Unidos por la muerte y la gloria.
Hace unas semanas se nos murió Compay Segundo y, unos días más tarde, la parca -al parecer no muy "parca" en lo que a Cuba se refiere- se llevó a Celia Cruz. Parece hambrienta esta "pelona que, entre uno y otro grande de la cultura, nos arrancó también a tres desconocidos compatriotas (dizque marginales y "suicidados"), quienes intentaban escapar de la isla. Por los últimos sólo sus madres lloran en las verjas del cementerio. Para los cinco que se fueron, reconocidos o marginados, venga un homenaje, ya que todos eran cubanos.
Con motivo de la desaparición de los artistas, la Televisión Española Internacional (TVE) les dedicó numerosos espacios. En relación a Celia Cruz, TVE informó el jueves 17 de julio del enorme impacto que ha tenido su desaparición para los exiliados, entrevistando a muchos de los que le conocieron, entre ellos a su antigua compañera Olga Gillot. Según la televisora, la muerte de Cruz no repercutió ostensiblemente en los medios oficiales de la isla. Sin embargo, Casa de las Américas le dedicaría una jornada.
El canal español hizo eco asimismo de las declaraciones de los trovadores Silvio Rodríguez y Vicente Feliú. De acuerdo al primero, Segundo y Celia estarían pasándola bien en alguna nube, "Compay tocando y ella cantando". Vicente Feliú, otro fundador del movimiento de la Nueva Trova, fue aún más lejos que Silvio, asegurando que ella se quedaba entre nosotros y que esperaba (en franca alusión a los censores) que aquellos encargados de mostrar su obra (en Cuba) tampoco la olviden.
Pero mientras los culpables, con sus letras y músicas, de tantas conversiones al culto de la revolución cubana asumían posiciones conciliatorias con respecto a su colega recién fallecida, otra era la actitud del castrismo duro internacional; uno de sus órganos de expresión, la revista digital Rebelión, no se contentaba con empastar el artículo de la Jornada. En vez de utilizar el título "ella cantaba salsa", lo cambió por uno más seco: "Muere Celia Cruz". Queriendo ser más papistas que el Papa, Rebelión debió agregarle, además, la siguiente coletilla: "Nos quitamos una cruz de encima. Se va, sin pasar por Cuba, un símbolo de la música tropical y de la gusanera". La frase de Rebelión resulta un franco reconocimiento del "martirio" que habrán significado para sus "rebeldes" las continuas declaraciones políticas de Celia Cruz.
No es necesario coincidir políticamente con el parlamentario oficial Silvio Rodríguez para conceder que la imagen empleada por éste ante la TVE, sin dudas, refleja los vientos de unidad y reconciliación que han de soplar en la Cuba nueva todos queremos.
Celia, venciendo las barreras de la expatriación, gozó de la gloria toda su existencia y, a pesar de los pesares, fue una embajadora indiscutible de la cultura cubana. Compay Segundo, por el contrario, se mantuvo en Cuba, sin disentir, al menos públicamente, de su gobierno. El pobre viejo fue descubierto para la fama sólo al final de su vida, no tanto gracias al la naturaleza del sistema al que nunca se opuso, como a los mecanismos mercantiles a los que de mala gana éste se abrió tardíamente. Pero, sin dudas, también fue un embajador de nuestra cultura, adorado hasta el frenesí por las multitudes como Celia.
Ni el exilio de la una, ni la aceptación del gobierno por el otro, nos los hacen ajenos. Fueron dos buenos cubanos, como cubanos son todos los nacidos en una misma tierra. Venga pues, para los dos, sin menoscabo alguno, el homenaje de Cuba Nuestra.
Tal y como a estos artistas excepcionales, en plena gloria, hoy la muerte les une, a nosotros, los hijos también de un mismo pueblo, los de adentro y los de afuera, pronto, nos unirá la vida en una misma tierra.
Réplica y comentarios a la autor: estefaniaulet@hotmail.com
Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.
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