El principal problema que tiene hoy en día la economía colombiana es el desempleo. No existen suficientes organizaciones productivas y de servicios que impulsen el crecimiento y generen empleo. Todo parece indicar que esta situación será normal al menos durante la primera década del presente siglo.
En el pasado, el país se vio favorecido por la bonanza del café, el petróleo, las inversiones extranjeras, la inversión pública en infraestructura, la inversión privada en la modernización del aparato productivo, el ensanche de la industria nacional, el comercio que generó la apertura y la construcción masiva de vivienda. Pero hoy la situación es distinta; la violencia, la descomposición moral y ética, han corroído los distintos estamentos de la sociedad hasta afectar la confianza, generando desmoralización e incapacidad para atender el problema más preocupante del país: el crecimiento de la pobreza producto del acelerado desempleo. Las estadísticas sólo hacen referencia a tres millones de desempleados y no mencionan a los millones de compatriotas que viven bajo el subempleo o de la economía de la informalidad, ciudadanos que ganan menos de un salario básico y que no logran satisfacer las más elementales necesidades.
Lo cierto es que el sector privado está muy golpeado por la carga de impuestos y deudas contraídas en su mayoría con los bancos. El sector público arruinado por la peste de la corrupción y la incapacidad de la dirigencia política en la gestión de un buen gobierno. Los inversionistas extranjeros no quieren saber nada de Colombia, al menos hasta que supere sus aberrantes niveles de inseguridad. Los precios de nuestros productos de exportación están en el piso y los productores al borde de la quiebra.
El fenómeno de la corrupción en la administración del Estado y el sector privado constituye otro grave problema. La corrupción acentúa las desigualdades sociales y debilita la democracia. Al extenderse en la sociedad, distorsiona el funcionamiento del mercado libre, altera irremediablemente el sistema de incentivos y sanciones económicas, perjudica el aparato productivo. En el plano político es claro que la corrupción afecta las instituciones públicas y alimenta los argumentos de los grupos que están al margen de la ley. Ella, la corrupción genera pérdida de la confianza en el sistema político y económico. El propósito más importante del actual gobierno que encabeza el presidente colombiano Alvaro Uribe es combatir la corrupción para dejar sin argumentos a los alzados en armas, consolidar la democracia y fortalecer el Estado.
¿Cómo superamos estas situaciones y cuáles deben ser las estrategias a largo y corto plazo para mejorar la situación de los desempleados y eliminar la corrupción? Estas son las preguntas cuyas respuestas debemos buscar. La primera recomendación será organizar a la sociedad civil, participar a través de redes de solidaridad, fortalecer la presencia del estado en todo el territorio nacional y decretar medidas de alivio para los más pobres, además de recurrir a la solidaridad internacional. Es urgente que todos los colombianos contribuyamos a la búsqueda de soluciones.
Réplica y comentarios al autor: almipaz@latinmail.com
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