Fue Alberto Isola, el querido Paolo Trevi de "Girasoles para Lucía" quien se encargó de darle el segundo visto bueno de su carrera, de aceptarlo en un taller que le hizo cambiar los días de traje frente a un computador por la indescriptible sensación de andar descalzo sobre un suelo que siempre quiso sentir, sin remordimientos.
Salvador del Solar sonríe hoy, al recordar que --aunque un poco accidentado-- hizo realidad el sueño más grande de su vida. Siguieron entonces pequeños papeles en dos producciones peruanas y de inmediato saltó a su primer protagónico, "Lluvia de arena", que recuerda como una linda experiencia.
Su paso siguiente fue Venezuela, donde filmó una película titulada "La media noche y media", que ha merecido el reconocimiento de la crítica en numerosos festivales internacionales. Regresó a natal Perú, para hacer de hermano mayor de Christian Meier en "Escándalo", con tanto éxito que fue escogido para la protagonización de "Apocalipsis". Pero, por cosas de la vida --y de una trama en la que debía llegar con un harén de cuatro mujeres, ninguna de las cuales era la protagonista--, obtuvo un alto rechazo. Afortunadamente, faltaban en su camino el Lucho de "Cosas del amor" y el estelar de "Pantaleón y as visitadoras", que definitivamente lo lanzó al tapete del éxito.
Sereno, seguro y dulce, Salvador pasó de esa manera, y después de una ardua lucha, a convertirse en el hombre más envidiado de Perú. No sólo se dio el lujo de disfrutar a plenitud con el desnudo total que hizo Angie Cepeda ante sus ojos, sino que disfruta del día a día que significa compartir con ella la protagonización de "Pobre Diabla".
Precisamente, andaba con la colombianita por Miami cuando llegamos a Perú, pero lo primero que hizo al pisar Lima fue llamarnos para concertar una cita.
-Llegamos de madrugada y aquí estamos, grabando, pero la verdad es que estoy sumamente contento. Hay mucha expectativa con esta lproducción, se estaba buscando una pareja que certeramente hubiera funcionado, en este caso el empuje lo dio "Pantaleón y las visitadoras". Yo sólo puedo agregar que me llena de alegría trabajar en una novela con una trama tan intensa e interesante y que además me regala la maravillosa oportunidad de volver a trabajar con Angie, con quién he logrado entablar una bonita amistad. Tenemos una facilidad muy grande de trabajar juntos. Pocas cosas son tan importantes para un actor como sentirse bien con esa persona que comparte sus escenas, la que le va a acompañar en la aventura de inventar ese mundo que tiene que hacer creíble.
-En el caso de "Pobre Diabla", siendo completamente sincero, ¿pesó más Angie o la trama a la hora de aceptar?
-Evidentemente el personaje creo que es el punto uno, porque ese es el
trabajo principal que tienes que hacer. Después que te ayuden a construirlo ya es otra cosa, aunque muy importante también. De hecho, que estuviera Angie era saber que iba a compartir con una persona con quien me llevo muy bien, y ése es un punto a favor. El personaje es un tipo bastante fuerte, tiene un carácter que va por encima de él, a veces da la impresión de que dejara de pensar. Tiene algunos objetivos muy claros, un resentimiento grande porque su padre no quiso casarse con su madre y permitió que los sacaran de su casa, lo que le ha dejado un rencor intenso por dentro. Como nunca accedió a casarse con su madre, se fueron. No volvió hasta ahora, que le toca pelear por la herencia. Se trata de un tipo que está en medio de una vorágine, que quiere reivindicar a su madre, hacerse de algo sobre lo que siente que siempre tuvo derecho. Es un personaje delicado porque es muy fuerte, y hay que buscarse la manera de conseguir cierta empatía. Toca identificarse con él en alguna medida y afortunadamente tiene razones para ser como es, es obvio que se ha sentido marginado. Lleva por dentro una furia total, es un tipo dispuesto a llevarse por delante todo lo que se le cruce en el camino.
-Totalmente diferente a ti...
-Yo creo que tengo una tolerancia mucho más grande, que aguanto un rato largo antes de llegar a explotar. Ahora, si por alguna razón extrema llego a ese punto, me puedo parecer a él. Una vez que se rompe el dique soy difícil de contener. Afortunadamente, mi capacidad de contención es mucho mayor que la de Andrés, mi personaje.
