajo la dirección de Niklas Luhmann mientras realizó sus estudios de doctorado en la Universidad de Bielefeld (Alemania). Actualmente dirige el Magister en Antropología y Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales; profesor en diversos programas de postgrado de MBA y consultor de instituciones públicas y privadas. Autor de numerosas publicaciones de estudios e investigaciones, que aplican teoría de sistemas tanto en campos teórico-metodológicos como aplicados.

En recuerdo a mi maestro Niklas Luhmann (1927-1998)

En tanto la sociología produce conocimientos acerca de lo social, lo menos que se le puede pedir es conocer desde donde los produce. Ello nos conduce a la epistemología.

La epistemología es un mecanismo poderoso: produce conocimiento que construye realidad, que construye realidad, que construye realidad..., en tal sentido, es inevitablemente aplicada. Sus impactos configuran recursivamente lo observado actuando desde los propios mecanismos de¡ conocer. Uno de los aportes del constructivismo sistémico consiste en hacerlo consciente y operar, en forma manifiesta, con tal condicionalidad.

Desde la seducción de tal propuesta nos hemos visto obligados a repensar y problematizar nuestro quehacer, especialmente la pretensión de minimizar nuestros efectos como investigadores, para enfrentarnos directamente con la condición de responsables de operaciones constituyentes de la realidad, de la cual hablamos, modelamos, ciframos y a la que, finalmente, pertenecemos, reproducimos o intervenimos. Esto vale, especialmente, para las nuevas generaciones de sociólogos.

Por cierto, la magnitud y complejidad de estos temas están lejos de agotarse. Nuestras posibilidades se reducen a compartir un fragmento de su tematización, insinúan rutas para su reducción, abren ventanas, persiguen estimular, iniciar tareas, no para aceptar una solución.

CONTEXTO

Un contexto da sentido a lo que hablaremos aquí, descubriremos algunas de sus selecciones. En el decenio que acompaña al fin de siglo presenciamos el derrumbe de estados-nacionales, sistemas políticos y económicos. También las bases que sustentaron, durante largo tiempo, nuestros modos de hacer investigación tienen importantes e inesperados vuelcos (Arnold et al 1999a).

Apreciamos, por ejemplo, el cuestionamiento de los supuestos claves acerca de la objetividad, a los que debemos los cimientos de nuestras disciplinas. En ese plano Giddens, sociólogo británico, destaca (1994), que la convicción de que todo conocimiento debe quedar referido a una realidad que puede aprehenderse con los sentidos, y que la metodología y estructura de la mecánica clásica puede aplicarse, sin más, en las Ciencias Sociales y Humanas, entró en franca crisis.

Las epistemologías tradicionales fueron fuertemente golpeadas al objetarse los fundamentos tradicionales de la validación de¡ conocimiento científico, por quien fuera una de las figuras de¡ positivismo. Si bien atraído inicialmente por sus postulados, Popper, prontamente se distancia de los principios clásicos al postular la imposibilidad de verificar empíricamente las teorías científicas, destacando que las únicas proposiciones verdaderas son las que no nos permiten verificarlas criterio de falseabilidad-. Con tal acercamiento la verdad permanece como criterio regulativo de¡ quehacer científico pero, como meta, inalcanzable.

Tampoco podemos evitar mencionar que, mucho antes, a partir de los minuciosos estudios de Kühn (1962), entramos de lleno en el colapsamiento de la argumentación científica tradicional. Desde su mirada hacia las condicionalidades históricas de la ciencia denuncia que ni la razón (racionalidad), ni las sensaciones (empirismo), han sustentado realmente los paradigmas de la ciencia. Más bien, lo son consideraciones previas, conformadas con la fe de las comunidades científicas que han creído en ellas.

Desde fuera de las ciencias, las resonancias respecto a los incrementos observados en la complejidad societal, que acompañan al despliegue de la modernidad en los países tempranamente industrializados, conllevan pérdidas de la confianza en explicaciones macros y una fragmentación de los saberespoderes. Este emergente y difuso estilo social y cultura¡ fue denominado, por Lyotard, postmodernidad (1986).

Quizá, este último fenómeno, desde el punto de vista sociológico, es decisivo. Podemos entender la postmodernidad como la pérdida de razones vinculantes para todos, lo que para algunos es, pura y sencillamente, la perdida de toda razón. Para nosotros, sólo es efecto de los procesos de diferenciación social. Lo que ocurre es la emancipación de una Razón, generada en la Europa iluminista, que asumía la unidad M mundo desde su observación hegemónico y, en ese mismo acto, irracionalizaba todo lo que se le oponía.

