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   Así nació Cuba
por Carlos Manuel Estefanía
Director de la revista "Cuba Nuestra"
Estocolmo

Que los vikingos desembarcaran en el norte de América es una tesis de amplio reconocimiento; hasta José Martí, intelectual cubano del siglo XIX, habló de ella cuando reseñó para la prensa un libro que la predicaba. Menos popular es la sospecha de que los navegantes normandos viajaran más al sur, como afirmó, tras décadas de investigación, Jacques de Mahieu (1915-1989), antropólogo francés radicado en Argentina desde 1946 y director del Instituto de Ciencias del Hombre en Buenos Aires desde de 1968 hasta su muerte. Lo hizo en un libro titulado "El gran viaje del Dios del Sol. Los Vikingos en México y Perú". De Mahieu aseguró tener indicios de la existencia de mapas del nuevo mundo en Europa antes de la llegada de Colón. Otro tanto se afirma en el libro "1421, Año en que China descubrió el mundo". Su autor, Gavin Menzies, asegura haber encontrado en la biblioteca James Ford Bell, adjunta a la universidad de Minnesota, una antigua carta marina, elaborada en 1424 por el cartógrafo veneciano Zuane Pizzigano. En ella no sólo podían observarse partes de las costas de Africa y Europa, sino también en la parte occidental del Atlántico, un grupo de islas denominadas Satanzes, Antilia, Saya e Ymana. Estimulado por tan raro hallazgo, Menzies se entregó a una investigación que le llevó a la conclusión de que una expedición china, comandada por el almirante Zhou Wen, había explorado el Caribe, y probablemente visitó Cuba, unos tres años antes de la elaboración del mapa de Pizzigano.

Dejemos aquí, entrecomillada, esta sensacional tesis de un posible conocimiento temprano del nuevo mundo por parte de los europeos, ya fuere por los testimonios chinos, o quizás de los caballeros templarios (lo que también se ha elucubrado), y atengámonos a la más tradicional: la de que fueron los vikingos, y luego Cristóbal Colón, los primeros descubridores del nuevo mundo (pasando por alto a los llamados indios que ya la habitaban).

A Cuba, que es lo que más nos interesa, llegó Colón el 27 de octubre 1492, al anochecer, alcanzando la costa norte de la región que más tarde se llamaría Camagüey. Allí fondeó sus naves sin desembarcar. A la mañana siguiente tomó Colón rumbo oeste, llegando en pocas horas a un río caudaloso. Es allí donde tomó posesión, en nombre del Rey Fernando, de aquella tierra a la que daría el nombre nada bello de Juana.

Este hecho trascendental para los cubanos fue recogido por Colón en su diario de abordo, y para la posteridad compendiado en tercera persona por Fray Bartolomé de las Casas con las siguientes palabras:

Viernes, 26 de octubre

"Partió de allí para Cuba, porque por las señas que los indios le daban de la grandeza y del oro y perlas de ella, pensaba que era ella, conviene saber: Cipango (Japón para nosotros)."

Sábado 27 de octubre

"Levantó las anclas, salido el sol, de aquellas islas, que llamó las Islas de Arena por el poco fondo que tenían de la parte del sur hasta seis leguas. Anduvo ocho millas por hora hasta la una del día al sudsudoeste, y habría andado cuarenta millas, y hasta la noche andaría veintiocho millas al mismo camino, y antes de noche vieron tierra. Estuvieron la noche al reparo con mucha lluvia que llovió. Anduvieron el sábado hasta poner el sol diecisiete leguas al sudsudoeste."

