1. Al filósofo Wittgenstein le gustaba escribir poniéndole un numerito a cada párrafo. Pero también así está escrita la Biblia, desde hace muchísimo tiempo. Es la misma práctica del memorándum.
2. Si el cadáver es un punto de fuga, una fuerza centrífuga que desata la imaginación popular y criminológica cuando es producto de un asesinato -una X que hay que despejar- podemos entender entonces que lo circunda un aura perteneciente, antes que a otra cosa, a la dimensión de lo novelesco. No pocas verdades se van apilando encima del muerto, tantas como las innumerables subjetividades del punto de vista que se van excitando con el misterio. En una de sus obras maestras, Rashomon, Akira Kurosawa conjetura, a través de varios testigos de un crimen, que la verdad tal vez nunca pueda conocerse. La ambigüedad de la fábula exacerba el relativismo de la verdad porque cada personaje desmiente a su predecesor.
3. Un problema de identidad personal, como en la novela, como en las películas de Hitchcock: Yacía allí, en una de las calles de Mazatlán, el cuerpo sin vida de Ramón Arellano Félix. No se sabía quién era. Traía unas fotos de sus familiares en los bolsillos. Por inferencia, muchos de los taxistas que trabajan en la zona Dorada del puerto descreyeron de la identidad que le atribuía el embajador del Imperio. "Un personaje de estos tiene antes más de cien burros que le hagan el trabajo. No va a andar él en un volkswagen dando la vuelta como quien sale a echarse una pizza. No puede ser él."
4. En un país en el que casi nadie lee novelas (o sólo un grupo muy reducido de la población, unos veinticinco lectores), es natural que ese espacio de la imaginación escrita lo ocupe la información de la prensa. La fantasía innata de toda criatura se solaza en los datos que el poder va soltando a cuentagotas, acaso para que las verdades parciales vayan dando más fuerza a la mentira.
5. El caso es que la sarta de crímenes extraños que van poblando nuestra película de todos los días, casi siempre parece copiada de la literatura. La realidad imita al arte, insiste el lugar común. Y cuando finalmente la verdad parece quedar establecida, da la impresión de que fue generada por la literatura: Los cuentos "Rashomon" y "En un bosque", de Ryunosuke Akutagawa, por ejemplo, con los que está armada la película de Kurosawa.
6. La verdadera imaginación criminal de estos tiempos, me dice una amiga escritora colombiana, no está en las formaciones criminales de Pelermo o de Medellín, ni en sus protagonistas: está en el territorio mexicano de la imaginación delincuencial. Los verdaderos genios de este siglo (jueces, narcotraficantes, agentes del Ministerio Público, secuestradores, abogados, médicos forenses, "criminólogos", policías y militares) son los mexicanos; no los sicilianos ni los colombianos. La mentalidad barroca mexicana -que se despliega en varios planos de la realidad al mismo tiempo- supera sobradamente el carácter ambiguo propio de la novela y lo mismo triunfa -esa ambigüedad- en la política que en el crimen, organizado o desorganizado.
7. No por otra cosa hay siempre una atmósfera novelesca en los enigmas criminales: desde el asesinato de Manuel Buendía en 1984 hasta los atentados cumplidos en los casos del cardenal Posadas, Luis Donaldo Colosio, Abraham Polo Uscanga o Digna Ochoa. Los "averiguadores previos" son muy propensos a la invención literaria. Llevan a cabo verdaderas construcciones imaginativas y se atienen al sobreentendido de que la "realidad" o la "historia" no tiene que cumplir con el componente de verosimilitud propio de la literatura.
8. La historia de Amado Carrillo Fuentes reproduce el ardid narrativo de La máscara de Dimitrios, de Eric Ambler. El cambio de identidad, a través de una muerte fingida o confeccionada por la cirugía plástica, está en esta maravillosa novela de espionaje, una de las obras maestras del género. Asimismo las andanzas del Señor de los Cielos parecen inspiradas en el Matías Pascal de Pirandello, la historia de un hombre que organiza su muerte civil y desaparece para el mundo. De esa manera, en los periódicos y la televisión que son nuestra novela contemporánea, se vive por igual el mundo de lo fantástico y el universo de la verdad arreglada. Arreglada por los merolicos de la tele, los agentes judiciales, los intelectuales mediáticos, los jueces, los empleados que cobran su quincena en la administración de la justicia.
9. Nada menos fantástica y literaria es la tardía "hipótesis" (les tomó cuatro meses) sobre el "suicidio" de Digna Ochoa. Les tomó más de cuatro meses inventarse que la señora se privó de la vida a sí misma. Como que les dijeron: invéntense algo. Digan que fue suicidio. Ya no podemos andar diciendo que en otro caso más hay manu militari. A ver cómo le hacen. Y ahí van los "peritos", los "criminólogos" (¿dónde estudiaron, dónde se graduaron, quiénes son, de dónde su autoridad "técnica"?), los genios de las "líneas de investigación" (que antes, en el español no estadounidense, se llamaban "pistas") dispuestos a enriquecer la literatura policiaca, abundantísima, del homicidio disfrazado de suicidio.
10. En ninguno de los muchísimos cuentos policiacos que aparecen en las antologías de Jorge Luis Borges y Bioy Casares se sugiere la locura de que un suicida se dispare dos veces a sí mismo. Al menos en la imaginación, a los escritores les parecería demencial, una estupidez, una hipótesis jalada de los pelos y de mala fe.
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