Cuando el presidente Chávez anuncio el resurgimiento del MBR-200 el 17 de diciembre (fecha de conmemoración de la muerte del Libertador) del año pasado, algunas lunas han transcurrido y muchos han sido los sinsabores que los venezolanos hemos probado. Ese mismo día se anunció la creación de los llamados "Círculos Bolivarianos". Estas agrupaciones, en síntesis, son organizaciones populares de carácter social que defienden, de una manera u otra, la gente común, como uno, de la desidia de la política y sus gestiones, en cada calle de cada pueblo y ciudad de Venezuela. Por lo menos, esa era la propaganda que acompañaba al producto...

Pero ya vemos que las técnicas de mercadotecnia están muy lejanas de la calidad de los productos que ofrecen, y como ocurre en casi todos los países latinoamericanos, lo que se promete no es lo que se compra. Los "Círculos Bolivarianos" terminaron siendo una copia de esas organizaciones que estructuró la dictadura de Fidel Castro para controlar a cada uno de los ciudadanos de aquella isla caribeña.

Después del 11 de abril de este año, estos círculos se han convertido en un sinónimo de penumbra que opaca la luz que nuestros antepasados nos legaron: LA LIBERTAD. La libertad para ser oficialista y oposición; la libertad para escoger el producto que uno desee; la libertad para apoyar cualquier idea, dentro del respeto democrático; en fin, nuestros antepasados, a través de su lucha, nos legaron el "poder de escoger".

Sin embargo, una cosa es lo que el gobierno dice, lo que uno lee en los periódicos, lo que uno escucha en la radio, y otra cosa es la realidad, especialmente cuando le tocan a uno en la puerta de su hogar. El pasado viernes 26 de abril, aprovechando mi ausencia, cuestión fácilmente detectable en la urbanización donde vivo en Puerto la Cruz Anzoategui, Venezuela, unos personajes tocaron la puerta de mi casa preguntando por mi persona. Mis hijas y su nana salieron a ver de quién se trataba y lo primero que visualizaron fue un carro blanco. Eran dos sujetos los que se habían bajado. Posteriormente, uno de los vecinos me comentó que en el carro venía un total de cinco personas. Estaban vestidos con pantalones de camuflaje y camisetas negras. Dejaron dicho que venían a practicar una "visita social" y se fueron sin decir más. Quince minutos después alguien llamó anónimamente preguntando por la salud de mis hijas.

Mejor ni les cuento lo que sucedió cuando la nana nos narró lo sucedido. Inmediatamente me comuniqué con mis amigos para pedir consejos y me dirigí a la policía a poner la denuncia. La policía tomó nota de los hechos, pero no me pudieron prometer nada porque según ellos no tienen recursos para patrullar, ni para atender las solicitudes de llamada, ni para visitar los domicilios debido a que no tienen vehículos. Me sugirieron que fuera a la fiscalía, pero ésta se encuentra virtualmente secuestrada por el gobierno.

En fin, de estos círculos bolivarianos sólo puedo decir que a raíz de su existencia, mi vida se ha convertido de cuadritos y en un círculo enrollado.

En Venezuela nada será igual desde el 11 de abril del 2002. Ignoro si habrán presos por los acontecimientos sucedidos. La corrupción y la impunidad son más fuertes que las instituciones mismas que los venezolanos decentes hemos construido por tantos años. Ya ni hablar de la economía. Todo está prácticamente paralizado y quien escribe, ingeniero de profesión, no ha visto movimiento en el sector de la construcción en más de un año. Sumemos a esto la situación política y militar, y nos encontramos con un paisaje desolador. Lo que nos queda a los venezolanos que resistimos estos avatares de nuestra historia contemporánea, es asumir una actitud muy parecida a la de aquellos que nos alumbraron el camino de la libertad.

Réplica y comentarios al autor: ramongranados@cantv.net