Domingo 28 de octubre

"Fue allí en demanda de la isla de Cuba al sudsudoeste, a la tierra de ella más cercana, y entró por un río muy hermoso y muy sin peligro de bajas ni otros inconvenientes, y toda la costa anduvo por allí era muy hondo y muy limpio hasta tierra: tenía la boca de río doce brazas, y bien ancha para barloventear. Surgió dentro dice que a tiro de lombarda. Dice el almirante que nunca tan hermosa cosa vio, lleno de árboles, todo cercado el río, hermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno a su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente. Había gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras, de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las casas, la tierra muy llana. Saltó el almirante en la barca y fue a tierra, y llegó a dos casas que creyó ser de pescadores y que con temor se huyeron, en una de las cuales halló un perro que nunca ladró, y en ambas casas halló redes de hilo de palma y cordeles y anzuelo de cuerno y fisgas de hueso y otros aparejos de pescar y muchos fuegos dentro, y creyó que en cada una casa se juntan muchas personas. Mandó que no se tocase en cosa de todo ello, y así se hizo. La hierba era grande como en Andalucía por abril y mayo. Halló verdolagas muchas y bledos. Se tornó a la barca y anduvo por el río arriba un buen rato, y dice que era un placer ver aquellas verduras y arboledas, y de las aves que no podía dejarlas para volver. Dice que aquella isla es la más hermosa que ojos hayan visto..."

En carta a los reyes, fechada en la carabela, sobre las islas de Canaria, el 15 de febrero del año 1493, Colón asegura que cuando llegó a la Juana, y la halló tan grande que pensó que sería tierra firme, o sea, la provincia de Catay. Mas como no halló así villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas poblaciones, con cuyas gentes no podía comunicarse, porque todas huían, siguió adelante. Al cabo de muchas leguas, y visto que no había innovación, y que la costa le llevaba al septentrión, de adonde su voluntad era contraria, porque el invierno era ya encarnado, determinó no aguardar otro tiempo, y volvió atrás hasta un puerto, de adonde envió dos hombres por la tierra, para saber si había rey o grandes ciudades. Los emisarios del almirante anduvieron tres jornadas, hallaron sólo poblaciones pequeñas por lo cual se volvieron. Por los indios, que ya Colón tenía consigo, supo que aquella era una isla y continuó su viaje para descubrir la Española (Santo Domingo).

Cuenta el matancero Antonio José Valdés (1870-1850) en su libro "Historia de la isla de Cuba y en especial de La Habana" (1851) que en 1511 don Diego Colón propone la conquista de Cuba. Para ello se le dio el mando a Diego Velásquez, compañero del Cristóbal Colón en su segundo viaje a las Indias, dueño de una gran fortuna adquirida en La Española y reputado por su probidad y prudencia. Con poco más de trescientos hombres partiría Velásquez para posesionarse de Cuba. Allí se topó con la resistencia organizada por el primer exiliado conocido en nuestra historia, Hatuey, uno de los indios que, escapando de la conquista de la Española, se había refugiado en la isla mayor del Caribe.

Los españoles desembarcaron por el puerto de Palma, cerca de la punta de Maisí, donde fueron atacados por los seguidores de Hatuey. Batidos los indios y hecho prisionero su jefe, se le consideró como un esclavo levantado en armas contra su señor y fue condenado a las llamas.

Velázquez tardó tres años en pacificar la isla. Supo conjugar en su tarea la crueldad con la sabiduría política y militar. Casi no tuvo bajas y llegó a fundar siete poblados con el título de villas. Las ciudadelas prosperaron rápidamente por su magnetismo para atraer personas en busca de riqueza y acomodo.

En cuanto a los naturales, hay que reconocer que durante el tiempo de Velázquez apenas se notaron entre ellos alzamientos, fugas o suicidios, los cuales tendrían lugar masivamente tras la muerte del gobernador en 1524 y el arribo inmediato de su sucesor, Manuel de Rojas.

En el año 1512 había fundado Velázquez la primera villa española en la costa norte, en el territorio llamado Baracoa, y por algún tiempo funcionó como capital. En 1513, el gobernador dispuso que Pánfilo de Narváez y el licenciado Bartolomé de las Casas recorrieran y doblegaran el interior de la isla. Las Casas fue uno de nuestros primeros cronistas. Su defensa de los indios le convirtió no sólo en uno de los pilares del pensamiento humanista, sino también en uno de los nombres más mentados por los enemigos de España en Europa, a la hora de elaborar lo que los españoles denominan "la leyenda negra" sobre su país.

