Un proyecto nacional no puede ser obra de académicos o caudillos, por ilustres e iluminados que puedan ser; ha de ser acción popular acorde con el espacio-tiempo-histórico que fija las características y expectativas de los pueblos.
Nosotros aspiramos a una sociedad en libertad creadora, en la cual la persona sienta la necesidad de la solidaridad y descubra el trabajo como colaboración. Consideramos que el hombre se realiza transformando la naturaleza a su medida, convirtiéndose en creador de cultura y belleza. La libertad crea seguridad. El estado totalitario crea temor e inseguridad, bloqueando la creatividad.
Se debe comprender que no se puede ejercer la libertad plena si cada persona que viva en sociedad no pueda hacerlo, y que toda sociedad, que se constituya partiendo de limitaciones de las libertades formales, desemboca inevitablemente en totalitarismo. Estas reflexiones iniciales, cuando se internalicen en cada ciudadano, provocarán que se quiebren las tentaciones y estructuras totalitarias.
Partiendo de estas premisas y reflexionando sobre nuestra historia, quizás podamos proyectarnos en un plan de trabajo que nos permita iniciar un proceso de consenso en planteamientos básicos que busque lograr la reconciliación necesaria para elaborar un proyecto nacional.
La República nace sin conciliar los conflictos surgidos en la larga confrontación independentista. La costra terca del coloniaje se consolida a consecuencia de la ocupación militar extranjera que en alianza con el poder colonial español, da validez jurídica a los despojos que éste, por la razón de la fuerza, impuso a los que participaban directa o indirectamente en la guerra frente al absolutismo. Desplazados los independentistas del poder económico y político, víctimas de la usurpación y el maridaje de los colaboradores del imperio declinante y del imperio ascendente, se crea un periodo de frustración nacional y conflictos aún no resueltos.
La labor constante de los que con fe en el destino nacional, en ocasiones mediante acción política, insurreccional o concientización social, lograron la conciliación necesaria para celebrar la Asamblea Nacional Constituyente que produjo la constitución de 1940, la cual estableció los fundamentos jurídicos para un orden institucional que permitiera al pueblo cubano realizar su destino, en un marco de convivencia democrática, con garantías objetivas y sustantivas básicas para el ejercicio de los derechos individuales y políticos, abriendo la posibilidad de concretar los derechos sociales mediante acción legal.
Este proceso conciliatorio del pueblo cubano es interrumpido el 10 de marzo de 1952 cuando un grupo de militares se apoderaron del poder político, iniciándose una fragmentación del pueblo que ha puesto en peligro su propia supervivencia y lo ha separado del proceso democratizador, nacido el momento mismo en que comenzó a tener conciencia de su existencia hace más de tres siglos.
Quebrado el régimen institucional, se inicia en efecto multiplicador el fraccionamiento de la sociedad cubana. Los que realizaron el golpe de estado, los que lo justificaron o simplemente lo admitieron como una realidad que había que no confrontar y se prestaron a brindarle colaboración. Frente a ellos dos, facciones beligerantes entre sí, los que consideraron la acción política como respuesta adecuada, y los que afirmaban que la única acción legítima era la acción insurreccional. Ésta a su vez se dividía por rivalidades, consideraciones tácticas, estratégicas, o simplemente por antecedentes personales en cuanto a la conducta política anterior de los que capitaneaban grupos o tendencias.
Al triunfo insurreccional en enero de 1959, un grupo se apodera del poder político marginando a los que no pertenecían o se incorporan al mismo. En consecuencia, el fraccionamiento nacional incrementa su dinámica disociadora. Nuevas facciones surgen: insurreccionales marginados, "contrarrevolucionarios", discrepantes de la acción política del grupo gobernante, y los que se incorporan por emotividad o por oportunismo al fidelismo. La sectarización continúa en las décadas siguientes: "Plattistas" y "No plattistas", los que entraron en conflicto con el actual régimen en la década del 60, o en las posteriores. Los que justifican al actual gobierno o se someten, los que se revelan o sencillamente abandonan la patria con carácter temporal o definitivo.
No hay pueblo más dividido quizás en el mundo; negarlo es afirmarse en el absurdo. Un pueblo fraccionado no puede tener un destino común. Esta situación que confrontamos los cubanos implica preguntas y afirmaciones inquietantes, haciendo necesario replantear todo el tema desde sus conceptos más simples y básicos.
¿Qué es ser cubano? La cubanía no está relacionada con la ubicación geográfica de la residencia. Se puede ser o no ser cubano encontrándose dentro o fuera del territorio nacional. La condición de cubano no está determinada por el lugar del nacimiento o el estado civil del sujeto. El que naciera en Cuba y hoy se encuentra integrado emocionalmente a la nueva sociedad en que reside, o el que se encuentra en el territorio nacional y anhela ubicarse en forma definitiva en otras tierras, ese no es cubano. Se es cubano por emoción o decisión razonada mediante lo cual se compromete a vincular su destino personal al destino del pueblo cubano.
Aceptando la definición expuesta en el párrafo anterior, una pregunta emana de la misma: ¿Podemos los cubanos tener un proyecto nacional? Sí, ello es posible; necesariamente hemos de indagar en nuestras realizaciones y constantes históricas, que pudieran ofrecer enseñanzas orientadoras para la realización del mismo.
Es necesario establecer condiciones para que todos los cubanos podamos participar en crear el futuro, y es evidente que la única alternativa viable es ir a la búsqueda de posibles consensos que nos permitan iniciar un amplio proceso de reconciliación nacional. La lucha fraticida y la injerencia extranjera es el trágico futuro, si unos y otros por la razón de la fuerza intentamos imponer nuestros proyectos, corriendo el grave riesgo de perecer como pueblo, considerando los peligros internos y externos que amenazan nuestro destino.
La reconciliación nacional no es ni puede ser filosofía o bandería política, mucho menos táctica o estrategia con el objetivo de controlar el poder del estado. Ella sólo es alcanzable mediante acción social, que responda como objetivo único a la integración de nuestro pueblo para autorealizarse. Consecuentemente, no puede haber exclusiones; sólo es posible la autoexclusión de aquellos que, respondiendo a sus razones personales, supediten los intereses nacionales a sus propias apetencias o resentimientos. Trabajar por ella es necesidad insoslayable, ya que corremos el riesgo de disgregarnos, convirtiéndonos en una y mil facciones, que cada día hará más difícil la comunicación y el quehacer común.
Comprendemos que la conducta social que creará las condiciones conducentes a iniciar el proceso de reconciliación nacional, requerirá voluntad y persistencia, ya que con el objeto de producir desorientación y desaliento, muchos han de ser los obstáculos y las presiones. Pero confiamos en que el interés nacional y la conciencia social que este difícil proceso histórico ha creado, anulará la acción desintegradora, y en consecuencia antinacional de los intereses particulares y extranjeros que pretenden imponernos sus agendas.
Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org
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