La crisis actual en Palestina - Israel, con su río de masacres y destrucción, pareciera extremadamente compleja y casi imposible de resolver.
Sin embargo, durante los ocho años anteriores a que volviera a escalar el conflicto, palestinos e israelíes vivieron un proceso de paz que le faltaba muy poco para concluir. En Camp David, en el año 2000, y en presencia del expresidente estadounidense Bill Clinton, el gobierno de Ehud Barak quiso imponer una negociación de estatuto final en la que la entidad palestina existiría en cuatro pequeños territorios aislados entre sí, rodeados por todas partes de territorio israelí. Yaser Arafat rechazó esa solución, la que, de hecho, ningún dirigente palestino que quisiera el respeto de su pueblo podía aceptar. El fracaso de Camp David asestó un golpe de muerte al proceso de paz iniciado en Oslo en 1994.
Ariel Sharon sintió que había llegado su momento, y le fue fácil entonces provocar a los palestinos, paseándose por la plaza de las mezquitas en Jerusalén, el tercer lugar más sagrado del Islam. Ese día daría inicio una nueva rebelión popular palestina, la segunda Intifada. Pronto calló el gobierno de Barak y llegó Sharon al poder.
La administración estadounidense ha diseñado un par de planes para reprimir la ira de las calles palestinas y reunir a las partes frente a la mesa de negociaciones; pero ambos han fracasado. Lo único que logró calmar la Intifada anterior fue un proceso de paz con resultados tangibles. Ahora, sólo se puede esperar que se calme la rebelión con resultados tangibles en términos de las esperanzas nacionales del pueblo palestino, es decir la formación de un estado palestino independiente y viable, un estado basado en la totalidad de los territorios palestinos que Israel ocupó por vía de la fuerza en 1967: Cisjordania y Gaza.
Réplica y comentarios al autor: gconde@estud.colmex.mx
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