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   El legado de Quetzalcóatl (parte 4)
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El pensamiento actual de la humanidad encasillado y reducido creerá que lo expuesto aquí es producto de una fantasía o una historia de otra galaxia. Por fortuna los testimonios que existen van aportando datos y luces que van de asombro en asombro. A partir de mediados del siglo pasado los avances en descifrar parte de los jeroglíficos, de códices, petroglifos, estelas y murales, más el aporte de las zonas arqueológicas descubiertas, van revelando su enigma que cotejados han despejado muchas dudas.

Los conceptos del México precolombino, que a partir del siglo XVI comienzan a estudiarse, se singularizan por un laconismo que desorienta, pues los hechos aparecen secos y escuetos, desprovistos de un contexto profundo. Los primeros historiadores —en su mayoría clérigos— relatan una visión bastante tendenciosa y escasa de conocimientos de civilizaciones anteriores a la Azteca.

A partir de esa época la intensión manifiesta: borrar cualquier vestigio de la magnificencia de esas civilizaciones; postura que prevaleció por más de tres siglos; fueron evidentes los intereses que motivaron esta política.

Es a partir de mediados del siglo pasado —valga la reiteración—, que van aflorando las virtudes de la civilización Náhuatl (que es el tema central de esta disertación); se confirma su expansión en toda Mesoamérica, cuyos testimonios existentes confirman el gran avance de esta nación; como ejemplo de ello está su maravillosa metrópoli: Teotihuacan, donde quedaron plasmados sus avances, tanto en arquitectura, en la astronomía, en el cómputo del tiempo en una era en que no se conocía el uso utilitario de la rueda, las bestias de carga y la edad de los metales se encontraba en el periodo arcaico. La simetría y orientación de sus edificios, pirámides, plazas y calles siguen siendo el asombro de propios y extraños.

Desgraciadamente la imagen de las cincuenta y siete etnias que existen actualmente en nuestro país principalmente en el sudeste; se le ha tomado como prototipo de la forma de vida de sus ancestros (nuestros antepasados). ¡Nada más apartado de la realidad! Hay que reconocer que estos hermanos nuestros arrastran las consecuencias que por cinco siglos han padecido; conculcada su voluntad, sienten el estigma de ser señalados como seres inferiores; se les ve como algo folklórico y penosamente discriminados por nosotros los mexicanos.

Las consecuencias son evidentes; manipulados políticamente; incrustadas entre ellos religiones y sectas, provocando entre ellos enfrentamientos que llegan hasta la muerte; explotados por caciques que normalmente proceden de su propia etnia. Sin un ápice de memoria de sus antepasados; su religión es un sincretismo, que quizá ni ellos la entiendan.

En renglones anteriores mencionamos los trescientos años de sujeción de los naturales por una minoría de españoles y criollos bajo un sistema de gobierno esclavista y excluyente; estableciéndose la división de castas; el arribo de más clérigos que con la anuencia —diríamos complicidad— de los virreyes incrementaron febrilmente la imposición de una religión por bando real (¿); la creación del "santo oficio", que fue un tribunal de horror y crimen, despojándolos de sus creencias.

Es tiempo de un reencuentro con nuestro pasado precolombino. Es tiempo de quitar el velo del estigma; de abrir camino para la consolidación de una identidad. En la medida que vayamos volteando a ese mundo olvidado podremos valorar su grandeza. No pretendemos detener el tiempo o volver integralmente al pasado; vivamos nuestro presente que es el que nos tocó; ¡nutrámonos de la savia de esa civilización! para fortificar nuestro espíritu.

Para nadie es desconocida la actual situación por la que atraviesa el mundo; guerras que se desatan bajo cualquier pretexto: genocidios de inocentes; delirante obsesión de obtener bienes materiales a cualquier costo; destrucción del planeta con la guadaña de la esquizofrenia, crimen de lesa humanidad. Lo mencionado podrá sonar catastrofista; pero las evidencias no están mostrando lo contrario.

Resulta muy preocupante que los niños, adolescentes y jóvenes en esta era se están convirtiendo en generaciones robotizadas que han perdido el poder del asombro; que no se les inculca con mayor énfasis su inherente correlación con el entorno que nos rodea; la integración a un todo con el universo, con el cosmos, para no olvidar que somos materia cósmica; que les hagan meditar sobre el concepto del tránsito de sus vidas, que existen valores más sólidos que el materialismo que ahora abruma a la humanidad.

Nunca está por demás hacer estos señalamientos; no queremos más vivir en un mundo anárquico; llenos de angustia, de injusticias; como tampoco es la pretensión de erigirnos en profetas o guías. Sí manifestamos el deseo de una integración; materia - espíritu de nuestros hermanos del mundo; que es el camino para convivir en armonía y amor al prójimo. ¡EL EJEMPLO DE LA CIVILIZACIÓN NÁHUATL DEMOSTRÓ QUE ESTO ES FACTIBLE!

Nota final: No incluimos en esta disertación el fascinante mundo de su mitología. Esto será tema de otro trabajo.

D.R. ® Prof. Alberto A. Moreno C.

Junio de 1999

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