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EL PESCADOR Y EL PEZ

 

 

 Alguien de la familia me contó este cuento bubí,
 
 Todos los cuentos se deben empezar de esta  manera:
 

 El recitador dice ¡Ahíííí! y los oyentes contestan  ¡Mbééé! (las palabras sólo tienen     un significado mágico).
 
     

 

 

¡AHÍÍÍ! !MBÉÉÉ!

 


      Hace mucho tiempo vivía en un pueblo cercano un  pescador. Este pescador como la mayoría de los  pescadores era muy pobre tanto que apenas tenía para  comer y poco más, hacía tiempo que vivía con su  esposa  en una destartalada y minúscula cabaña que carecía  de  comodidades. Esta situación provocaba continuas  peleas  con su esposa. Una mañana estaba el pescador en su  cayuco lamentando su triste  situación tras haber  pescado un sólo pez en toda la mañana, cuando  sorpresivamente el mencionado pez que agonizaba  dentro  del cayuco empezó a gritar: ¡Pescadooor, pescadoor!


 El hombre se volvió apenas sorprendido pues la  angustia no le dejaba percibir la maravilla que  supone  oír a un pez hablar:

-Qué te pasa ya he cumplido con los rituales, no debes quejarte más-

. El pez dijo:
-¡Pescador, suéltame por favor, yo tengo el poder de concederte lo que quieras, pero suéltame y déjame
volver a mi casa!-.

-¿De veras me concederás lo que quiera? -Dijo el pescador

- ¡Sí, sí, pero suéltame yá!-le decía el pez

- Muy bien dijo el pescador quiero que me concedas una casa decente con muebles y útiles de cocina para mi esposa-.

-Está bien, concedido, pero suéltame ya- dijo el pez.

El pescador sin embargo no se fiaba del pez por lo que lo dejó en una piscina de roca natural cerca de la orilla de donde no podría escapar, diciendo:

 -Te soltaré cuando compruebe que lo que dices es cierto.
  El pescador fué corriendo a su casa felicitándose  por  su inteligencia, a medida que subía la loma que
 llevaba a su hogar  fue percibiendo que su vieja  cabaña era toda una casa bien cimentada y maravillosamente construída. La mujer del pescador
 salió a recibirle con los brazos abiertos y le dijo
 -¡Mira todo lo que tenemos, en la cocina hay ollas y  una mesa!, entonces el pescador le relato cómo
 habían  obtenido todas esas cosas, al oír la historia la  mujer  se enfureció:

 -Tú eres estúpido,-le dijo- ¡corre, ve  y  pídele al pez más cosas antes de que se escape,  pídele  una  mansión y criados de servicio, tu serás un gran  señor y yó una gran señora, pídele mucho dinero,  corre!. El pescador corrió a la playa y encontró al  pez que le saludó:

-Hola pescador, ¿ya has  comprobado  que lo que te dije es cierto?-. El pescador le dijo:
 -Sí bueno, pero la verdad es que me equivoqué, en  realidad quise decir que lo que quiero es una
 mansión,  o mejor dícho, un palacio con sirvientes y quiero  que  mi mujer y yo seamos grandes señores muy  reconocidos-.
 Está bien dijo el pez que empezaba a enfadarse pero  suéltame yá.

El pescador dijo:

-Lo haré cuando  compruebe que lo que dices es cierto-.

Y efectivamente  era cierto, tenían una gran mansión y la gente les  rendía pleitesía, sin embargo la esposa  el pescador  había pensado pedir algo más y cuando llegó el  pescador le dijo:

-Escucha ese pez nos dará lo que  queramos, pídele algo más, pídele ser Dios, yo seré  Bisila y tú Dios, todos los espíritus nos rendirán  homenaje y tendremos infinitos poderes, ¡ah! y no le  sueltes aún, tal vez se me ocurra algo más

-. El  pescador corrió a la playa pero con tan mala fortuna  que la marea había subido inundando la piscina de  piedra y el pez había escapado no sin antes lanzar  un  conjuro; no sólo el pescador sería tan miserable
como  antes sino que ningún pescador sería jamás rico.
 
   Moraleja: Peces, petróleo, madera todo es lo  mismo.

 

         Toásiyé Alma Africana.