La autodescripción de la sociedad contemporánea ya no se deja reducir por monólogos basados en teorías totalizantes, lo singular deja paso a lo plural, incluso como opción valórica. Respetemos o no las diferencias, aceptamos, cada vez más, nuestra responsabilidad de decidir en que creer. El ser individuo ya es un estatus social.

Desde este escenario se han iniciado nuevos desafíos, muchas pistas han quedado abiertas, pero también prende el desconcierto. Asentadas costumbres y viejas rutinas, no ceden fácilmente paso a renovaciones, cuyos rendimientos son inciertos. Tampoco las ideas emergentes detienen su evolución. Potenciales acuerdos no entran en maduraciones paradigmáticas, permanecen eclipsados, enfrentados por los diversos intereses y estados de desarrollo que se cobijan bajo sus propuestas. No estamos frente a un campo consolidado.

En síntesis, nuestro espacio de reflexión, la epistemología, esta sometido a profundas sacudidas. Si bien no se asegura el tipo de consenso que se alcanzará, es evidente que estamos en presencia de una pluralidad competitiva de tipos de pensamiento. Estos, radicalizados en su cierre, se bifurcan entre los que tienen por núcleo definir el estatus de lo observado y los emergentes, concentrados en los procesos M conocer. Los primeros aplicados en desarrollar medios para alcanzar la objetividad, los segundos concentrados en identificar los recursos que aplican sistemas observadores, cuando constituyen sus realidades operativas.

PUNTO DE INFLEXIóN

La crisis mencionada, al conducir hacia una intensa reflexión sobre el quehacer de las ciencias sociales, permite redescubrir una antigua, hoy renovada, idea, que sostiene que nos relacionamos con el entorno a través de experiencias activas que involucran, mutualmente, observadores con observaciones. Desde allí, se infiere que la investigación no puede concebirse como una reproducción en el vacío de la realidad - entendida como el entorno en sí - sino, como resultado de una actividad objetivante. Así, el conocimiento se hace dependiente de las perspectivas de su observador, siendo este el responsable de su configuración.

Esto es muy obvio para algunas tradiciones. Por ejemplo, la filosofía budista sostiene que el hombre, por su propia condición, esta obligado a vivir un mundo cuya realidad no puede demostrar sin su activa presencia y que, quizá por ello, no es más que una mera ilusión. La física cuántica nos informa que un observador, con su sola presencia, y una muy mínima intervención, modifica el objeto observado. En toda acción cognoscitiva, la relación se vuelve más importante que el objeto.

Pero estas evidentes condicionalidades son invisibles para el observador, caen en su punto ciego. Destaca Luhmann (1991) que si bien toda información se presenta como una selección dentro del campo de posibilidades que el mismo observador prediseña, aparece, una vez realizada, como propiedad del entorno. Se experimenta como externa, como un dato de la realidad. Ello se refuerza por su condensada externalización a través del lenguaje. Allí residen las fuentes de la eficacia práctica del naturalismo de muchos científicos y del conocimiento cotidiano.

Desde la simplicidad de estas reflexiones, que nos advierten que no hay observaciones sin sus respectivos observadores, surgen proyectiles que remueven la ciencia. Ellos desprenden la idea que los conocimientos que nos interesan, en cuanto investigadores, son resultados de operaciones, que mantienen estrechas dependencias con las limitaciones, perspectivas y medios que disponen sus observadores para generarlos. Donde las explicaciones e interpretaciones científicas son también operaciones, eso sí secundarias, dentro de una sucesión recursiva y autosostenida de experiencias de observación.

En adelante, las informaciones científicas no podrían apoyarse en observadores neutros de ontologías trascendentales, dado que son relativas a la perspectiva y posibilidades de su observador, es decir, a un contexto y trasfondo productor de distinciones que no tienen paralelos externos.

No es por lo tanto casual, que al centro de¡ actual debate, la epistemología ocupe hoy un primer plano, acompañada, en el caso de las disciplinas sociales, por la revalorización de la hermenéutica, la fenomenología, la etnometodología y un intenso interés por las metodologías cualitativas. Recordemos que estas últimas, siempre han tenido como punto de apoyo una problematización de las operaciones inherentes a la observación e interpretación y que, por tal motivo, eran excluidas de las ciencias, pues no lograban asirse al universo mecánico y causal

CONSTRUCTIVISMO

,Más allá de su variante pragmatista, el perspectivismo (Arnold et al, 1990b) trasluce una primera entrada a las nuevas propuestas. Su postura nos es familiar, destaca las limitaciones que se tienen para acceder a cuestiones simples y complejas, por la vía de¡ proceder científico tradicional; de las dificultades para hablar de¡ todo desde las partes o estas sobre sí mismas.

