Hace un par de días recordé una de aquellas pláticas que solía tener con una gran amiga, en la cual nos encontrábamos sentados frente a la playa disfrutando de las olas y de una agradable luna llena; ahí nos pusimos a imaginar los pros y los contras que se generarían en caso de presentarse una tercera guerra mundial tal y como lo pronosticara Nostradamus. De antemano le comenté que eso era inimaginable. ¿Quién querría desatar tal situación? ¿Quién estaría en condiciones para asumir el costo de una guerra en estos momentos? Ciertamente me dijo que nadie, pero que sin duda alguna tarde o temprano se desataría debido a que las discriminaciones y desigualdades sociales y económicas se han ido incrementando en las últimas décadas a nivel mundial; a esto habría que añadirle la lucha por el poder económico y militar que siempre han ambicionado las naciones que rigen la actividad económica.
A dos años de aquella plática, ayer retomamos esa discusión y planteamos con base en la información disponible, el rumbo que podría tener en los próximos días esta inminente guerra sin cuartel. En tal conversación me cuestionaba cómo se podría entender el alto costo económico y social que arrojaría no sólo para las naciones en contienda sino para el mundo en general, frente a la extrema pobreza que se vive en varias regiones del mundo. Por ejemplo, me decía que según cálculos de organismos como la UNICEF y de Naciones Unidas, el costo de 3 portaaviones Nimitz bien podrían servir para alimentar y proporcionar remedios durante un año a todos los niños hambrientos y enfermos del mundo, los cuales están muriendo a un ritmo de 36 mil por día. Si esto no tiene respuesta le dije, entonces cómo entender que todo un grupo de naciones poderosas le declaren la guerra a un anónimo, a alguien por simples supuestos e indagaciones inconclusas, alguien que no tiene ni país ni bandera, un enemigo invisible sin fronteras y que está por doquier, un enemigo que frente a sus limitaciones fue capaz de poner en jaque al rey con la jugada más fácil de ajedrez: ataque al rey con peón. Así es, fue un ataque tan bien organizado que no hubo necesidad de armas tan impresionantes como las que tienen los norteamericanos. En este juego de ajedrez no ha sido necesario mas que puro peón. Con tan solo el uso de métodos ancestrales como ataques con bacterias, se ha puesto en jaque al rey nuevamente. En este juego de ajedrez, el rey y sus piezas importantes no se preocupan ya por saber cuándo será la próxima tirada, sino más bien en dónde será. Tal estrategia ha conseguido lo que nunca pudo hacer Kasparov, el famoso ajedrecista de fama mundial: "Crear para sus adversarios una guerra psicológica".
La tirada inicial en este juego de ajedrez fue hecha con la intención de hacer daño al centro de esa gran fortaleza de piezas; sus autores posiblemente nunca imaginaron poner de manifiesto la vulnerabilidad en la que se encuentra el adversario más poderoso del mundo de la forma en la que lo han hecho. Por el momento, el juego se ha venido desarrollando con el correr de los días, jugadas más, jugadas menos. Al momento aún no existen ganadores ni perdedores, por el contrario sería muy aventurado decir quién va al frente, por lo que habrá que esperar a que las piezas más importantes se muevan al son de los intereses y necesidades de los adversarios.
Ante estos cuestionamientos, le comentaba en tono de burla, que mientras los congresistas de los Estados Unidos se preocupan por encontrar un nuevo lugar en donde puedan llevar a cabo sus iniciativas y reformas, en nuestro país con o sin ántrax, los diputados y senadores no desquitan ni la mitad de su sueldo, por el contrario, están más preocupados que los norteamericanos ante cualquier ataque, pues es la única razón en estos momentos del porqué no asisten a las sesiones. ¿Acaso tienen miedo de que su curul esté infectado con ántrax?
Finalmente, antes de colgar el teléfono me cuestionaba sobre el papel en que habría que analizar a los Estados Unidos, como el mártir o como el verdugo de esta película, es decir, los EUA pese a que están brindando ayuda económica, no por eso se les debe dejar de cuestionar por las muertes de civiles en los constantes bombardeos que se han perpetrado en los últimos días sobre Afganistán. En fin, me dijo, esperemos que tal terror no se expanda por otras fronteras con eso de que el enemigo anda suelto. Bien podría estar en nuestra propia casa. ¿O no, señor Bush?
Réplica y comentarios al autor: noepaz_cruz@hotmail.com
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