A seis años de haber debutado como actor, Salvador del Solar confiesa que "tengo un 2000 muy premiado, como nunca antes: gané en los festivales de cine de Cartagena, de Troia y de Gramado, y hace unos días triunfé como buen cliente de mi banco y me dieron un horno a microondas".
- ¿A quién se lo dedicaste?
- A mi esposa (Jimena) y a mi hijita (Manuela, de un año). Una lo va a gastar y la otra lo va a aprovechar para tomar la mema caliente. Ese es el único trofeo que recibí en mano, porque las estatuillas me llegaron después de los festivales.
Limeño de 30 años, ex integrante de la selección peruana de waterpolo, saltó al mundo con su protagónico en la película Pantaleón y las visitadoras, de su compatriota Francisco Lombardi, en la que comparte cartel y pasión con Angie Cepeda. Mismos sustantivos los unen en la novela Pobre diabla (a las 16, por Canal 13). La nueva versión de la tira pergeñada por Alberto Migré es su octava incursión en el género. Y aunque eso le abrió más de una puerta y le hizo ganar varios grupos de fans en su tierra, el hombre cuestiona: "Por la cantidad de capítulos que tienes que hacer en una telenovela, la presión es muy grande y la posibilidad de creación, muy chica. No te permite crecer demasiado, porque está alimentada de estereotipos. De todos modos, trato de encontrarles una vuelta a mis personajes, porque yo elegí actuar. No es ni un mandato familiar ni caí en esto por casualidad".
- ¿Y cómo caíste?
- Un día, con 24 años recién cumplidos, noté que la emoción que me producía ir al cine o al teatro era de un promedio mucho mayor al normal. Encima, me acababa de recibir de abogado y durante la carrera me gustaba eso de pelear por una sociedad más justa. Pero el mundo de la práctica no me tentó tanto. Y al multiplicar eso por el resto de mis días se me puso todo negro.
- ¿Y ahí nomás abandonaste el traje?
- Totalmente. Me empecé a descalzar para las clases de danza y los talleres de actuación y recuperé la alegría.
Así, tras su debut teatral en Presas de salón (en total trabajó en 11 obras), su paso de galán por la pantalla chica y sus papeles en tres películas (A la media noche y media, Coraje y El bien esquivo) le llegó el turno de la compleja criatura que hace casi 30 años ideó Mario Vargas Llosa: su Pantaleón Pantoja es un riguroso y obsesivo capitán del ejército al que le encargan la misión de reclutar prostitutas para calmar los deseos de la tropa que está en la selva de Iquitos. Y después enloquece de amor por una de las mujeres.
- ¿Habías leído la novela?
- Dos veces. Pero cuando me enteré por la prensa que Lombardi pensaba en mí, la leí por tercera vez. Y confirmé la primera sensación que tuve: que el personaje me era muy lejano. Y por eso estaba muy asustado.
- ¿Y qué hiciste?
- Cuando estoy con miedo empiezo a buscar aliados en todos los cajones, para poder robar soluciones. La cuestión es que arranqué a filmar un poco bajo presión.
- ¿Cuándo empezaste a disfrutar?
- Y, avanzado el rodaje. Para colmo, en los últimos ensayos había practicado una tartamudez que le inventé a mi Panta...
- ¿Por qué?
- Porque se me puso que un personaje que creía que tenía todo en orden pensaba mucho más rápido de lo que era capaz de hablar. Y el primer día de filmación el director me dijo que eso no funcionaba. Que lo quitara. Fue feo. Era mi muleta y de golpe me la estaban quitando. Y ahí me perdí. Cada noche estaba en el cuarto del hotel y pensaba qué vuelta buscarle al tipo. Al día siguiente me juntaba con Lombardi y le decía pongámosle esto, saquémosle aquello, agreguemos tal cosa.... En un momento él me paró: Mira, esa obsesión con la que tú andas buscando tu personaje es, en realidad, tu personaje. Cada mañana, sin darte cuenta eres Pantaleón Pantoja. Me tranquilicé y gocé.
- ¿Fue "tu" personaje?
- Fue el reto más grande. Y por suerte me costó. En realidad, todo me cuesta.
- El microondas te vino de arriba...
- Bueno, todo me costaba.