Todo impide seguir sosteniendo la calidad y estatus de observador incuestionable, fuera de perspectiva, para los científicos. Sus privilegios quedan por tierra, ya que, en último término, los conocimientos de¡ mundo se reciben a través de sus experiencias. Ya no resulta excéntrico, en nuestras comunidades, preguntarse: ¿en qué circunstancias pensamos las cosas como reales?. Como lo hizo Schütz (1974) al iniciar su célebre ensayo sobre El Quijote y el problema de la realidad social.

La lección es que si bien la ciencia debe observar y describir desde posiciones privilegiadas, como corresponde a su especialización funciona¡, no encuentra puntos de apoyo externos que le permitan desarrollar sus descripciones, manteniendo la convicción de estar excluido de estas. Por el contrario, todo está ligado a todo y en esta interdependencia se incluye su mirada sobre lo que informa.

En el transcurso han surgido sólidas alternativas, que ofertan nuevos modos para el operar científico. Sus orígenes se encuentran tanto dentro de nuestras disciplinas, como es el caso de la nueva etnografía, la sicología cognitiva o la teoría de los sistemas sociales, como fuera de ellas, especialmente, en los estudios realizados en el campo de una biología M conocimiento, fuertemente estrechada con la cibernética de segundo orden.

De tales cruces surge con fuerza, durante la pasada década, el constructivismo. Corriente epistemológica cuyos axiomas sostienen que nuestros conocimientos no se basan en correspondencias con algo externo, sino que son resultado de operaciones de un observador, el que se encuentra siempre imposibilitado de contactarse directamente con su entorno. Uno de sus principales exponentes, von Glaserfeld (1995), cita a Protágoras como precursor M constructivismo. Recordemos que el sabio griego sostenía que el hombre es la medida de todas las cosas y, en tanto tal, determina cómo las cosas son.

Una lógica autorreferencial, anclada en la observación desde la diferencia hace converger, decididamente, al constructivismo con la investigación de sistemas autopoiéticos (Maturana). Desde allí empiezan a ser abordados los problemas inherentes a la autoimplicación de las observaciones con las distinciones que las hacen visibles (Luhmann). Por ejemplo, abordando la inquietante pregunta: ¿es posible observar y hablar de lo social desde fuera de lo social?. Temas equivalentes son centrales para la nueva epistemología.

Se aprecia que la naturaleza M objeto es desplazada por las posibilidades de su observador. Por eso, cuando se pretende conocer la sociedad debemos, en primer lugar, caracterizar las condiciones que posibilitan tal conocimiento.

Para el constructivismo el conocimiento emerge al indicar y describir observaciones, esto es: haciendo distinciones, cuyos resultados constituyen pisos autorreferidos para la emergencia de nuevas distinciones. Tales indicaciones de diferencias son, simultáneamente, acciones epistemológicas y constitutivas ontológicas-, en tanto actúan sobre el conocer y el ser que conoce, definiendo, en su conocimiento, compromisos para su reproducción, es decir, su futuro.

El conocer se constituye al observar y describir observaciones, es decir, cuando las distinciones generan indicaciones, cuyos resultados constituyen horizontes para la emergencia de otras distinciones e indicaciones (Spencer-Brown, G. 1979). Su materia se hace sobre la base de noticias de diferencias (Bateson, G. 19 8 5), de mapas y no territorios.

Tal postura modifica radicalmente la comprensión tradicional de lo que se entiende, y enseña, por quehacer investigativo. No deja criterios exclusivos de¡ objeto, válidos en sí, sin contexto o perspectiva, que permitan evaluar neutralmente una determinada observación, hipótesis, teoría o explicación. Queda aquí planteada una oposición con el postulado clásico de la investigación científica, según el cual es propuesto un mundo objetivo, independiente de su observación por un observador.

Así, en las epistemologías sistémico-constructivistas, la estabilidad que atribuimos al entorno no emerge con independencia de la operación/observación de su observador. La búsqueda de una verdad objetiva, por sobre parciales versiones, es un valor inalcanzable. El objeto de la investigación se desplaza a sus posibilidades: encontrar explicaciones buenas, mejores o útiles. Estas, siendo inevitablemente competitivas y dinámicas, en tanto las posibilidades de observación que las sustentan son innumerables, no pueden asegurar observaciones "verdaderas" o "últimas".