Vino Las Casas al nuevo mundo en el año 1502 con el grado de licenciado en leyes, y abrazaría la carrera eclesiástica durante su estancia en La Española. Se considera que llegó a Cuba entre 1511 y 1512, mandado a buscar por su amigo Diego Velázquez. Luego, cuando acompañó a Pánfilo de Narváez en su recorrido por la isla, habría de poner en juego su aguda inteligencia para suavizar los rigores de la conquista.

Al fundar Velázquez Trinidad, éste les entregó a Las Casas y a Pedro de Rentería el pueblo indio de Canarreo. Las Casas, como cualquier otro encomendero, puso a los indios a trabajar en las minas y labranzas, pero les dio mejor trato al usual. Más tarde comprendió el injusto proceder que tenían los colonizadores con los indígenas y renunció a la encomienda, y se marchó de Cuba para terminar intercediendo con el Rey por la liberación de los Indios.

El padre Las Casas escribió una obra monumental: "Historia de las Indias", inédita hasta el siglo pasado. En ella dedica párrafos a los indios de Cuba, sus tipos y costumbres. Dice de ellos que tenían "reyes y señores", los pueblos podían ser de 200 a 300 viviendas, que vivían pacíficos con todo lo necesario para la vida, que la comida era abundantísima, que sus bailes y cantares eran más suaves y mejor sonantes que los de otras islas. Sobre sus creencias religiosas, afirma el cronista que los hechiceros se comunicaban, tras ayunos, con demonios, y para ello pasaban de tres a cuatro meses sustentándose sólo con el zumo de hierbas.

Las Casas constata una diferencia de desarrollo cultural entre los taínos y los siboneyes, de la que, en su opinión, los primeros se aprovecharon para convertir en servidores a los segundos. Investigaciones posteriores hablan de los llamados naborías, personas que durante un período de su vida deberían servir a la comunidad, aunque en una edad posterior podrían pasar a otra condición: la de guerreros "baquias". Los primeros pobladores de la isla se establecieron hará unos 10,000 años, y provenían de la península de la Florida. Dominaban el fuego, tallaban la piedra del sílex y se dedicaban fundamentalmente a la recolección y la pesca. Unos 5,000 años después llegará otra corriente migratoria, en este caso procedente de Centro y Sudamérica. Era éste un grupo aún más o menos tan primitivo como el anterior. No trabajaba la piedra, pero en cambio elaboraban sus útiles trabajando las conchas marinas.

Una cultura más adelantada se asentaría para el año mil antes de nuestra era. Tenían mejores instrumentos de caza y trabajaban la madera, además de la piedra y la concha. Se cree que venían del la Florida.

Quinientos años más tarde se asentará la cultura más adelantada con la que se toparían los españoles. Eran estos taínos de los que nos habla Las Casas, parte de la familia arauaca de origen suramericano. Se dedicaban no sólo a la caza y la pesca, sino también a la agricultura, fundamentalmente de la yuca, el boniato, frijoles, calabaza, el maní, etc. Tejían hamacas de algodón y fueron buenos ceramistas. Fumaban tabaco como parte de sus rituales curativos y mágicos. Si los grupos anteriores habitaban fundamentalmente en cavernas, estos construían sus casas de madera de palma, techándolas con pencas, y podían ser de estructura circular "caney" o rectangular "bohío".

El personaje central de estas comunidades era el behique, el especialista en las ya complejas prácticas mágico-religiosas taínas. Se ha calculado que para 1510 la población del archipiélago cubano ascendía a unos 112,000 habitantes, de la que el 90% serían taínos, cifra que según los expertos cubanos disminuyó drásticamente con la colonización. Al denunciar las crueldades de la conquista, el sacerdote Las Casas escribió:

"Creció la crueldad inhumana que los nuestros usaban con las gentes de ella cada día más y más; los opresos indios viéndose cada día morir, comenzaron a huir de las minas y de los otros trabajos en que los mataban de pura hambre y continuo y excesivo trabajo. Los españoles, que para tenerlos siempre en servicio clavados no les faltaban medios y mañas, procuraron de por muchas maneras irlos a montear. Entre otras comenzaron a criar lebreles y perros bravos que los despedazaban (...) Viéndose infelices, aunque inocentes, que por ninguna parte podían remediar ni obviar a su perdición, ni de muerte y muertes dobladas tan ciertas y horrendas escaparse, acordaron de ahorrar al menos de la una, que por ser tan luenga tenían por más intolerable, y ésta era la vida que muriendo vivían amarga, por salir de la cual comenzáronse de ahorcar."

