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   Calentamiento global y desertificación

El calentamiento global es un hecho comprobable día a día. La desertificación, que no creíamos grave cuando el informe Meadows sobre "los límites del crecimiento" en los años setenta del siglo pasado, se hace patente con fuerza inusitada. Hoy, en zonas donde no llovía, se están presentando inundaciones incontrolables. Regiones del trópico húmedo se quejan de falta de lluvias y muestran tierras agrietadas. Por otro lado, las quemas descontroladas afectan brutalmente la vida en territorios sin humedad.

Depredamos nuestro ambiente para vender petróleo. PEMEX, nuestra empresa que debiera pujar por el desarrollo nacional, en lugar de aprovechar la extracción de este recurso y de gas del subsuelo patrio, lo hace para transformarlo fuera de nuestras fronteras, dejando desolación y desastres ecológicos por todas partes. Mientras tanto, padecemos su incapacidad económica para atender su mantenimiento y la aplicación de sistemas de protección ambiental.

El centro norte del país muestra las huellas del crecimiento de los desiertos a pasos agigantados. Los pobres son también cada vez más, lo que genera movimientos de personas, en mayor volumen, hacia los Estados Unidos. Estudiosos del medio afirman que existe una estrecha relación entre pobreza y migración con el fenómeno de la desertificación. Sin embargo, no se definen estrategias globales para su combate.

La desertificación, según la ONU, afecta entre 100 y 200 millones de personas en todo el mundo. Se considera el mayor y más delicado desafío medioambiental del momento. De seguir la tendencia, en los próximos años 2,000 millones de personas -un tercio de la población humana- perderían la posibilidad de obtener alimentos, agua y otros servicios imprescindibles para la vida. Las oleadas de refugiados no se harían esperar. Sin ser catastrofistas, debemos considerar que nuestro país no está lejos de esa perspectiva.

Ejemplos hay de esta situación preocupante. Mali, con once millones de habitantes, sufrió una migración masiva de tres millones de personas hacia el vecino país de Costa de Marfil. En África se aprecia un movimiento constante de población, huyendo de la desertificación hacia el norte del continente. Esto ya alarma y lleva a la aplicación de mucho dinero a las áreas agrícolas. Pero la aplicación de los recursos sólo impide que la gente "se muera de hambre", pero no se centran en el fondo del problema: la recuperación de tierras y el ambiente.

Las apreciaciones anteriores surgen de un estudio de la Red Internacional sobre Agua, Medio Ambiente y Salud de la ONU, donde se afirma que "las políticas en marcha no están funcionando". Incluso, las contribuciones para atajar el problema vienen en declive y no reducen la desigualdad económica ni eliminan la pobreza.

La ayuda, que asciende a 50,000 millones de dólares al año, provenientes de países ricos, no proveen soluciones reales a los graves problemas señalados. Todo se queda en "aspirinas para el dolor". Pero la recuperación agropecuaria, en el mundo y en nuestro país, requiere de atención inmediata. Esta es una tarea urgente para los organismos multilaterales.

Réplica y comentarios al autor: v_barcelo@hotmail.com




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