Desde este enfoque el observador, en la acción que lo define, ocupa un rol central, configurando lo observado. Por ello, sus descripciones dicen más de él y de los procesos que aplicó para llevar a cabo su misión, que de lo descrito.

Recordemos que la actividad científica aunque se orienta hacia lo ignoto, lo hace bajo el marco de un sistema cerrado de alternativas. Su realidad se construye sobre la base de las distinciones propuestas en sus teorías e hipótesis. De tal manera, tipos y estilos de investigación quedan, de una u otra manera, autorreflejados en sus propios hallazgos.

La objetividad queda relatívizada al contexto de su determinación, es decir, a la perspectiva que la hace visible. En tal sentido, se admite la cotidiana experiencia de la coexistencia de variados tipos y niveles de objetividades (racionalidades) con sus respectivas clausuras. Cada una constituyendo un universo de sentido o realidad. Uno de ellos, es el estilo de observación y dominio de conocimientos asegurado por las comunidades de científicos sociales a través de sus teorías, hipótesis, conceptos, métodos e intervenciones.

Lo anterior quiere decir que los sistemas observadores están determinados. Su propia estructura, no algo externo, especifica su experimentar. Tal condición es equivalente para sus comunidades, en cuanto sistemas sociales, que están condicionadas por las matrices disciplinarias que autoconstruyen, ensenan y sancionan.

Nuevas propuestas conllevan nuevos problemas, invitan a preguntarse sobre las propiedades M sistema observador - singular o plural -. Por ejemplo: ¿cómo puede afirmar lo que dice?, ¿qué es observar? o, ¿cuál es su materia?. La respuesta maturaniana (e.o. 1990), desde la biología de¡ conocimiento, despliega la idea de autorreferencialidad en toda su magnitud, para lo cual aplica el concepto de autopoiesis y sus correlatos, clausura operacional y determinismo estructural. El observador constituye la unidad de lo observado, proceso que realiza mediante distinciones hechas por él, autorreferidas a sus propias determinaciones. Ello marca el hecho que los sistemas observadores no pueden dejar de referirse a sí mismos en cada una de sus operaciones.

Como lo destaca Luhmann (1991), la clausura autorreferencial M observador posibilita su apertura al entorno desde sus propios esquemas diferenciadores. Conocemos la realidad en la medida en que nos posicionamos excluidos de ella. Así, en el proceso M conocimiento, la separación sujeto/objeto es un recurso para delimitar - seleccionar -posibilidades de observación, una marca para la diferencia.

ASPECTOS CENTRALES DEL CONSTRUCTIVISMO

Delinearemos, sintéticamente, las opciones sistémico-constructivistas que hemos bosquejado:

El constructivismo tiene por presupuesto asumir la naturaleza activa, dinámica y proactiva M conocer. Toda observación, registrada como tal, esta contextualizada a las perspectivas asumidas por sus observadores.

Los observadores producen explicaciones. Esto significa, que al evaluar los procesos de conocimiento y sus resultados, inevitablemente, colocaremos atención en su utilidad, más que en la verdad intrínseca conferida a ellos.

Las apelaciones a fines operan en contextos explicativos delimitados por sus observadores y no por algo externo a ellos, en consecuencia, la racionalidad pasa a ser performativa o instrumental.

En el espacio humano y social, múltiples universos de significación, incluso contradictorios pueden coexistir simultáneamente. Cada uno puede constituir un dominio institucionalizado. En este plano el poder, la fe, el dinero, el prestigio o el amor juegan un importante rol en sus procesos constitutivos. Sus conflictos tienen más que ver, como destacan los estudios de Foucault, con las estructuras de dominación donde circulan o, a nivel más básico, con los estados de ánimo.

El investigador social es un observador externo, especializado en la observación de observadores, esto es: un observador de segundo orden. La mirada constructivista estimula nuestro interés por conocer las diversas formas a través de las cuales personas, grupos, comunidades, organizaciones y otras conformaciones de sistemas sociales ordenan y validan sus experiencias.

Finalmente, los mecanismos para la construcción y reproducción de sentido y no la distribución cuantitativa de cosas y eventos es lo que interesa al investigador, pues en ellos se contienen las distinciones con las que se organiza el conocimiento.

