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   Dolarización

El tema de la Argentina es obligatorio para todos los latinoamericanos, pero no menos para todos los pueblos del mundo. Bien les viene meditar en el asunto a nuestras "clases medias", que se dejan embaucar por la propaganda de las sociedades consumistas supuestamente desarrolladas que nos propone que nos subordinemos a las normas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, y que acatemos las políticas neoliberales que a nivel internacional se tratan de imponer. A nivel de gran potencia no sólo se ejerce presión económica, intimidación y coacción indirecta a través de los medios de difusión -tanto la propaganda visible como la sedimentación inconsciente para el control psicotécnico de la población--; sino que ahora, desembozadamente, se va a emplear la fuerza armada.

La globalización, según la imponen las grandes corporaciones financieras, ora utiliza a los gobiernos subordinados, ora simplemente sus representantes ejercen el control del aparato del estado de las grandes potencias militares. El éxito final de las corporaciones deja como subproductos hambre, decrecimiento económico e inestabilidad social entre los necesariamente derrotados en la competencia. Un claro ejemplo de esto es hoy la Argentina. Allí se imponía la dolarización que hoy se quiere llevar a toda la América Latina, no obstante las consecuencias experimentadas en el Ecuador, El Salvador y en la misma Argentina, donde era obvio cómo se precipitaría el proceso.

No se pueden comparar los distintos casos de la dolarización en la América Latina. En general se han producido unilateralmente, sin responder al proyecto de una zona monetaria óptima a través de un proceso de convergencia macroeconómica. Esto hubiera requerido la concertación de las políticas impositivas, así como la coordinación de los factores de producción y servicio que hubieran permitido la creación de una divisa común sin renunciar al señoreaje monetario. Algo semejante fue lo que se hizo en la Unión Europea mediante la constitución de un Banco Central, cuya dirección está integrada por la representación de todos los países de la comunidad.

En cuanto a la dolarización en la América Latina la situación es esencialmente diferente. El dólar es una moneda inestable, que eliminó sus tasas fijas de convertibilidad con el oro en 1971. En la economía de los E. U. no existen reservas de oro que garanticen los dólares que inundan el mundo. Está sustentada en la emisión desproporcionada de papel moneda, respaldada, por la estructura militar más poderosa de la tierra.

Los argumentos económicos para la dolarización -no entramos a considerar los que lesionan muy seriamente la soberanía nacional-- ofrecen el "sueño americano" y esconden la "pesadilla" que sufren millones, especialmente los inmigrantes y los nacionales, negros o blancos, sin acceso a aquél. El proyecto dolarizador aspira a ofrecer estabilidad monetaria, y reducir de la inflación y las tasas de interés hasta los niveles de los Estados Unidos, aumentar el Producto Nacional Bruto -no el crecimiento económico-, y lograr la menor volatilidad de las tasas de interés y la inflación. Por supuesto que las experiencias padecidas a todos los niveles desmienten todo esto.

Se argumenta además que ayudaría a estabilizar los mercados exportadores y los haría crecer mas rápidamente, pues proporcionaría a los inversores norteamericanos la posibilidad de reducir los costos de cobertura contra el riesgo producido por el tipo de cambio. Estos argumentos se basan, en primer término, en creer que los Estados Unidos obra para fortalecer el sistema financiero internacional y no para subordinar los sistemas financieros internacionales a los intereses de su estado o a los de las corporaciones de producción y servicios o financieras, como es lo que sucede.

En segundo lugar, cuando se habla de los mercados exportadores, esto se refiere sólo a los Estados Unidos. El propósito real, por lo tanto, es sostener e institucionalizar los mercados latinoamericanos como economías complementarias de la estadounidense.

Se agrega que esto conlleva la reducción de la carga de los contribuyentes al disminuirse la ayuda financiera que recibirían como países con problemas. Esto es una falacia que no tiene la más elemental fundamentación. Tendría mucho interés en conocer alguna información que permitiera inferir que la dolarización pueda reducir la carga impositiva de los contribuyentes latinoamericanos.

