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Conclusiones del primer Congreso Misionero Americano

La descristianización de la sociedad está programada

 

América reúne a más de la mitad de los católicos del planeta y, sin embargo, sigue dependiendo de misioneros extranjeros para poder responder a sus necesidades (de Iberoamérica han salido 5.787, pero recibe 12.011). Se trata de una anomalía de la que depende el futuro del cristianismo: si América no se convierte en misionera, ¿quién podrá asegurar la evangelización en Asia, África u Oceanía? ¿Serán los misioneros europeos, carentes de vocaciones como están los Seminarios en el viejo continente?

Para responder a este apremiante interrogante se reunieron por primera vez 3.000 delegados de todas las Iglesias particulares de América en la ciudad argentina de Paraná, en el primer Congreso Misionero del continente -hasta esta ocasión sólo había tenido dimensiones hispanoamericanas-. El encuentro, al que asistió como Legado del Papa el hombre encargado de la actividad misionera de la Iglesia católica, el cardenal eslovaco Jozef Tomko, se convirtió en el acontecimiento del año en Paraná, que acogió también a 300 niños de todo el continente que forman parte de Infancia Misionera. También ellos, a su manera, participaron en el congreso.

El análisis y los testimonios presentados por cada una de las delegaciones en el Congreso Misionero Americano pusieron de manifiesto el extraordinario compromiso económico, de estructuras y de personal (sacerdotes, religiosos, pero también laicos e incluso familias enteras con hijos) con el que se está apoyando el compromiso misionero en Iberoamérica. Pero el entusiasmo respirado en Paraná se oscurece al constatar algunas realidades. El periodista Sergio Rubin, de El Clarín, diario de Buenos Aires, recordó, citando el texto base de este Congreso, que cada año los obispos constatan la pérdida del sentido de fe de millones de hermanos que abandonan la comunidad cristiana. Las responsabilidades se distribuyen en partes iguales entre las «corrientes paganizantes», la «carencia de iniciación cristiana», «la carencia de vitalidad en las comunidades». El resultado es el mismo: muchos abandonan la fe y no se preocupan de bautizar a sus hijos

Un elemento destacado fue el fuerte ataque anticatólico de las sectas evangélicas. El tema fue debatido en una rueda de prensa en la que el obispo auxiliar de Sao Paulo (Brasil), monseñor Celso Queiroz, distinguió entre la realidad del Amazonas -donde se da un ataque organizado por las sectas contra la presencia de los católicos en la vida pública- y las grandes ciudades -donde nos encontramos ante un fenómeno cultural ligado a la carencia de vida en las comunidades cristianas-. Al mismo tiempo, evitó exageraciones: Se trata de un fenómeno cultural vinculado a la globalización, en el que cada uno se encuentra ante un vasto «mercado religioso».

Guzmán Carriquiry, uruguayo, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, fue algo más incisivo: El patrimonio cristiano de Iberoamérica puede ser disgregado y corrompido. La descristianización de la sociedad -con los mass media, la política y la cultura- está realmente organizada. Y preguntó: ¿A cuántos bautizados les ha cambiado en algo Cristo la vida? Para él, el reto que se presenta a las Iglesias iberoamericanas es la personalización del patrimonio cristiano, que se hace vida en el compromiso a favor de la dignidad humana y la familia.

Dieciséis conclusiones (pueden leerse integralmente en internet en la página http://www.comla-cam.org) y un mensaje final recogieron el resultado de este decisivo acontecimiento eclesial. Se pueden resumir en cuatro propuestas: realizar proyectos misioneros para celebrar el Jubileo del año 2000; constituir equipos de misioneros, laicos y sacerdotes, para evangelizar al resto de los continentes; crear centros de formación misionera a nivel nacional o regional; y dar vida a un fuerte organismo católico de comunicación para toda América.

¿Serán capaces los católicos de América de responder al tremendo desafío que pesa sobre sus espaldas de cara a la nueva evangelización? Lo sabremos dentro de dos años, en Guatemala, donde se celebrará el segundo Congreso Misionero Americano.

J. C.

Alfa y Omega, nº 182

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