-La escogencia de Angie y tú como pareja protagónica, ¿se debió únicamente a la química?, ¿los habrían seleccionado si no hubieran alcanzado un éxito tan marcado en cine?
-"Pantaleón..." se estrenó la primera semana de octubre (1999) y todavía continúa en cartelera. Creo que todos sabíamos que era un proyecto que contaba con muchos ingredientes que podían convertirlo en un film exitoso. La aceptación es algo que nunca puedes garantizar, pero al menos sabía que los ingredientes estaban. Eso, de cierta manera, creaba una mayor presión. En mi caso más, porque se trataba del personaje de Pantaleón, del que había leído en más de una oportunidad, en el colegio, en la universidad. Todo el que haya ojeado la novela tiene una imagen. Me tocó poner en competencia mi imagen con la del resto. Además, andaba yo perdiendo ya respecto a la imagen que me hacía para conmigo mismo, porque la idea que tenía del personaje era bastante distinta. No me sentía bien escogido para el personaje, pero el trabajo con Pancho Lombardi, el director, al igual que la fluidez que nació entre Angie y yo, ayudó mucho a que encontrara un poco el camino. Es sorprendente ver que haya tenido una acogida tan grande, que todavía siga en cartelera, que haya sido tan bien criticada en el Festival de Berlín.
-También fue muy acogida en el festival de Miami...
-Asistimos Angie y yo como invitados a ese evento y ciertamente tuvo un recibimiento espectacular, del público, de la prensa, de la crítica. Estuvimos tres días y fue una experiencia fantástica. Yo tenía mucha curiosidad de saber cómo reaccionaría otro público, saber hasta que punto podía ser recibida una película con un humor local. La gente se reía por los títulos, a veces antes de que el chiste saliera de nuestras bocas, a veces después, y yo creo que mayoritariamente era un público que no hablaba español. La reacción ha sido tan positiva que creo que la película va a funcionar bien a donde vaya. Estamos contentos, orgullosos. Esperamos poder seguir acompañándola ahora que va a ir de visita de distintos países.
-¿No te dio miedo que no aceptaran tu versión de "Don Panta"?
-Uno tiene que confiar en su imaginación, su trabajo, en su corazón... si uno va a paralizarse ante todos los miedos racionales, termina sin hacer nada. Lo del éxito se iba a saber mucho después, yo simplemente disfruté la oportunidad. Ahora Angie y yo intentamos trasladar ese buen comienzo a esta novela. Tener una buena amistad ha sido una maravillosa herramienta a la hora de asumir una historia que antes ha demostrado contar con buen arrastre.
-Hablando entonces de "Pobre diabla", ¿te parece que las segundas versiones cuentan con más ventajas o desventajas?
-Siempre una buena historia tiene mejores oportunidades cuando es nueva. Sin embargo, existen casos de secuelas que llegan a superar a la primera. Siempre la comparación puede darse entre quienes tengan tantos años como para haber visto más de una versión. Y de "Pobre Diabla" hay quienes recuerdan la primera versión vívidamente, me he podido dar cuenta. Igual pienso que en el fondo todas las telenovelas tienen algo en común, todas cuentan a su manera la misma historia. Hay dos o tres variantes, pero los sentimientos que se manejan son muy parecidos. Estamos concentrándonos en tratar de hacer nuestras escenas lo mejor posible y lograr que exista esa magia que hace que alguien siga una novela, más allá de que se trate de una historia nueva o no.
-Me comentaron que en Perú te prefieren como el tipo pícaro y hasta malito, y no como el típico protagonista...
