El economista Joseph Stiglitz (premio Nóbel del 2001), afirma que después de más de una década de la implantación de políticas neoliberales en América Latina se ha demostrado que el modelo fracasó en una de sus tesis principales: generar un mayor crecimiento económico, pero los que sí han resultado beneficiados son, para variar, los más ricos. Los países de esta región, en mayor o menor medida, han adoptado lo que dictan el Fondo Monetario Internacional y Washington, que son -entre otras cositas- la liberalización comercial, la liberalización de los mercados (incluido el de capitales), la privatización y la disciplina fiscal.
El caso más crítico de lo anterior es el que nos ofrece Argentina, que curiosamente es el país que más ha seguido al pie de la letra "las recomendaciones" citadas. El eje prioritario del experimento argentino fue el de la conversión uno a uno con el dólar, pero esta paridad sólo es sostenible si la productividad de la economía argentina crece a la par que la de Estados Unidos y de la del resto de los países desarrollados. Como era de esperarse esto no podía ocurrir y sus exportaciones cayeron estrepitosamente, arrastrando la caída del flujo monetario, lo que ocasionó una parálisis casi total de la economía y aumentando, por si fuera poco, su deuda externa. Asimismo, se incrementaron las ya altas tasas de impuestos, colapsando los ingresos fiscales y ocasionando una fuga de capitales muy importante que se dirigió hacia Brasil y México, principalmente.
Un aspecto clave que hay que resaltar es que Argentina se deshizo de sus empresas públicas y ahora resulta verdaderamente imposible que pueda hacer frente a la crisis, ya que sus ingresos son mucho menores a sus compromisos internos y externos, como es el pago del servicio de la deuda.
La pregunta que ha surgido en los últimos tiempos es si la economía mexicana puede presentar una situación como la que vive Argentina. El Secretario de Hacienda, Gil Díaz, asegura que por falta de una disciplina fiscal y control de la administración fiscal esto puede suceder, pero para que esto sea posible se requiere la coexistencia de muchos factores económicos, como el tipo de cambio, la ausencia de activos públicos y la deuda.
El tipo de cambio en México no es fijo y no está a la par del dólar, por lo que el control de la inflación en nuestro país puede llevarse a cabo precisamente por esta flexibilidad. Todavía nos quedan importantes activos sin privatizar como son los referidos a PEMEX y la electricidad. Respecto a la deuda pública, su monto y distribución aquí es financiable a diferencia del país sureño.
Lo anterior no indica que la situación económica de México esté libre de contagio de la de Argentina o Brasil, ni tampoco que podamos lograr crecimientos sostenidos del producto interno bruto (PIB) o mantener la estabilidad macroeconómica; pero las afirmaciones de Gil Díaz apuntan a que se está presionando para que se lleve a cabo una verdadera reforma fiscal integral, que todos sabemos es necesaria, debido a que nuestro sistema tributario tiene una de las más bajas capacidades recaudatorias del mundo.
Es importante que para disminuir la vulnerabilidad de la economía mexicana debe existir una mejor relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, incrementándose así, tanto la confianza interna, como externa de los inversionistas y de la población en su conjunto.
Pronósticos económicos
Estoy completamente de acuerdo con otros economistas en que el desarrollo del mercado interno es prioritario para que exista crecimiento en nuestro país, pero lo importante no es lograr sólo que crezca la economía, sino que este crecimiento sea sostenido, y para que esto sea posible se deben llevar a cabo, además, diversas reformas en materia laboral, fiscal y energética. Cabe aclarar que estas reformas no deben tender hacia disminuir las prestaciones laborales, incrementar los impuestos hacia la clase media, ni tampoco privatizar lo único que nos queda.
El Programa Nacional del Financiamiento del Desarrollo (Pronafide 2001-2006) cambia la estrategia para lograr el crecimiento económico basado en las exportaciones y la inversión extranjera por el de la promoción hacia el desarrollo del mercado interno. Aquí se destaca que podríamos ver el prometido 7% del PIB para el 2006, pero sólo si llevamos a cabo las reformas estructurales pendientes.
De acuerdo a expertos en modelos econométricos como son los doctores en economía Manuel Cutiño y Manuel Díaz y a otros especialistas como Consultores Internacionales, nuestro producto interno registró un crecimiento positivo de 2.4% en el segundo trimestre del 2002, iniciándose con esto la recuperación económica de México, que se espera sea observable a fines del tercer trimestre. La industria manufacturera ha iniciado su recuperación, pero no así la industria maquiladora de exportación, mostrando incluso retrocesos en los últimos meses. Se calcula que el PIB para todo el presente año llegue a un crecimiento entre el 1 y el 2 por ciento.
Para el año 2003, México podría llegar a crecer entre un 3 y un 3.7% con una tasa de inflación del 4% y con un tipo de cambio apenas por arriba de $10 por dólar, generando apenas en todo el año menos de 500,000 empleos.
Las cifras para estos dos años nos indican que aunque todo señala que la recesión ha terminado, y que si la población mexicana sigue creciendo a una tasa del 3% anual, requiriéndose de más de un millón de empleos al año, aunado a que existe una gran dependencia comercial con nuestros vecinos norteamericanos, es probable que siga aquí el estancamiento y en mayor medida debido a causas propias que a efectos externos.
Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, a pesar de todo, y especialmente por la incertidumbre que prevalece, ofreció un pronóstico muy favorable para el desempeño de la economía norteamericana, con un crecimiento que oscila entre el 3.5 por ciento a 3.75 para este año y entre 3.5 y 4 por ciento para el 2003. Este escenario es muy optimista y las semanas siguientes serán cruciales para ver si no se deteriora más el entorno financiero. Para México es esencial que dicho crecimiento se presente, ya que de otra forma hasta los escenarios más conservadores sobre la recuperación de nuestra economía van a ser imposibles de alcanzar.
Es posible que la economía mexicana pueda crecer al 7 por ciento anual a finales del 2006 o tal vez un poco antes, pero lo más importante es que este crecimiento sea sostenible y esto sólo se lograría si se incrementa de forma significativa la productividad, la inversión y los ahorros, tanto internos como externos.
Todos estos pronósticos para México dependerán de la evolución de por lo menos siete factores:
1. Debilidad de los mercados externos
2. Inestabilidad financiera internacional
3. Debilidad en el mercado interno
4. Incertidumbre política (elecciones 2003)
5. Debilidad financiera interna (deuda, fobaproa, fobazúcar)
6. Eventos no previstos (11 de septiembre)
7. Crecimiento de la economía informal
Réplica y comentarios al autor: jjordian@yahoo.com
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