Es difícil hablar de un tema tan polémico como la situación actual de Latinoamérica. Es difícil ser objetivo cuando tanto dolor atraviesa a todo el continente. La historia de esta parte del mundo está marcada por grandes picos, así como profundos valles. Y la última parte del siglo XX y el inicio del siglo XXI, la codicia y la vanidad han sido los principales actores tanto en la política como en los principales sectores del poder económico. La última parte del siglo estuvo signada por la implementación, en casi todos los países de la región, de políticas de neto corte neoliberal, que han fracasado estruendosamente, sumiendo a la mayoría de la población en condiciones infrahumanas, y las únicas variables que han logrado aumentar son la de la desigualdad y la marginalidad, sumado a eso un sideral aumento de las deudas externas. Todo esto, con el aval de los organismos financieros internacionales, que vienen de fracaso en fracaso al aplicar las tradicionales recetas de ajustes en varias partes del globo.
Rusia y los "tigres asiáticos" han demostrado sobradamente la miopía para enfrentar las crisis económicas de los principales "gurúes" financieros de occidente. La crisis de la deuda tiene un origen netamente ilegal. Irresponsablemente, los países desarrollados prestaron miles de millones a gobiernos de facto, que ascendieron al poder a sangre y fuego, dejando una situación desastrosa tras su abandono del poder. Siempre se menciona a Chile como excepción a esta regla, pero el abismo social chileno representa claramente el camino que el resto de los países están recorriendo. Una minúscula clase social enriquecida y una enorme mayoría sumida en la más absoluta miseria. La movilidad social, que caracterizó a países como Argentina, es hoy una idea del pasado. Lentamente y de la mano de gobiernos corruptos y consecuentes con las presiones de los países más ricos, las conquistas sociales van desapareciendo. Y los estados fueron reducidos a minúsculas expresiones, con la única actividad de apagar los incendios sociales producto de ajustes salvajes que recaen sobre los sectores más empobrecidos.
La debacle social de la región no tiene precedentes y es sólo comparable con la situación que hoy día vive África, en donde la vida humana es el valor que menos cotiza. La voracidad de los acreedores está llevando a la inviabilidad de las democracias locales, que han nacido jaqueadas por el poder económico; que simplemente busca multiplicar sus ganancias al infinito, sin importarle los enormes costos sociales que esto está provocando en toda la región.
Creo, que una de las posibles vías de salida de esta encerrona, es denunciar la hipocresía de los países poderosos y de los organismos económicos internacionales, que recomiendan políticas tan crueles, que ni ellos mismos aplican. La formación de un sólido bloque local para enfrentar a quienes sólo pretenden saquear a Latinoamérica, es el primer paso para lograr un desarrollo homogéneo y sustentable en la región.
Buenos Aires, Argentina.
Alcide Nikopol
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