-Yo he tenido la suerte de tener personajes bastante variados. En "Escándalo", donde me tocaba hacer hermano mayor de Christian Meier, tuve un personaje chistoso, un malo supertorpe, no como esos todopoderosos a quienes todos tenemos que odiar. Era un tipo que incluso podía caer simpático, un seductor que siempre mentía, con el que la gente se divertía mucho y eso de alguna manera me marcó. Luego me ofrecieron el papel protagónico de un proyecto muy extraño, que me pareció realmente interesante, que se llamó "Apocalipsis", esa novela en la que yo era una especie de profeta. Llegaba con cuatro mujeres, tenía enfrentamientos con el cura del pueblo, y eso causó un rechazo en el público, porque además la protagonista era otra, ninguna de las cuatro que traía. El rating habló y las mujeres empezaron a desaparecer una tras otra casi instantáneamente, hasta los poderes que tenía mi personaje terminaron desapareciendo. Me dio tristeza, cuando apuestas por algo, aunque sea raro y arriesgado, debes seguir hasta el final. El comentario que hemos recibido después tiene mucho que ver con lo que te dijeron a ti, mucha gente la seguía porque le parecía interesante.
-¿No te asustó nunca el riesgo de que, por decirte algo, ese bajón
hubiera significado tu último chance como galán?
-No todos los proyectos tienen que ser un éxito y creo que muchas veces los que no lo son te ayudan a aprender mucho más. La vida sigue, ya ves que vino "Cosas del amor" con un personaje llamado Lucho, que fue como el intermedio. Iba a crecer un poco más pero me eligieron para Pantaleón, así que terminó siendo una oportunidad un poco extraña, que comenzó cuando en plena luna de miel mi mujer se suicida al enterarse de que la había estado engañando con la novia de mi hermano. Así que ya te imaginarás que se trató de un personaje al que le tocaba sufrir mucho, que se iba a enamorar perdidamente de Valeria en el momento justo en que debía abandonar esa novela. Mi trama no se desarrolló, quedó la cosa trunca. Pero fue muy lindo trabajar con Maricarmen el tiempo que trabajamos, le mando un beso si lee esta entrevista.
-¿Lograste entablar una amistad con ella?
-Conversamos más de una vez, siento que sí, nos volvimos amigos. Ella aprecia mucho su soledad, me sentí profundamente agradecido de que haya sido suficientemente generosa como para dejarme compartir su mundo. Lástima que en "Cosas del Amor" no nos tocó enamorarnos, Lucho se fue a España y yo me fui a Iquitos, como suele pasar cada vez que un actor es requerido en otro proyecto. No sé cómo le habrá ido a él, pero yo disfruté mucho estar en Iquitos. Sientes que la naturaleza te toca, de hecho los mosquitos nos tocaron y el calor también (risas) Fueron ocho semanas en esa hermosa selva, transportado a otro espacio, a otro tiempo. El cine te regala la sensación de que tienes un pequeño mundo distinto del real. Y bueno, a eso siguió algo maravilloso, porque nació mi hija. A nivel personal y profesional este ha sido un período de mucho crecimiento.
-La paternidad superó tus expectativas...
-De una forma impresionante. Si tuviera que resumirlo te diría que sientes como que tu centro se traslada. Manuela (como se llama la bebé, fruto de su relación con Jimena) está en mi mente y mi corazón todo el día. Es la oportunidad de darnos cuenta cada día de que hemos formado algo nuestro, algo que va más allá de que nos hayamos casado hace algún tiempo. Ser una familia es una sensación
difícil de describir, una fuente de alegría, de energía, una buena excusa para cualquier cosa. No hay sacrificio grande comparado con arrancarle una sonrisa a mi hija, con estar con ella y con mi esposa. Podrá sonar cursi o exagerado, uno tiene que vivirlo para saberlo. Para mí ha sido sencillamente el mejor de los regalos.
-Y Manuela ¿qué te exige a cambio de tanta felicidad?
-Mmmm. A ver, para decirte algo, yo duermo como una piedra. Puede caer una tormenta y no me doy ni cuenta, pero si Jimena me avisa algo que tenga que ver con la niña, de inmediato estoy ahí. Vivo en paz con todo el mundo mientras no se metan con mi sueño ni mi comida. He sido así desde chiquito, si me levantaban de malas y el humor de perro me duraba horas. Pero ya ves, hasta en eso Manuela me gana, porque hay días en los que dormimos con ella y comienza a moverse, me araña, me despierta... no importa nada. Si Manuela aparece puedo suspender lo que sea. Es demasiada la alegría que me da, puedo estar del peor humor y siempre me va a sacar una sonrisa.
-¿Cómo eras de niño?
