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   Dilemas de la ciencia latinoamericana

Está claro que América Latina como región se está retrasando en aspectos de ciencia y tecnología. Esta situación tiene causas muy complejas, pero su medición a veces es difícil. Partiendo de la base que la productividad científica es la presencia de individuos con ideas altamente influyentes, me llevó a una duda interesante: preguntarnos sobre cuántos científicos realmente altamente citados a nivel internacional según el Institute for Scientific Information (ISI), que es el encargado de hacer las estadísticas de ciencia a nivel internacional, tenemos en América Latina. (Para más detalles sobre este criterio de "altamente citado", por favor consulte el sitio de internet www.thompsonisi.com). El número de citas a publicaciones de un científico es considerado como una medida de la influencia de su trabajo en la comunidad científica mundial.

Buscando por país encuentro los siguientes científicos "altamente citados" en América Latina:

Nombre

Institución

País

Categoría

Phillips, Mark M.

Las Campanas Observatory

Chile

Space Sciences

Suntzeff, Nicholas B.

National Optical Astronomy Observatory

Chile

Space Sciences

Kelly, Rafael

CICESE

México

Engineering

Rodríguez, Luis F.

Universidad Nacional Autónoma de México

México

Space Sciences

Singh, Ravi P.

CIMMYT International Maize and Wheat Improvement Center

México

Agricultural Sciences

De Nucci, Gilberto

Universidade de São Paulo

Brazil

Pharmacology

Stolfi, Jorge

University of Campinas

Brazil

Computer Science

Vargaftig, B. Boris

Universidade de São Paulo

Brazil

Pharmacology

Como se ve en el cuadro, existen un total de 8. Para los otros países el resultado fue cero.

Con fines comparativos, encuentro 160 científicos en Canadá en esta categoría. No solo en América Latina hay muy pocos científicos "altamente citados", sino que muchos de ellos trabajan en áreas que poco tienen que ver con tener los pies en la tierra. En Canadá, una cantidad importante de los científicos altamente citados pertenece a las ciencias agrícolas y la ingeniería. Además, seguramente algunos de estos científicos de Chile y México deben realmente ser descontados, porque pertenecen a instituciones internacionales, y probablemente su formación tiene poco que ver con el país donde se ubica su centro de investigación. Además, seguramente tienen poca influencia en la formación de recursos humanos en cada país.

La conclusión es que Canadá, con una población mucho mas pequeña que América Latina, tiene muchos más científicos influyentes. Canadá pesa en estos términos 20 veces más que toda América Latina. Por otro lado, los canadienses "altamente citados" se dedican en una proporción mucho mayor a cosas aparentemente mas útiles para el desarrollo de su país.

China es otro caso interesante. No solamente nos está ganando en todo lo referente a la manufactura, sino que en ciencia sus avances son notables. China tiene 18 científicos "altamente citados", y algunos de ellos están afiliados a empresas.

No es que yo pretenda que todos los científicos se dediquen a las ciencias aplicadas, pero parece que esto de fugarnos de la tierra en América Latina no tenemos parangón. Las consecuencias, considero, son y serán siendo desastrosas para nuestros países y sus economías.

Desgraciadamente como muestran estas estadísticas y cualquier otra que se use, América Latina pesa muy poco en la ciencia internacional. Si los escasos recursos se utilizan anárquicamente en áreas que aparentemente son importantes desde el punto de vista de la visión individual (muy frecuentemente ególatra) de los científicos que quieran solamente emular la gran ciencia de los países desarrollados, sin considerar las necesidades de desarrollo nacional, seguiremos sin dar pie con bola en este aspecto. Creo que lograr competir en producción de ciencia básica con los países desarrollados es imposible por razones históricas y económicas, y seguramente éste sería un objetivo inadecuado.

Es un hecho insoslayable que en América Latina los políticos tienden a considerar las necesidades de desarrollo científico y tecnológico como una de las últimas, y consideran que es gasto más que una inversión. Además, el gasto es caótico, irracional y crónicamente insuficiente. El establecimiento de prioridades nacionales de ciencia y tecnología es algo que por ser una fuente potencial de conflicto con una comunidad pequeña pero de con gran capacidad "vocal", es dejado de lado como algo políticamente costoso y poco redituable frente a necesidades más apremiantes.

No cabe duda que en el aspecto de ciencia somos países inmaduros. Nuestra inmadurez se puede medir de modos muy diversos. Entre ellos, la inconsciencia de la importancia de la ciencia y la tecnología por parte de las elites políticas y muchas veces debido al egoísmo y hasta la ceguera de las propias elites científicas sobre la necesidad de orientar selectivamente y activamente el desarrollo científico y tecnológico hacia fines relacionados con el desarrollo nacional. Esto no es más que otra evidencia, quizás la más importante de este lamentable hecho. Es preciso decir que en todos los países que tienen un desarrollo científico y tecnológico importante, estos planes existen, y se han pensado e implementado desde hace muchos años políticas específicas para aumentar su competitividad como países mediante políticas adecuadas. La idea de que el laissez faire sería la mejor estrategia pública en ciencia queda desmentida en los hechos.

Es mucho lo que debemos hacer como sociedad para remediar esta situación. El desarrollo de políticas públicas que den un apoyo más selectivo y cuantioso hacia grupos y organizaciones eficaces con real potencial para producir ciencia y tecnología dirigida hacia cierto número de objetivos de interés nacional claramente identificados sería un buen punto de partida. Otra posibilidad es reforzar mucho más las vinculaciones reales entre el sector productivo y el académico. Esas iniciativas no deben imponerse a la comunidad científica, sino ser reguladas mediante estímulos (becas, apoyo para proyectos, exenciones fiscales y apoyo a proyectos) dirigidos al bien público. En ocasiones esto se llama ética. Yo lo llamaría responsabilidad inteligente.

(*) Genetista, experto en estadística y analista social independiente. Profesor de la UNAM.

Réplica y comentarios al autor: hmontal2_s@hotmail.com




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