Pero no fue sólo la crueldad la que hizo desaparecer al indio cubano. Otros factores parecen haber influido. Por un lado, las enfermedades importadas de Europa y África para las que ellos no tenían defensas; por otro lado, la asimilación mediante el mestizaje. Hay que recordar que la mayoría de los colonizadores que llegaban a la isla eran hombres solos, y estos usaron sexualmente a la comunidad india sometida, cuyas mujeres, para colmo de incitación a la lujuria, andaban desnudas. Con la llegada de nuevos pobladores, estos mestizos habrían de irse ablancando o anegrando según fuera el caso.

Con tales descripciones podría creerse que todo lo aborigen fue aniquilado de un porrazo apenas iniciada la colonización. Así se nos repite del lado de los investigadores cubanos (Manuel Moreno y Eduardo Torres-Cuevas), pero podríamos matizar estos enfoques si tenemos en cuenta que en Yateras, por ejemplo, aún se encuentran familias con fisonomías taínas. Del lado de los historiadores españoles, como Humberto López Morales, se nos asegura otra cosa. Por ejemplo, que durante el primer siglo de la conquista los indios convivieron en número apreciable con los españoles en los poblados de Santa Ana, Guanarules, Jiguaní Arriba, Los Quemados, Cautillo, La Habana y Santiago de Cuba, ciudad que para 1682 poseía un 10 por ciento de población india. Se cree que los guanatahabeyes sobrevivieron en las regiones apartadas del occidente de Cuba hasta el siglo XVII. Por otra parte, se tienen noticias de cacicazgos de otros grupos que sobrevivieron hasta el siglo XIX. En un informe del obispo Cabezas que data de 1608, se hablaba de Guanabacoa como "pueblecillo de indios". Se ratifica su presencia abundante en Bayamo, Baracoa, y Puerto Príncipe.

Lo que sí parece haberse extinguido rápido fue la lengua Tahía, la cual para 1560 parece que ya no era hablada por los indios, quienes utilizaban el español como medio de comunicación.

A la llegada de los españoles a Cuba, los indios distinguían nominalmente aquella tierra, dividida por ellos en las regiones de: Baracoa, Bayaquitiri, Macaca, Bayamo, Camagüey, Jagua, Habana y Haniguanica, todas gobernadas por sus respectivos caciques.

En el año 1514, cuando ya la isla es bien conocida, salvo en la parte más occidental, la del Cabo de San Antonio, Velázquez dispone el establecimiento de las cinco villas: dos en la parte sur que nombró Santiago y Trinidad, y tres en el centro de la isla: Bayamo, Puerto Príncipe y Sancti Spiritu. Seguidamente, se fundó la villa de San Juan de los Remedios en la parte norte, y el 25 de julio de 1515 la de San Cristóbal de La Habana, en la costa sur, en las inmediaciones de Batabanó. Esta última se trasladaría en el año 1519 al puerto de Cárdenas en la banda norte, lugar menos inhóspito y favorable para el comercio y la guerra.

La ventajosa situación de Cuba contribuyó a que fuesen sus pobladores quienes descubrieran y conquistaran nuevas tierras para la corona, como Campeche y Nueva España (México), encomendada por Velázquez a uno de sus secretarios, Hernán Cortés.

Con la colonización de Cuba, no sólo se inició la explotación minera de los indios, sino también la llegada de esclavos negros. A ellos alude Velázquez en carta dirigida a la Corona el primero de agosto de 1515.

"Si desto V. A. fuese servido, ha de mandar a los oficiales de la Española que les envíen los maestros que han servido en las obras que se han hecho por allí por V. A., é dos pares de bueyes con sus carretas, é doce negros que saben bien servir a las obras, é con esto se podrá hacer a poca costa. También será menester alguna artillería."

