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   Imperialismo, 2003

Imperialismo, 2003: un año angosto entre la Guerra y los Tratados de Libre Comercio.

De 1789 a la actualidad, tránsito ocurrido desde el nacimiento y evolución de un mismo sistema, bajo las riendas directivas de una misma clase social, ha pasado mucha agua bajo el puente de una Historia que muy pocas sonrisas le ha propiciado al mundo, que arribará al año 2003, tercero del Tercer Milenio, entre la incertidumbre de una Guerra inminente contra Irak y la proyección económica de una anexión completa para las Américas, en medio de una recesión global.

Lo que ha venido ocurriendo es que, simplemente, en el marco del cumpleaños veinte del neoliberalismo, el sistema capitalista, devenido imperialismo acérrimo en unos pocos países, a la cabeza de los cuales marcha Estados Unidos, funciona cada vez más integrado e interdependiente, sensible en grado sumo a cualquier fallo humano de la burguesía dominante, antes autoproclamada salvadora de los pueblos y ahora extremadamente enriquecida y escasa de prestigio.

Ya hacia los años setenta, las pérdidas en las tasas de ganancia y en muchas ramas industriales advertían los peligros que acechaban a un sistema en crisis que pedía ser salvado a gritos, obviamente, a golpe de medidas drásticas de ajuste estructural. Se intentaba impulsar la economía capitalista en los países más ricos, en detrimento de los más pobres y subdesarrollados. En este sentido, se estimulaba la apertura de los mercados, la desregulación del Estado, la privatización de las empresas y los servicios estatales en un diseño de programas de ajuste, los Tratados de Libre Comercio, el sobreendeudamiento y la militarización, sinónimo todo esto del inicio de una nueva era de colonización económica, a la cual se lanzaban las economías cazadoras más fuertes, por intermedio de sujetos mundiales a su servicio como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio. El nuevo período histórico que caracterizaban las clásicas y desiguales relaciones entre el NORTE y el SUR, vería en sus entrañas el surgimiento de las políticas neoliberales, cuyo auge tienen lugar en las gestiones de Tatcher y Reagan, y que hoy han sido fielmente heredadas por Bush y sus aliados, en sus afanes guerreristas al más rancio estilo romano.

En este contexto ve la luz, como proyecto, el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en diciembre del año 1994, durante la llamada Cumbre de Las Américas de Miami, convocada por el Gobierno de Washington.

El tema del ALCA plantea sin dudas una polémica en torno a sus complejas disposiciones, por cuanto, más allá de cualquier intención integracionista, básicamente propone un proyecto de anexión económica de toda la franja latinoamericana a los Estados Unidos, saciando de esta manera sus ambiciones geoestratégicas en el enfrentamiento actual que impone el Mercado con sus competidores tradicionales de Europa y Asia.

Hijo del Tratado de Libre Comercio para Norteamérica (TLCAN), el ALCA viene a darse la mano también con el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica (TLCEU- CA) y el Plan Puebla Panamá (PPP), aún proyectos, y el vigente Plan Colombia, que más allá de instrumentar un saneamiento a la aguda situación sociopolítica que vive la región, la hace más extrema, si tenemos en cuenta que, inclusive, esta anexión se proyecta totalmente a espaldas de los pueblos latinoamericanos, no siendo sino hasta el año pasado que se dio a conocer un borrador con cientos de omisiones, a la luz pública.

El ALCA no viene a ser otra cosa que un componente de la tendencia contemporánea de la economía capitalista, de dominio de los más fuertes sobre los más débiles, en pos de una competencia cada vez más encarnizada y globalizada.

Todo debe estar listo para el año 2005.

No hay opciones integracionistas para América Latina y el Caribe, sino sometimiento, a partir del impulso dado por el llamado Consenso de Washington y la luz verde a la Acción Rápida que encamina la proyección de Tratados de Libre Comercio entre la superpotencia y las Naciones vecinas del continente, encontradas hoy bajo la misma encrucijada, ante la debilidad de sus economías, la pobreza y la deuda social y política acumulada durante años por los gobiernos ante sus pueblos.

