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   Cuba. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Tercera parte.

Cuba. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y el inicio de un nuevo proceso. Tercera parte.

Manifiesto del directorio y su plan de acción.

En capítulos anteriores he comentado la violencia represiva del régimen establecido en 1952 por un grupo de militares y civiles que se apoderaron del poder, destruyendo el orden jurídico legitimo establecido, después de una larga y cruenta lucha social, creando las condiciones para el establecimiento del actual gobierno en Cuba.

Los dos grandes partidos del país con base social -el Partido Revolucionario Cubano (Autentico) y el Partido del Pueblo (ortodoxo)- quedaron desconcertados ante los acontecimientos. Las dirigencias de ambos partidos se enfrascaron en una lucha interna, escindiéndose entre electoralistas e insurreccionales. De sus bases surgían nuevas agrupaciones comprometidas con la acción insurreccional y exponían algunas posiciones programáticas. Muy pronto el Dr. Ramón Grau San Martín, fundador del autenticismo, abandona el partido y crea el Partido de la Cubanidad con fines electoralistas. Con estos mismos fines Carlos Márquez Sterling crea su partido electoralista incorporando elementos de la ortodoxia y de la vieja política, una vez que está un poco más avanzado el proceso.

El Partido Socialista Popular (Stalinistas), después del intento frustrado de aliarse con Batista, tal como lo hicieron en la década del treinta, se proyectaba por la movilización de masas y el rechazo a la violencia, proponiendo el restablecimiento de la Constitución de 1940, mientras incorporaba numerosos cuadros al llamado bloque obrero del PAU -partido del Gral. Batista-.

Los apristas recién habían refundado el Partido, el 22 de febrero de 1952. El asalto al poder los sorprende en sus primeras tareas organizativas, no obstante de inmediato se pronuncian frente al golpe de estado, ratifican los principios sustentados en el "Anti-imperialismo y el APRA" de Haya da la Torre, hacen suya la bandera de Emiliano Zapata proclamando que "la tierra es para quien la trabaja", tema explícito en su programa económico, demandando, además, la inmediata convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. La radicalidad del manifiesto tuvo poca influencia en los acontecimientos por ser un grupo minoritario, integrado fundamentalmente por jóvenes de las provincias de la Habana y de Oriente.

La Organización Autentica (OA), renacida en el autenticismo, ratificó el espíritu programático de los años treinta, enmarcado en un pensamiento socialista democrático, rememorando su posición protagónica de acción en la dramática década del 30.

La Triple A estaba integrada fundamentalmente por viejos revolucionarios, algunos jóvenes de origen universitario y un grupo de sindicalistas con ideología más definida, ubicada en la corriente de la izquierda democrática latinoamericana, liderada por el Profesor Aureliano Sánchez Arango, quien fuera líder del Ala Izquierda Estudiantil de la década del 30.

Posteriormente se crea el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) de un marcado nacionalismo latinoamericano y liderado por el Dr. Rafael García Barcena, profesor de la Universidad de La Habana y de la Escuela Superior de Guerra, ejerciendo por su prestigio y antecedentes influencia entre estudiantes universitarios y nuevos oficiales de las Fuerzas Armadas.

Otros grupos más o menos revolucionarios se fueron creando, pero no perduraban. La Sociedad de Amigos de la República pretendía lograr un consenso al efecto de restaurar el orden constitucional quebrantado por los grupos golpistas, acogidos por sectores empresariales vinculados a intereses políticos y económicos extranjeros. No obstante el origen social y político de los integrantes de la Sociedad y sus objetivos de conciliación y paz, en el primer gran acto público por ella organizado en la Plaza del Muelle de Luz del Puerto de La Habana, miles de personas, en forma masiva, a una sola voz, pronunciaron el grito: ¡Revolución! ¡Revolución! ¡Revolución! Grito que sorprendió a los organizadores y mostraba la única alternativa que ofrecían las nuevas generaciones.

Posteriormente del asalto al Cuartel Moncada comenzaron a circular manifiestos del Movimiento 26 de Julio con una posición social demócrata de centro y "La Historia me Absolverá", que pretende ser el alegato de defensa que expresó el Dr. Fidel Castro ante el tribunal que lo juzgaba por los hechos del Moncada. Sin embargo, éste ha sido modificado y ampliado en sus varias ediciones.

Es necesario considerar que los grupos golpistas y sus aliados tenían muy diversas motivaciones. Militares y ex-militares, que eran la mayoría, pretendían disfrutar de las prebendas de los viejos tiempos del anterior gobierno de Batista; los menos, comprometidos con una corriente nazi-fascista, otros sencillamente por el deseo del disfrute del ordeno y mando. Los civiles representantes de la vieja política pretendían recuperar sinecuras, ventajas y preeminencias; otros respondían a las mismas corrientes de pensamiento totalitario de los jóvenes oficiales golpistas del ejercito.

Si en los golpistas las actitudes éticas y pensamiento político eran diversos, los empresarios nacionales y extranjeros que material o moralmente apoyaron el golpe fueron más simples. Consideraban intolerable el avance social del movimiento obrero y aspiraban que los golpistas invalidarían a los sindicatos, respondiendo a sus vinculaciones económicas con Estados Unidos, conformadas en muchos casos antes de que se constituyera la República. De hecho eran parte de la estructura capitalista norteamericana y a esos intereses respondían.