La primera licencia para la introducción de esclavos en Cuba fue dada por el rey Carlos en el año 1517, y aunque las leyes estatuyeron tempranamente que únicamente de Angola, Guinea y Cabo Verde podían ser llevados esclavos negros a las indias, los antropólogos cubanos constataron la presencia en Cuba de representantes de todas las etnias que pueblan las regiones intertropicales de la costa occidental de África.

La codicia negrera hizo crecer la población de origen africano en la isla. Para 1774, ésta constituía el 43% de la población. Entre los años 1817 y 1855, ésta llegó a sobrepasar el 50 por ciento de la población, proporción que sólo se reduciría a partir de 1858, cuando las personas llamadas de color conformaban el 47,8 por ciento de la población, iniciándose una tendencia que en 1899 ubica a los negros como una proporción del 32.1%.

De la mezcla y convivencia del indio arauaco sometido, el negro esclavizado, de un europeo fundamentalmente español y posteriormente de un asiático desarraigado (para 1862 podían contarse en Cuba más de 60,000 chinos procedentes de Shanghai y Cantón), de indios yucatecos, y hasta de escandinavos, esa comunidad se convirtió en lo que hoy denominamos pueblo cubano. Una comunidad sobre cuyos orígenes y mala vida ha reflexionado el antropólogo Fernando Ortiz en su libro "Los negros brujos", editado por primera vez en Cuba en 1906.

Ortiz recuerda que los primeros colonizadores llegaron a la isla como aventureros, un puñado de audaces andaluces y castellanos que tras ocho siglos de guerras incesantes, expulsados los árabes y judíos, sobraron como soldados, imposibilitados de adquirir nuevas tierras a golpes de lanzas. Con ellos venía además un clero belicoso de intransigencia exacerbada en la lucha contra los infieles. El hecho de que la navegación entre España y América fuera monopolizada por el puerto de Sevilla hasta 1720 y después por Cádiz hasta 1764 hizo que llegaran a Cuba solamente los españoles del sur, quienes, a decir de Ortiz, tenían un carácter más impulsivo y un afán de lucro inmediato en mayor grado que los del norte, avezados en el trabajo sedentario tras siglos de vida pacifica. Fueron ellos los que sometieron a los indios y los que introdujeron el trabajo esclavo, costumbre tomada de los árabes, también los que formaron muchos de los caracteres de nuestra psicología. Del mismo modo, los negros trajeron los caracteres psíquicos de las comarcas de donde fueron arrebatados: algunos eran agricultores pacíficos, otros guerreros indómitos.

Los blancos pronto se vieron divididos entre cubanos y españoles que no tardaron en tratarse como enemigos. El blanco nativo, especialmente el intelectual, vio que las autoridades frenaban sus energías creativas, no quedándole otro camino que el de la conspiración.

Fuentes:

Cristóbal Colón, "Diario de abordo" (transcrito por Bartolomé de las Casas), Ediciones Amaya, Madrid, 1985.
Antonio J Valdés, "Historia de la isla de Cuba y en especial de La Habana", Comisión Cubana de la UNESCO, La Habana, 1964.
Hortensia Pichardo, "Documentos para la historia de Cuba", Tomo 1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1964.
Fray Bartolomé de las Casas, "Historia de las Indias", Fondo de Cultura Económica, México, 1859, Tomo I.
Fernando Ortiz, "Los negros brujos", Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1995, página 22.
Humberto López Morales, "La aventura del español en América", Espasa Calpe, Madrid, 1998.
Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola Vega, "Historia de Cuba 1492-1898", Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2001.
Manuel Moreno Fraginals, "Cuba-España, España-Cuba, historia común", Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1995.
Gavin Menzies, "1421 The Year China Discovered the World", Bantam Books, London, 2003.
Jacques de Mahieu, "Vikingatågen i Sydameryka", Ameris, Lidköping 1999.

Recursos en Internet:

Sobre Colón y el descubrimiento de Cuba

http://www.uv.es/~fores/TxTCristobalColon.html

http://www.guije.com/post/historia/p01/

Palabras Taínas

http://www.jmarcano.com/mipais/historia/terminos/taino_c.html

Réplica y comentarios al autor: carlosm_estefania@hotmail.com

Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.




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