En la marcha de las negociaciones sobre el ALCA, funcionan en la actualidad, una Secretaría Permanente y una Coordinación rotativa, con nueve mesas permanentes de trabajo:

  1. Agricultura.
  2. Compras del Sector Público.
  3. Inversiones.
  4. Acceso libre a Mercados.
  5. Subsidios.
  6. Servicios.
  7. Derechos de Propiedad Intelectual.
  8. Política de Competencia.
  9. Tribunal de Controversias.

Y nada sobre la protección de las Leyes Nacionales. Nada sobre políticas ambientales. Nada sobre la Devaluación y la Inflación. Nada sobre Reforma Agraria. Nada sobre pobreza y desempleo, la mujer o la niñez. Nada sobre la Deuda Externa, que multiplica pagos cada año.

Lo único que se viene a garantizar, en resumidas cuentas, es el flujo de beneficios del Sur hacia el Norte, en aras de contrarrestar los efectos de una aguda crisis que sacude al sistema e institucionalizar el nuevo proyecto de hegemonía yanqui en el siglo XXI y por tanto, reafirmar a Estados Unidos como la única e invencible superpotencia mundial, aunque sea sólo en apariencia.

Pero en otro sentido, el ALCA como conflicto, debe enfocarse de forma clara como una oportunidad para impulsar la verdadera integración, la Alianza Continental y Mundial objetiva, convocatoria que no sólo se abre en contra del tratado sino en contra del sistema en su integridad. Ya marchan los pueblos en este sentido.

Ya hay muestras patentes y movilizaciones verdaderamente revolucionarias para impedir que haya ALCA en América. La política de alianzas populares y de izquierdas ya comienza a dar frutos.

Cada vez con mayor fuerza son desenmascarados el capitalismo y su crisis. La especulación excesiva ha conllevado a que se desinfle el mercado de las acciones. Se multiplican la pobreza, el hambre y el desempleo, la contaminación ambiental, y no se observan soluciones. Como ha advertido Fidel Castro, las empresas monopolistas transnacionales representan la síntesis más perfecta, la expresión más desarrollada del capitalismo monopolista en esta fase de su crisis general.

En la interpretación de este fenómeno ha de avanzar el Proletariado Mundial buscando su reivindicación.

En estas condiciones es esperado el advenimiento del año 2003.

En la otra parte del mundo, una presunta guerra contra Irak se prepara en los interiores del Pentágono, en desacato a las más elementales normas proclamadas por la ONU. Ahora se insiste en la producción por aquél país de armas biológicas de exterminio masivo, desviadas a Siria provisionalmente, cuando ha dicho la ONU que no es así. La diplomacia norteamericana utiliza entonces métodos escandalizantes como el secuestro de informes del gobierno iraquí sobre el tema. Mientras tanto, se prevé una invasión preventiva, como siempre, a la vez que se colocan los ojos sobre un posible nuevo blanco: Corea.

Es de esta manera que se piensa comenzar la ejecución del presupuesto militar norteamericano para el 2003, cuando la mayor economía del mundo es sacudida por los impactos de su mismo desenfreno.

Ahora se ha anunciado que el Escudo Antimisiles se pondrá en marcha para el 2004. ¡Convocatoria a las armas!

Lo que sucede, sencillamente, es que se ha tomado el tema de la guerra para desviar la atención del mundo sobre el descalabro económico yanqui que lleva casi veinticuatro meses de recesión.

Es así como se recibe el tercer año del Tercer Milenio. Las banderas de la burguesía, otrora salvadora de los pueblos de un sistema feudal decadente, han caído. El capitalismo está en crisis. No disfracemos la realidad en la congratulación navideña.

El Proletariado Mundial ha de tomar las riendas de la humanidad. Es hora de salvar este mundo putrefacto, antes de que se haga totalmente insalvable. La convocatoria se abre.

¡Otra América es posible!

¡Otro mundo es posible!

Réplica y comentarios al autor: llody@fd.uo.edu.cu




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