El holograma cuántico no-local, eslabón factible entre ciencia, conciencia, espíritu e infinito.
Dedicated to:
EDGAR MITCHELL
Sc.D., Capt. USN, (Ret)
Aquí se presenta una hipótesis muy sugestiva para una integración de la estructura científica de los fenómenos de la conciencia, los cuales frecuentemente han sido considerados más allá de toda formulación científica. Uno de los motivos que sirvió como horizonte inicial de la presente hipótesis fue el denominado principio antrópico. Por este principio se arguye que "vemos el universo en la forma que es porque nosotros existimos" [Cfr. Stephen W. Hawking. Historia del Tiempo: Del Big Bang a los Agujeros Negros. Cap. VIII, El Origen y el Destino del Universo]. La intuición, la telepatía, la clarividencia y muchos fenómenos de información similares parecen ser explicados fácilmente por medio del holograma cuántico no-local, y así, con ello, se daría elucidación a la noción de Nature's Mind que conlleva el mismo. Su defensor, Edgar "Ed" Mitchell, postula que más allá del punto de vista de la evolución, el quantum no local es la base desde la cual la misma organización de los procesos cosmológicos ha producido el fenómeno común de percepción en los organismos vivientes. Las palabras claves de esta compleja exploración psicocientífica son: holograma cuántico, percepción, epistemología no-convencional, telepatía, no-localidad, intuición.
Antes de entrar de lleno en el tema, sería muy válido el reseñar como empezó toda esta aventura "psiconáutica" para "Ed". Según comentan sus parcos biógrafos, Edgar Mitchell siempre tuvo un especial interés desde niño por los problemas de este universo en relación a la ciencia y el misticismo, e incluso por la religión. Siendo adulto, y pasadas las postrimerías de la Guerra de Corea, hacia 1957, se consagró a la carrera aeronáutica como piloto de pruebas de la Marina (US Navy). El lanzamiento por los soviéticos del primer satélite artificial no tripulado, el módulo orbital ruso Sputnik, seguido en abril de 1961 con la proeza del cosmonauta Yuri Gagarin que lo transformó en el primer hombre en el espacio, acicateó ferozmente el ánimo de "Ed" al saberse como parte conjunta y responsable del futuro espacial de Norteamérica. Como compensación, el clímax a sus expectativas se produjo con el advenimiento del primer alunizaje humano, el 20 de julio de 1969. Luego, habiéndose ya iniciado la década del ’70, y después de que se efectuaran las modificaciones tecnológicas necesarias para evitar fallos y riesgos como los que ocurrieron con el proyecto lunar precedente (el número 13), la misión Apolo 14 con Alan B. Shepard Jr., Stuart A. Roosa y el mismísimo Edgar D. Mitchell como tripulantes, fue llevada a cabo exitosamente entre el 31 de enero y el 9 de febrero de 1971, 216 horas en total, como primer alunizaje especifico de una tripulación en una accidentada región montañosa de la Luna (5 de febrero, zona de Fra Mauro: 3.65 S, 17.48 W, sitio selenográfico holgadamente al sur del cráter Copérnico y al norte del mar de las Nubes). En esta misión, los exploradores espaciales cumplieron importantes actividades extravehiculares sobre la superficie lunar. Los astronautas estuvieron 9 horas y 25 minutos explorando esa zona de la superficie lunar en dos excursiones del módulo. Allí encontraron los fragmentos de roca más antiguos, recogieron unos 43 kg. de muestras selenológicas (ya que es incorrecto decir geológicas) e instalaron instrumentos científicos hi-tech para arribar a otras revelaciones. Permanecieron 33,5 horas en la superficie y 67 horas en órbita lunar, completando 34 órbitas.
"Ed" Mitchell fue el sexto hombre en efectuar una compleja caminata sobre la ardua superficie lunar. De regreso a la tierra, un lapso más tarde, Edgar tuvo una experiencia para la cual nada en su vida lo había preparado. Mientras iniciaba la vuelta a su cuna planetaria, y con la convicción de una ecuación analítica que él siempre podría descifrar, tuvo una revelación íntima de total certidumbre. Fue cuando descubrió que ese mundo azul maravilloso al cual estaba retornando era parte de un sistema viviente, armonioso y holista del cual toda la humanidad forma parte ineludible -tal como él mismo lo expresara más tarde- "de un universo consciente", que goza de una interconexión donde el éxtasis espiritual es imprescindible.
De tal manera, de acuerdo con dicho descubrimiento, Mitchell se entregó por varios años al trabajo con místicos del Islam, cristianos devotos, chamanes sudamericanos, personas que practicaban vudú, zahoríes aborígenes, monjes budistas, y otra clase de creyentes, de quienes extrajo el máximo de información sobre tal sabia trabazón intercósmica.