Lo que sí es cierto en cuanto a la dolarización en los países que la han sufrido es la no disposición de divisas que permitan resolver las necesidades de importación de materias primas, insumos industriales y bienes de consumo y capital. Los tenedores y especuladores del dólar se convierten así en los dictadores absolutos de la economía. Esta situación conduce, en su primera fase, a la recesión del aparato productivo, y culmina, a largo plazo, en la quiebra en general. Consecuentemente, nuestros países se reducen más aún a sus economías coloniales, dependientes y suplementarias

Progresivamente se convierten en centros de especulación financiera, lavado de dinero, narcotráfico, en estaciones turísticas del "subdesarrollo", zonas francas para maquilas, y domicilio de población agotada a la que sostiene la remesa de sus mejores hijos forzados a la emigración. ¿En este clima, qué va a proliferar sino descomposición social, prostitución y vicio, en una población alienada por una angustiosa frustración nacional que conlleva la fuga de los talentos y de la población con mayor capacidad del trabajo productivo?

La Reserva Federal de los Estados Unidos pretende establecer, como política para la dolarización, el control de la cantidad de dólares en circulación mediante la entrega de los billetes a cambio de bonos del tesoro. La Reserva Federal gana intereses sobre esos bonos, y usa una pequeña porción de dichos intereses para costear sus operaciones. El resto lo envía al Departamento del Tesoro. Los países abdicantes de su soberanía económica tendrían que someterse al procedimiento de comprar bonos del Tesoro de los Estados Unidos en los mercados, y venderlos más tarde a la Reserva Federal para comprar billetes y monedas de dólares.

La dolarización de uno o varios países no cambia ni la estructura de la Reserva Federal de los E.U. ni los procedimientos y objetivos de su política monetaria. Tampoco se compromete con esto a la Reserva Federal. En cambio sí garantiza mercado seguro para los productos y servicios de las empresas norteamericanas con el mínimo de riesgo.

La hegemonía del dólar en la región estorbaría decisivamente las negociaciones a base del euro. La participación de Europa en la América latina se verían fuertemente entorpecidas, y al final esto haría que los bancos europeos y las empresas de producción y servicio se tuvieran que reducir extremadamente o aún suspender sus operaciones en el continente.

Si estos objetivos de la Reserva Federal llegaren a realizarse en la región, se impediría, primero la creación y desarrollo de los bloques sub-regionales, y después consolidarían superestructuras altamente deformantes del desarrollo colectivo, difíciles de destruir después cuando se vaya a construir la Mancomunidad Iberoamericana, que constituye el proyecto básico "sine qua non" para un desarrollo integral.

Los países al dolarizarse tendrían que abrir sus sistemas bancarios a la banca internacional, en consecuencia de lo cual los gobiernos nacionales perderían la capacidad de decidir y controlar una política económica. Su política fiscal se vincularía tan subordinadamente a los Estados Unidos que no podría implementar plan alguno para superar una coyuntura económica adversa, ni siquiera para disminuir el desempleo o incentivar el crecimiento económico. En verdad ni podría realizar ninguna medida para la que se requiriera un mínimo de soberanía monetaria.

La globalización -asociada con su instrumentación financiera en Iberoamérica: la dolarización- impediría de manera realmente emasculante un proceso cabal de industrialización. Al no incentivar la inversión productiva interna, aquélla se desviaría hacia un horizonte comercial predelimitado y hacia la especulación. Un desempleo sistemáticamente creciente e irremediable y una ampliación de los niveles de pobreza, serían -como hasta ahora-las consecuencias insuperables. La producción agropecuaria y pesquera, destinada al consumo más elemental, quedaría para cubrir los mínimos requerimientos de la porción de población utilizable. Desaparecerían las empresas pequeñas y medianas y se concentraría el esfuerzo productivo en los agro-exportadores. La producción quedaría determinada por la demanda del mercado externo. La inflación elevaría los precios de los productos del consumo interno.

Estas consecuencias las sufriría cada vez más la clase trabajadora y se incrementarían los bolsones de subnutrición de sectores cada vez más amplios de la población. En la parte de la población utilizable por la sociedad globalizada y dolarizada, los niveles de vida descenderían indefectiblemente, pues al internacionalizarse los precios, no aumentar los ingresos y estimularse la especulación, se tendría como corolario inevitable que los países perderían, junto con su soberanía, las posibilidades no ya de mejorar sus niveles de vida sino que la población se iría viniendo a menos, en tanto, acababan por beneficiarse los cada vez menos numerosos funcionarios y empleados que sirvieran para mantener en funcionamiento un rato más solamente estas sociedades marginadas.

Desde el exilio, 29 dic 2001

Réplica y comentarios al autor: psrdc@psrdc.org




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