Por último, la independencia que lograba el estado cubano y su proyección e influencia internacional creciente, confrontaba los intereses de la política del estado norteamericano en relación con Nuestra América.

La importancia que adquirió el Manifiesto del Directorio Revolucionario hay que evaluarlo en el contexto de los párrafos anteriores, y en la experiencia de la fase del proceso histórico que se inició el 10 de marzo de 1952, aún no concluido.

Los estudiantes y trabajadores que habían acordado constituir el Directorio como organización tenían como fin último no convertirse en aspirantes al poder, sino permanecer vigilantes para asegurar el cumplimiento de lo postulado y el mantenimiento de los principios durante el proceso del reencauzamiento nacional, respondiendo con este propósito al antecedente del Directorio Universitario de 1930.

La redacción del documento para dar a conocer a la opinión pública la constitución del Directorio Revolucionario y sus objetivos, estuvo encomendada al estudiante de filosofía Jorge Valls, joven que comenzaba a destacarse como poeta. Jorge Valls resumió el pensamiento de todos los que fueron ofreciendo sus aportes, logrando el consenso necesario. Al final, René Anillo, estudiante de Derecho, hizo la petición de que se agregara un acápite especial sobre el problema agrario, lo cual se acordó, aunque ya estaba implícito en la sección sobre economía. Los fundamentos de la Revolución Cubana se expresaron en forma general teniendo muy presente el pensamiento de Antonio Guiteras y Sandalio Junco.

Aprobado el manifiesto, se adoptaron otros acuerdos organizativos fundamentales: iniciar una campaña de reclutamiento para una militancia disciplinada. La sección obrera adujo que era indeseable y contraproducente crear un celulaje obrero desde fuera del medio sindical; pensaban que había que trabajar con los elementos sindicales en sus propios medios e instituciones, y a través de su propia problemática. Se acordó crear una mínima militancia provisional para labores de contacto.

En relación con los factores militares conspirativos, y a petición de éstos, se redactó un proyecto-programa para una posible acción de cambio de gobierno, considerándose el proceso dividido en tres tiempos:

1.- De lucha hasta el derrocamiento de Batista: requería la colaboración coordinada más estrecha sobre el compromiso de una absoluta recuperación democrática y de derecho que permitiera después la proyección particular propia de cada perspectiva y centro de intereses.

2.- Del gobierno provisional: donde todos los grupos participantes en el esfuerzo revolucionario tenían que permanecer unidos hasta la realización de un programa mínimo común, que pusiera a la sociedad nacional en pleno ejercicio legal, realizando los pasos necesarios para que no pudieran subvertir el orden que se constituyera en factores nacionales o extranjeros, económicos, políticos o militares; ni impedir el encauzamiento republicano en sus tres categorías fundamentales recogidas desde el siglo XIX: libertad política, independencia económica y justicia social. Este gobierno provisional no podría tener una duración mayor de 18 meses a dos años.

3.- Al fin del interregno, con plenas garantías en una normativa legal, las distintas corrientes del país se reorganizarían u organizarían en respectivos partidos para una participación plenamente democrática y constantemente renovable en la vida republicana. Para ese horizonte se contemplaba que los revolucionarios más radicales podrían constituirse en una fuerza política internamente renovable que recogiera los elementos generacionales y las naturales germinaciones del pensamiento social, con una capacidad de orientación nacional que durara más allá del instante inmediato y del periodo provisional de gobierno.

El proyecto-programa fue redactado, entregado a los contactos de la conspiración militar y aceptado. Sustentados en dichos acuerdos, continuarían trabajando las dos partes: la civil y la militar.

El 24 de febrero de 1956, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, José Antonio Echevarria, Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria, leyó el documento, o carta de proclamación del Directorio Revolucionario llamando a todos los estratos sociales a la recuperación de la República, planteándose en el mismo un esquema social correspondiente a lo que solía llamarse "República de equilibrio de clases".

Por esos tiempos el Partido Comunista (PSP) se dirigió al Directorio solicitando conversaciones y acaso una posible coordinación de esfuerzos. Se plantearon dos razones en el Directorio para negarse:

1.- El Partido Comunista comprometido con la dictadura de Stalin, no podría considerarse interesado realmente en un recuperación democrática; por otra parte, considerándose socialistas los integrantes del Directorio, repudiaban el diseño del "capitalismo de estado" impuesto en la URSS, y decididamente inaplicable en Cuba por los caracteres típicos de nuestro desarrollo.

2.- El Partido Comunista Cubano había aceptado la mediación con Machado y traicionado la huelga revolucionaria de agosto de 1933. Después había confrontado al gobierno nacionalista y anti-imperialista de Grau y Guiteras; y aliados a Batista, Mendieta, los elementos políticos más reaccionarios del país y la cancillería norteamericana provocaron la caída del gobierno revolucionario.

Vistas ya las constantes ideológicas que motivaron y determinaron el imperativo de la respuesta a la violencia de la dictadura con la violencia popular, y la relativización de la misma por los factores externos que influyeron en los acontecimientos, comprenderemos el presente que sufre el pueblo cubano y los riesgos amenazantes de su futuro.

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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