Este capitán retirado de la Marina estadounidense y veterano astronauta cuenta anexamente en su currículo profesional con un doctorado en ciencias (Sc.D.), con la prerrogativa de haber instaurado -en 1973- el Institute of Noetic Sciences del cual fue su primer presidente y con el liderazgo de una serie de proyectos científico-experimentales (algunos de ellos considerados "psiconáuticos") concernientes al "Modelo Diádico de Conciencia" que han hecho las delicias gnoseológicas tanto de calificados científicos no convencionales como de místicos consagrados. En otras palabras, es un pionero en los esfuerzos para expandir la ciencia hacia la comprensión de los fenómenos de la conciencia y la experiencia interior.
Escudriñando en sus conocimientos adquiridos, este viajero del cosmos y -a la sazón- doctor en ciencias profundizó aquello que Albert Einstein había vislumbrado. Es decir, aquello sobre que la materia posee intrínsecamente dos atributos diferentes, enfatizando -en teoría, que esa materia que se percibe localizadamente aquí y ahora está de seguro en todas partes y no está, por consiguiente, localizada. Esta doble atribución está dada por la misma ambigüedad entre la apariencia subjetiva y la realidad objetiva. En rigor de verdad, por los esfuerzos y experiencias científicas de Mitchell, se sabe que "aquello" es una realidad cuántica no-localizada, una entidad inherente a la "mente de la naturaleza". Así las cosas, sus indagaciones junto a lo aportado por otros eminentes físicos coetáneos, avizoraron el arquetipo del holograma cuántico. Esto es: una entidad omni-situacional que goza de una propiedad del quantum energético de la materia, denominada de emisión y reabsorción retroalimentaria (en continua renovación). Esta entidad está en toda la materia; nada más que se trata de energía interdinámica fluyendo. Por tanto, esa re-transferencia de energía es asaz coherente para cargar información sobre el objeto físico, y allí precisamente se revela lo asombroso. El descubrimiento del holograma cuántico se consumó merced a una ocasional rutina de resonancia magnética, el fMRI (functional Magnetic Resonance Imaging), y Edgar Mitchell certificaría que tal estructura informativa es la que permite a la humanidad el vivenciar toda experiencia intuitiva. Ya P. J. Marcer & W. Schempp esbozaron en su obra "Model of the Neuron Working by Quantum Holography" Informatica 21:519-534 (1997) que la condición de fase-resonancia-conjugada-adaptable (el PCAR) es una condición necesaria para la cual un objeto en la realidad tridimensional realmente sea percibido como tal.
El experimento de Mitchell se fundamentó entonces en hacer colisionar un fotón luego de ser éste acelerado a una velocidad mayor a la de la luz, y el resultado de esta colisión fotónica fue que nacieron dos fotones gemelos que se comportaban de un modo idéntico, aun cuando pudiese existir entre ellos una distancia en extremo remota. Es así, pues, que lo cercano y lo lejano no afectan a esta realidad. Y desde un criterio más analítico, la resonancia magnética conlleva una pasmosa característica conducente al flujo de información en el espacio-tiempo. Es decir, la resonancia requiere un camino virtual matemáticamente similar pero contrario a la información sensoria entrante sobre el objeto, así entonces, la captación telepática o la percepción de un suceso futuro tienen que ver, por supuesto, con la existencia del holograma cuántico no-local.
Desde esta perspectiva de no-localidad, y teniendo en cuenta la historia cuántica del suceso en lo tocante a su objeto material, el holograma cuántico es visto como un portador de información fundamental en la naturaleza. Una analogía apropiada es aquella en la que el holograma cuántico es a la materia como la mente es al cerebro.
Para mayores detalles ver: http://www.edmitchellapollo14.com/naturearticle.htm
En apariencia, la epistemología no-convencional es uno de los rumbos más eficaces para hallar una elucidación al problema del futuro, o de lo futurible. Y en lo referente al asunto sobre lo desarrollado noéticamente, a partir de un suceso cuántico, surge el atributo "bio-cuántico" acerca de aquellos complejos organismos que pueden plasmar un designio en tanto consiguen producir, y a menudo producen, efectos causales no-locales asociados con ese intento. Amén de todo, esa consideración sólo produce coherencia en la naturaleza debido a que en alguna medida se reduce la aleatoriedad.
En conclusión, "Ed" Mitchell sostiene que el entendimiento actual de no-localidad en la naturaleza es suficiente para postular esa no-localidad holística, la cual asimismo presupone el atributo de energía/materia que permite la percepción. Del mismo modo, el holograma cuántico es la raíz de la conciencia natural la cual se manifiesta en los organismos evolucionados que existen en la realidad tridimensional.
Consúltese: International Journal of Computing Anticipatory Science, Volume 7, 2000 -Edited by D. M. Dubois, CHAOS, Liege, Belgium, ISSN 1373-5411 ISBN 2-9600179-9-4 .
Translation and synopsis: ©Copyright by Pablo Allegritti, 2003
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