ORDENES CONSTITUTIVOS Y LA CULTURA

Como la comprensión del mundo no proviene de su descubrimiento, sino que de las operaciones autorreferenciales que utilizamos para producirla, queda en pié el problema del conocimiento socialmente organizado, es decir, el que nos permite el entendimiento cotidiano.

Podemos entrar en este tema atendiendo, brevemente, algunas importantes objeciones que se le hacen al constructivismo. Como es conocido, la ciencia tiene por un extremo al naturalismo y por el otro al solipsismo. Desde el primero, la realidad se representa como un orden extrínseco al observador. La otra postura, por su parte, hace emerger un orden de realidad desde las actividades cognitivas intrínsecas del sistema observador.

No pocas veces el atractivo y consistencia de esta última propuesta se desvirtúa en el ultrarrelativismo de algunas tendencias que sostienen que todas las observaciones tienen idéntico estatus en el espacio social. Nada está más lejos de la experiencia cotidiana. Con toda su eficacia práctica, el resonante discurso relativista no puede contradecir experiencias que demuestran que, junto a nuestros dominios cognoscitivos, sociales o institucionales, algo objetivo reina.

Experimentamos convergencias dado que, proyectadas en el tiempo, las observaciones y las indicaciones que de ellas se derivan, no se bastan a sí mismas, siempre están probando su potencia ante una complejidad estructurada y parcialmente incontrolada, aun cuando sea autoconstruida. Como señala von Glaserfeld (1978) las construcciones de realidad siempre estarán midiéndose según su utilidad para la supervivencia de sus sostenedores (esto puede implicar que un observador desaparezca sin percatarse de su error epistemológico). Lo anterior significa que si bien los sistemas observadores autoposibilitan sus distinciones, suponen una complejidad externa disponible. Luhmann (1991) lo precisa más rotundamente: no hay ninguna constitución que sea absolutamente .endógena. El entorno - aún el construido -, se hace notar por sus ruidos.

Desde la biología, Varela (1990) aplica el concepto de enacción para explicar aspectos en la operatividad de los sistemas observadores. Ello apunta al proceso de codeterminación circular, donde la perduración de un sistema autónomo es consecuencia de una autorregulación entre su acción y el conocimiento que se trae a mano desde su entorno. Tiempo atrás, la epistemología genética de corte piagetano (1973) abordó, desde otro ángulo, estos asuntos, empleando el concepto de acomodación.

Esto ocurre, porque los sistemas sociales y culturales (parejas, grupos, organizaciones, países, etc.) producen, dinámicamente, autoconfirmaciones o validaciones recíprocas de realidades. Estas pueden describirse, a los ojos de un observador especializado, como mapas compartidos de sistemas de significación. Los que, a su vez, son los campos privilegiados de la observación de segundo orden.

La misma cultura representa procesos estructuralmente dinámicos. Al autoproducir sentido, elaborando estructuras y valores fundantes, actúa como regulador a las observaciones e indicaciones de los sistemas sociales, facilitando unas conectividades por sobre otras. Por ello, Luhmann (1992), indica que la cultura, no siendo un contenido de sentido necesariamente normativo, es un tipo de selección que hace posible distinciones del tipo pertinente-¡ m perti n ente; correcto-¡ ncorrecto; apropiado-inapropiado, por ejemplo, dejando contenidas estructuras que conforman expectativas que hacen probable las comunicaciones, desde las cuales emerge lo social como un tipo propio de sistema. La sistematicidad social queda en evidencia ante desviaciones introducidas por perturbaciones epistemológicas, que atentan contra los constructos comunes, como lo marca la insanidad.

Desde el plano de los sistemas sociales se aprecia el proceso constructivo de conocimientos sobre la base de exposiciones a la observación de diferencias, cuyos contenidos no están totalmente especificados. Lo social y cultura¡ - en tanto lo ya establecido, más que derivar de igualaciones, surgen de la capacidad que tienen los observadores de observar otros observadores - aprender de -, y observaciones y ajustarse a puntos comunes de observación. Desde hace tiempo la sociología comprensiva y el interaccionismo simbólico advertían que sobre tales complementafl edades se reproduce la realidad social (vid. Berger y Luckmann 1968).

Hoy comprendemos mejor estas ideas. Se trata de procesos cibernéticos que operan en lo social, como reformulaciones y encajes entre experiencias y operaciones cognitivas, en el marco de comunidades de sistemas observadores y cuya recursividad - siempre se pueden hacer diferencias de diferencias- tiene límites pragmáticos que fuerzan la constitución de estados, dinámicamente estables.

