En la historia de los pueblos, de todos los pueblos, hay momentos que son decisivos, que forman un carácter y un destino. Para México, uno de esos momentos fue el del gobierno de Don Benito Juárez. Su actuar dio viabilidad histórica a México y un sentido de pertenencia a los mexicanos. Su divisa fue crear instituciones fuertes, no hombres fuertes, mediante la supremacía de la ley, donde nadie, ni siquiera el propio gobierno, se encuentre por encima de la legalidad. Por ello, por primera vez en nuestra historia, México vivió con él un clima de completa libertad.
Los grandes principios de Juárez y su generación aportados al país, fueron el gobierno civil, el sistema democrático, la separación de poderes, la honradez como exigencia para los gobernantes, la prensa independiente, la tolerancia religiosa, el respeto entre las naciones y la solución pacífica de las controversias. En los difíciles momentos que hoy vive el mundo, su ejemplo es actual, aun cuando en una enorme muestra de inconsecuencia histórica, política y moral, el Gobierno de la República no haya apelado a él para fundamentar una actitud más activa con respecto al conflicto de Irak.
Precisamente por su ejemplo y su vigencia, el Partido Liberal Mexicano convocó en noviembre pasado, al primer Concurso Internacional de Ensayo sobre la Vida y Obra de Don Benito Juárez. A lo largo de estos meses, fueron recibidos 89 trabajos, provenientes de todo el país y el sur de los Estados Unidos. Para dictaminar sobre ellos, se formó un Jurado de muy alto prestigio, integrado por Beatriz Pagés Rebollar, Agustín Arriaga Rivera, Andrés Henestrosa Morales, Luis Octavio Porte Petit Moreno y Carlos Quintanilla Yerena.
Después de una intensa deliberación, los miembros del Jurado determinaron conceder los tres primeros lugares a Álvaro Cepeda Neri, Jenaro Villamil Rodríguez y Natalia Ríos Gutiérrez, respectivamente, los cuales, en sus trabajos, destacaron la dimensión excepcional del hombre modesto que guió al país entre dos terribles tormentas, cuando estaba a punto de naufragar, y lo llevó a la buena orilla convertido en un país distinto, transfiriendo las antiguas lealtades que habían caracterizado a la vida política mexicana a los nuevos contenidos que hoy determinan todavía nuestro proceder cívico y político: la ley, la Constitución, la Reforma.
En la ceremonia de premiación, efectuada el pasado viernes 21 de marzo, durante la conmemoración del 197 aniversario de su natalicio, los liberales mexicanos ratificamos la permanencia de Juárez. En momentos como éste, de atropello a los principios, quizá no puedan leerse sin cierta indiferencia las exaltadas palabras finales de Justo Sierra en su inmenso libro «Juárez: su obra y su tiempo», pero debemos tenerlas siempre presentes si queremos que nuestra nacionalidad siga teniendo algún sentido: "Gran Padre de la Patria, viste el triunfo de tu perseverancia, de tu obra, de tu fe, ...celebrando los ritos de nuestra religión cívica, cada generación, al partir, dirá a la generación siguiente que se levanta y llega: ¡Perseverad como él, quered como él, creed como él!"
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