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GUAMUKO, CAZADOR DE VICUÑAS


(Cuento que mereció una mención en el Concurso Latinoamericano de Cuentos para Niños - Unicef/Funcec 1994.)

Raquel M. Barthe

Guamuko vive en los Valles Calchaquíes. Todas las mañanas sube al cerro llevando un rebaño de cabras. La gente del pueblo confía en él y le encomienda sus animales. El chango trepa contento mientras toca en la quena las bagualas que le enseñó su abuelo. Sube despacio, moviéndose con lentitud para no apunarse. Su mama le ha contado que su padre murió de puna, antes de que él naciera, y Guamuko le pide una y otra vez que se lo relate. Y ella, con paciencia, repite la historia: «Tokonar siempre era elegido por los cazadores como capitán de la compañía y, formados al pie del cerro, invocaban a la Pacha Mama y le hacían ofrendas para que la cacería fuese buena:

Pacha Mama - Santa Tierra *
Kusiya Kusiya
Vicuñata cuay
Amá - mi - vaicho
Kusiya Kusiya

Concluida la invocación, cada uno recogía sus armas y subía hasta cierta altura. Allí clavaban estacas y tendían cuerdas de lana con colgajos de vivos colores para formar un corral. Luego, los cazadores subían más alto para espantar a las vicuñas que se hallaban en las cumbres y cuando los animales llegaban hasta el corral, se asustaban por las coloridas cintas que flotaban al viento y no se atrevían a pasar la frágil valla.»

Guamuko escucha el repetido relato y sueña con ser cazador, igual que ese tata al que tan sólo conoció por lo que le han contado. Sueña con cazar una vicuña y regalarle el pelo a su mama para que se teja un poncho muy abrigadito y también charquear la carne para tener aliento durante el invierno.

Pero a la Pacha Mama le pide que lo proteja del mal de la montaña porque, en aquellas alturas, el ejercicio violento de los cazadores puede enfermarlos de puna y él no quiere morir como su tata. Para eso siempre lleva una cabeza de ajo que le sirva de remedio.

Y así, con la esperanza de cazar una vicuña, sube al cerro toditas las mañanas con las cabras y con su quena. Bajo el ponchito, atadas a la cintura, carga las boleadoras que fueron de su padre, siempre atento por si la ocasión se presenta.

Una mañana, cuando el sol pinta el paisaje como una postal, Guamuko halla finalmente su oportunidad: una vicuña se mezcla entre las cabras. Pero él no se atreve a matarla. Es muy pequeña y está sola. Guamuko siente que está buscando protección. La vicuña se le acerca confiada y sus ojos tristes parecen contarle una historia que él ya conoce: «A mi mama la mataron los cazadores y tu tata murió cazando vicuñas; ahora los dos somos huérfanos.»

Guamuko acaricia la cabeza del animal y ella lame su mano y le ofrece su lana.

Esa tarde, el chango desciende de la montaña con un atadito de lana para hilar, pero sin carne para charque. ¡Por fin su madre tendrá el poncho! Y él, una amiga que todos los días lo esperará en la cumbre del cerro.

Por la noche, Guamuko da gracias a la Pacha Mama y se duerme feliz. Ahora sabe que nunca será cazador como su tata, pero también sabe que jamás le faltará lana de vicuña para que su madre teja los ponchos más bonitos y abrigados de los Valles Calchaquíes.

Guamuko tiene un secreto... y una amiga.


* Traducción libre:
Madre del Cerro y de la Santa Tierra
Haz tú que nos vaya bien,
Danos vicuña y no nos mezquines,
Danos fortuna y no nos hagas enfermar (apunar)
Haz tú que nos vaya bien
Haz tú que nos vaya bien

Ambrosetti, Juan B. / Supersticiones y leyendas. -- Buenos Aires : Talleres Gráficos Argentinos, [19..]