Ciertamente, siempre estamos en presencia de construcciones de un orden significativo para una comunidad de observadores, sobre la base de distintas complementariedades implícitas entre sus filtros, desde las cuales sólo puede observarse lo que se puede observar. En este punto, un rol muy importante, en su estabilización, lo juega su autocumplimiento.

Resulta sugestivo como en la cotidianeidad, a través de la reproducción y producción de leyes, creencias, conocimientos, documentos, declaraciones, recetas, consejos, rumores y estereotipos, la cultura, montada en su vehículo lingüístico, modela e impone determinadas formas de reconocimiento. Estas, en su aplicación recursiva, se reintroducen en la sociedad y al hacerlo, despliegan un plano operativo de objetividad, que en algunos casos, en un franco hiperetnocentrismo, se concibe como el único posible.

Desde esa perspectiva, los sistemas sociales se observan como una permanente cristalización y recristalización de horizontes relacionados, mecanismos reductores de complejidad, contingentes, pero que una vez determinados, operan como sólidas premisas para las acciones sucesivas. Así selectividades convencionalmente elaboradas actúan como estructurantes; construcciones que tienen una materialidad evidente y existen, para el observador de primer orden, sin más.

NUEVOS DESAFíOS

Para finalizar, esbozaremos algunos encuentros de los actuales debates epistemológicos, respecto a nuestros conocimientos acerca de la sociedad y la cultura. Tangencialmente indicaremos algunas interrogantes metodológicas que les acompañan, por ejemplo: ¿sobre qué ideas de objetividad debemos trabajar?; ¿qué hacer con nuestros métodos tradicionales? o, ¿bajo qué posición puede definirse una información como científicamente pertinente?.

Hemos escogido ese ángulo, aislándolo de problemas infinitamente mayores, porque reviven nuestras dificultades para trasladar las renovaciones epistemológicas al plano de la investigación social.

Para el observador constructivista, el problema de lo que se indica como real, en el campo de la sociedad, se desplaza a la determinación de las coordenadas desde donde se denomina algo como tal. Pero, a diferencia de lo inerte, se añaden complicaciones adicionales. Tanto observados como observadores tienen algo que decir.

Difícilmente podemos abordar eventos socioculturales sin lanzar preguntas acerca de su intencionalidad y significado. Es evidente, que nuestros temas no se reducen a la identificación de lascas, tamaños de predios, tasas de criminalidad, cantidad de ancianos, hábitos de consumo, programaciones televisivas, ni a otros modelos estadísticos: ellos tratan de significados y formas de significar. En este punto, reencontramos los problemas inherentes a observaciones de sistemas observadores que operan con el sentido. Refiriéndose a este tema, von Foerster (1985), indicó que nuestras "ciencias blandas" tienen problemas, pues deben ocuparse de los problemas duros, mientras que las "ciencias duras" basan su éxito en ocuparse de los problemas blandos, no sujetos a contingencias.

Bajo los presupuestos sistémicos-constructivistas, la investigación social, no requiere abandonar sus pretensiones informativas en el mar de lo relativo, feble o disipativo. Sus preguntas son cómo reconocer y trabajar con esos niveles emergentes de complejidad reducida, contenidos en los dominios socioculturales, sobre qué posición poder hacerlo, cómo estimar su extensión, perdurabilidad, derivas y elaborar explicaciones al respecto.

Pero, ¿qué queda por delante?. Luhmann sugiere que una teoría que asuma esas consideraciones podrá ser una teoría de la sociedad, pero estará anclada en el sistema parcial de la ciencia y deberá conformarse con ser sólo una teoría de la sociedad. Se encontrará a sí misma en un mundo constituido de manera policontextural. Sus comunidades experimentarán, cuanto más asuman su propia contextualización, un doloroso sacrificio, ante su certeza de que hay otros puntos de partida para la racionalidad y la observación de lo social.

Desde nuestros intereses, estas proposiciones apuntan a perfilar renovados medios de observación, pero no en la percepción desnuda del sistema vivo, sino como la que acontece en el sistema social de la ciencia y, dentro de ella, en lo que compete a nuestra disciplina. En este campo observaciones de segundo orden, es decir, observaciones de observadores en observación, se constituye en la base para la investigación social, cuyas síntesis, es decir, su conocimiento de la sociedad se corresponde con una de sus autodescripciones.

Podemos apreciar que un nuevo paradigma emerge, ya conocemos sus noticias, ahora corresponde que actuemos en consecuencia. No es tarea fácil, ahí están los desafíos que los esperan.

TEXTOS REFERIDOS

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