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Sobrevivir a la dictadura de Obiang


La corrupción ha convertido la estancia de cualquier visitante en Guinea Ecuatorial en un camino lleno de obstáculos y chantajes

El cónsul español Hugo Regojo y su mujer, Paula, junto a sus hijas en su casa de Malabo.

Sobrevivir en Guinea Ecuatorial no es nada fácil. Bajo la dictadura de Teodoro Obiang, la corrupción ha convertido la estancia de cualquier extranjero en un ejercicio constante de «colaboración» dineraria con los representantes del régimen.
Policías y militares exigen a cada paso su parte de «mordida», y la negativa es sinónimo de problemas.
A Hugo Regojo Zapata, vigués y cónsul de España en Malabo, esas historias no le suenan viejas.
En varias ocasiones ha tenido que proteger a ciudadanos españoles y ayudarles a salir del país acompañándoles hasta la escalerilla del avión.
En su última «misión», el protegido fue quien escribe

Un periodista extranjero lleva todas las de perder en un país como Guinea, convertido en un estado policial en el que portar una cámara te hace de inmediato sospechoso de espionaje. Hugo Regojo es casi un profesional de la ayuda al prójimo, y de no ser por él, este reportaje quizás se hubiera reducido a la descripción de una habitación de hotel convertida en búnker anti-visitas policiales.
Nacido en Vigo hace 31 años, Regojo ha sido cooperante en Guatemala, Bosnia, Burundi, Angola y la India, donde trabajó con la madre Teresa de Calcuta. Hoy vive en Malabo, en una casa frente a la embajada española. Está casado y tiene dos hijos con Paula, a quien conoció mientras ambos ejercían de voluntarios en una residencia madrileña para enfermos de sida.

Sentirse útiles
El cónsul español ha ayudado a muchos conciudadanos metidos en problemas inesperados en la Guinea de Teodoro Obiang, y reconoce que en eso tiene mucho que ver lo que aprendió de la madre Teresa. «Ella decía que en cada persona está Jesús, y que lo que haces por lo demás, lo haces por Jesús. Paula y yo nos sentimos útiles sabiendo que nuestra vida sirve a los demás», asegura el cónsul.
Mientras tomamos café en el salón de su casa, Hugo y Paula hablan de la situación en Guinea y recuerdan anécotas de españoles desesperados que sonarían imposibles a cualquiera que no llevase aquí unos días y no supiera cómo se las gastan los policías y los militares, dispuestos a extorsionar impunemente a quien no esté prevenido. Por fortuna, en medio de la dictadura y de la corrupción hay todavía gente como ellos, profesionales de la solidaridad, dispuestos a echar una mano a quien lo necesite con una sonrisa en la cara.


Alfonso Espiña y su mujer, en su local de Bata


EL HOSTELERO
Pulpo á feira para los españoles de Bata


Alfonso Espiña es de Cerdedo (Pontevedra) y llegó a Guinea hace diez años. Tenía referencias del país a través de un hermano suyo que trabajaba en proyectos de cooperación.

Invirtió en diversos negocios y hoy posee varios restaurantes, uno de los cuales es el centro de reunión de los españoles que viven en la zona de Bata. En O Pazo se puede degustar una tapa de pulpo y regarla con un blanco gallego. «No es fácil importar productos gallegos», dice Espiña, quien sin embargo asegura que, cuando dispone de ellos, el éxito está garantizado.
Tanto que su mujer, guineana, acostumbra a decir que cuando se juntan más de dos gallegos en O Pazo, eso significa cerrar muy tarde.


Serafín Romay, frente a un panel en su hotel de Bata

EL EJECUTIVO

Un gerente gallego para un hotel africano

Originario de la pontevedresa localidad de Crecente, Serafin Romay, gerente de uno de los mejores hoteles de Bata, fue emigrante desde muy joven, A los 21 años se fue a Suiza, donde vivió hasta los 31.
Regresó a Galicia, pero asegura que siempre llevó dentro «el gusanillo» de la emigración, y pronto marchó a Fuerteventura, en Canarias, donde contactó con la empresa propietaria del hotel de Bata en el que trabaja actualmente.
Serafín Romay está bien relacionado con el Gobierno guineano y disfruta de su situación, pero reconoce que vivir aquí no es fácil. «Es un país con mucho futuro, pero de momento está todo por hacer», afirma.


Teodoro Montes en su taller de ebanistería.

EL ARTESANO
El mejor carpintero de todo el país

A Teodoro Montes da Silva, natural de Sanxenxo (Pontevedra), le tocó hacer la mili en el Pizarro, uno de los buques de la flota que la Armada Española mantenía en su entonces colonia guineana. Eso fue en 1966, pero le cambió la vida por completo. Como su abuelo, se dedica a la ebanistería, aunque él no tiene un taller en Pardavila, sino en Bata.
Según los españoles que residen en Guinea, Teodoro es el mejor carpintero de todo el país. Él sólo vuelve a Galicia de vez en cuando -en Bata tiene mujer y cuatro hijos guineanos-, pero reconoce que en ocasiones le asalta la morriña: «¿Quién no echa de menos Galicia cuando está lejos de allí?».


LINKS DE INTERÉS

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http://www.guineaecuatorial.net
https://www.angelfire.com/sk2/guineaecuatorial/

http://www.ikuska.com/Africa/Paises/guinea_ecuatorial.htm

http://www.bisila.com/
http://www.afrol.com/es/Paises/Guinea_Ecuatorial/gec_index_ms.htm
 

Nota: Este artículo fué publicado en el periódico La Voz de Galicia en Agosto de 2.001