-La verdad, traía una mezcla extraña. Ordenado, responsable, bien estudioso, pero siempre he tenido problemas de conducta. Nunca puedo estar quieto en un solo sitio, mucho menos puedo parar de hablar, nací muy amiguero, amante empedernido del fútbol.. Hay cosas que vienen con uno, era tímido para algunas cosas, extrovertido para otras, más o menos sigo siendo igual.
-Y desde siempre traías esa cara...
-Muchas son las personas que me dicen que les parezco muy serio, parece que mi cara normal da un poco de miedo (risas). En realidad no te voy a decir que soy todo lo contrario, pero me divierto mucho durante el día, nos reímos trabajando, me gusta mucho pasarla bien, encontrarle un chiste a cualquier cosa. Da la impresión de que soy serio, que estoy molesto, que soy sobrado. Reconozco que estar en la televisión me ha producido una especie de inhibición cuando estoy en la calle. Si antes podían andar tranquilo mirando para cualquier lado, ahora trato más bien de
focalizarme en un punto. Y no es porque no me guste que la gente me salude, creo que esa es una cosa que hay que agradecer. De alguna manera uno también comienza a extrañar la oportunidad de pasar desapercibido, me he vuelto mucho más casero, en mi tiempo libre o estoy en mi hogar o me ves en casa de algunos amigos. Claro, eso no quiere decir que sea un bloque de hielo (risas).
-Actor, ¿cuánto tiempo te ha llevado asumirte como tal?
-Por vocación, desde el kinder, pero pasa como con el fútbol: Una cosa es que te guste y otra que puedas ser futbolista. Lo mismo pensaba con la actuación, me encantaba actuar pero no creía que podía. Afortunadamente, cuando terminaba mi carrera de abogado, llegué a sentir que mi vida iba a tomar un rumbo definitivo. Me entró una sensación un poco extraña, de preguntarme por qué no me había dado la opción de probar. Iba al teatro y sentía una cosa muy especial, unas ganas de estar en el escenario, esa sensación de que si me ponía a trabajar como abogado toda la vida nunca me iba a dar la oportunidad. Me dediqué entonces durante año y medio a buscar talleres, escuelas, cursos, y el destino no me dejaba encontrar ningún camino que me llevara al escenario, me puso la cosa complicadita. Una vez terminada mi carrera universitaria me enteré de un casting para una obra de teatro. Me arriesgué a presentarme sin ninguna experiencia y me escogieron. Seguidamente se abrió el taller de Alberto Isola que es un maestro increíble, es un lujo tenerlo acá. Me presenté a escondidas, sin contárselo a nadie, porque teóricamente yo era un abogado. Pero cuando me admitieron en ese taller me di cuenta de que ya no había marcha atrás. Renuncié al despacho en el que trabajaba, eso fue en julio de 1994. Desde entonces trabajo como actor.
-Imagínate, qué carrera tan distinta al derecho terminaste agarrando...
-Totalmente, y es que recuerdo como si fuera ayer que cuando me escogieron e ese curso sentí una euforia total, no lo podía creer. Pasar mi mañana en clases de danza, descalzo, trabajando con el cuerpo, durante esas misma horas que normalmente pasaba en traje, sentado frente a una computadora. Me sentía feliz y realmente creo que es bien importante que cada uno de nosotros trate de hacer aquello que sueña. No es fácil decidir, y el camino una vez que lo tomas puede no ser nada sencillo, pero no conozco otra manera en que la vida valga la pena. Hay muchas personas que ni siquiera tienen la opción, porque el mundo real es difícil, no todos contamos con la suerte de estar en una situación, en una edad, en un momento determinado, en el que podamos decir "voy a tratar". Sin embargo, hay mucha gente que tiene la opción y no da el paso. No pretendo darle un consejo a nadie, pero estoy muy contento de haber
tenido la valentía de tomar la decisión que tomé. Vivo trabajando en algo que me da una satisfacción enorme.
-¿Te ha servido el derecho a la hora de afrontar la actuación?
