A partir del 18 y hasta el día 22 de Marzo, la ciudad de Monterrey será la sede del foro mundial para la Financiación del Desarrollo, en donde se reunirán los presidentes y primeros ministros de diversos países que representan el espectro general de los niveles de desarrollo en el mundo.
Esta reunión es la continuación de muchas otras que han provocado mucha controversia entre las organizaciones no gubernamentales que se oponen abiertamente a los acuerdos de globalización irracional.
Los liberales mexicanos reconocemos la importancia de estos encuentros, si de ellos resultan acciones que beneficien a nuestro país. No se trata de ser sólo cordiales anfitriones.
El secretario de Relaciones Exteriores, afirmó este domingo que la Cumbre de Monterrey que inició este lunes, congregará a más de 60 jefes de Estado y de Gobierno, quienes están comprometidos con el proceso de combate a la pobreza.
El canciller afirmó que la Cumbre sobre la Financiación para el Desarrollo, organizada por la ONU "es una etapa de un proceso de gran importancia que seguirá con otros encuentros mundiales y que se inició con la Cumbre del Milenio, en la que hace un par de años 147 jefes de Estado se comprometieron en reducir a la mitad la pobreza mundial en el 2015".
Así, la Cumbre de Monterrey tiene como objetivo, según se desprende del documento final que firmarán los presidentes, impulsar la liberalización del comercio como motor del desarrollo. Sin embargo, las circunstancias de marginación en los países con mayor pobreza, nos obliga a considerar no sólo el libre tránsito de mercancías y capitales, sino la necesidad de priorizar el libre flujo de las personas y sus derechos. Debemos tener muy presente que el factor generador de la riqueza en cualquier parte del mundo es y seguirá siendo el trabajo.
A la reunión mundial están asistiendo, entre otros, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, el francés Jacques Chirac, el italiano Silvio Berlusconi, el español José María Aznar, Eduardo Duhalde de Argentina y Andrés Pastrana de Colombia.
La expectativa generada por estos eventos involucra a intereses generalmente encontrados, por un lado, los países industrializados que pretenden mantener un sistema de privilegios que les garantice más ventajas de las que ya tienen y por el otro ángulo, las naciones con niveles brutalmente insuficientes de desarrollo que buscan incorporar algún tipo de ventajas, para hacer de la convivencia entre las naciones una práctica equitativa.
Desde 1991, las propuestas de estos foros llenan las páginas de los principales periódicos y noticiarios alrededor del mundo; sin embargo, después de cada reunión de estos capitanes del neoliberalismo, el mundo sigue igual o peor, la pobreza se incrementa y los dos mil millones de personas que no viven, sobreviven, con el equivalente a menos de 10 pesos mexicanos diarios en la pobreza extrema, en lugar de reducir, aumentan día tras día.
De acuerdo con cifras del Banco Mundial, los activos combinados de las tres personas más ricas del mundo, son superiores al Producto Nacional de las 48 naciones menos desarrolladas y que sólo cinco mil grandes empresarios determinan la actividad financiera de todo el planeta. Debemos de reconocer que una de las doctrinas que más daño han causado al liberalismo así, sin prefijos ni adjetivos, es y ha sido sin duda el neoliberalismo; sin embargo, una verdad universal nos enseña que las cosas caen por su propio peso y lo que está pasando en Argentina es sólo la crónica de una muerte necesaria. En efecto, esa corriente de pensamiento económico auspiciada en la década de los 80 por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que contagió a muchas naciones del orbe, hoy se está transformando en un post-neoliberalismo que actúa como un cancerígeno capaz de provocar una escalada mundial de estallidos sociales de consecuencias incalculables.
La discusión de temas en esta Conferencia del Financiamiento para el Desarrollo que se realiza en Monterrey, que bien pueden formar parte de una agenda liberal -conste, que no neoliberal-, como los riesgos de la democracia frente a la globalización, sistemas financieros que eliminen la especulación y aseguren la igualdad de oportunidades y de desarrollo, desregulación de mercados, impulso a las políticas de participación ciudadana, control social del medio ambiente, defensa y universalización de los derechos humanos y diversas formas que aseguren la distribución de la riqueza, constituyen una verdadera esperanza para el futuro de nuestros pueblos y de nuestros hijos.
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