-Yo estudié derecho por mi propia voluntad y apasionadamente. Para mí fue muy importante decidir qué era lo que realmente quería hacer, qué era lo que me iba a hacer feliz, pero te digo con toda franqueza que me ha ayudado mucho en numerosos aspectos de la vida. El entrenamiento para ser abogado es muy analítico, toca encontrar contradicciones en los argumentos contrarios y construir argumentos carentes de contradicción. Mi especialidad precisamente está en hacer contratos, imagínate cuánto me ha servido la carrera (risas). Sigo teniendo además una preocupación constante, que viene un poco de mi parte de abogado y también de la forma como me criaron. Me gustaría hacer algo por mi país, me interesa mucho el periodismo y la filosofía política. Me gustaría colaborar en alguna medida para que tomemos conciencia de que muchas de las cosas están en nuestras propias manos, con el objetivo de que seamos mejores.
-¿Tendrá esa inclinación algo que ver con tu signo zodiacal?
-Nací el 1 de mayo de 1970, así que puede ser que tenga que ver, porque aparentemente soy un típico tauro. Mi madre me dice que si no fuera porque tengo ascendente sagitario, sería insoportable. Soy absolutamente metódico, a veces obsesivo con el orden, terco como una mula, es muy difícil que alguien me convenza de no hacer lo que quiero, nadie me hace creer que el río moja si yo no lo siento. A veces es duro. Cuando me da por sentir que no sirvo para lo que estoy haciendo, no hay premio ni aplauso que me convenza de lo contrario.
-¿Te pasa muy a menudo?
-Casi nunca estoy contento con mi trabajo. En muchas oportunidades después de una función teatral he salido diciendo que no debería continuar actuando, que estoy engañando al público, que esa no es una actuación, absolutamente convencido de mis palabras. Después sale una función maravillosa que te hace sentir que estás caminando en las nubes, es esa cosa de tauro que se te puede venir a favor o en contra. Trato de aprender a canalizar esa fuerza.
-¿Tienes esa nobleza que poseen muchos representantes de tu signo?
-Es difícil hablar de uno mismo y decir: "sí, soy muy noble, soy bueno, soy gracioso y valiente". En el caso de tener esas cualidades, se las debo únicamente a la educación, tanto de mi madre como de mi padre. Se divorciaron cuando yo era muy chico, pero felizmente mantuvieron una
amistad y siempre han estado mucho conmigo.
-También te apoyaron en tu afán de convertirte en un buen deportista. Representaste a tu patria en numerosos países a ese nivel. ¿Qué se siente hacerlo ahora como actor?
-Imagínate, el deporte estuvo en mi vida en una etapa muy importante. Integré la selección peruana de polo acuático desde los 14 hasta los 21 años. Eso me dio la oportunidad de viajar mucho a Colombia, Argentina, México, Chile... Son experiencias lindas, representar a tu país te genera una especie de adrenalina patriótica, la competencia internacional siempre resulta interesante. Y a nivel actoral, el Festival de Miami ha sido mi primera experiencia, así que tengo que confesar que sentí mil cosas cuando la gente empezó a aplaudir, a sacar una bandera peruana allá tan lejos. Es realmente un orgullo, la mayor recompensa por haberme atrevido a creer que los sueños sí se realizan. A uno hasta le provoca llorar de la emoción.
-¿Trabajaría fuera de Perú?
-Trato de preocuparme sólo por aquello que está bajo mi control. Trato de hacer cada cosa lo mejor posible, nada más. En Miami la gente se me acercaba a saludarme por "Cosas del amor" y la verdad se me hizo extraño. Si ya me sentía raro cuando comenzó esa explosión acá de que en la calle me reconocieran, imagínate ahora encontrar que me saludan en lugares en los que nunca he estado. Pero es muy lindo, es ese sentimiento hispanoamericano que se nos despierta cuando estamos fuera de nuestros propios países. Precisamente nos preguntaban a Angie y a mí si nos gustaría ir a Hollywood, por decirte algo, y mi respuesta siempre será la misma: como actor buscaré buenas oportunidades, que me permitan crecer y demostrar la experiencias que he podido acumular. Y si esa experiencia la puedo obtener aquí en Perú o en Caracas, en cualquier otra parte de Latinoamérica, España o Estados Unidos... voy a estar igualmente contento. Soy partidario de avanzar despacio, no tengo ninguna prisa, no quiero llegar a ningún lado en menor tiempo del que tengan que tomarme. Creo que no hay ninguna receta para lograr el éxito. Cada uno tiene su propio camino. Lo importante es tener eso en la mente y disfrutar todo el paseo.