La primera acción armada cívico-militar para derrocar el régimen del dictador Fulgencio Batista.
El proceso revolucionario cubano presenta una constante que resulta de interés estudiar para comprender la historia nacional y poder prever en sus parámetros generales el futuro inmediato: La relación de las fuerzas armadas profesionales en los movimientos de acción popular.
Antonio Guiteras, en su acción insurreccional contra el dictador Gerardo Machado en la década del 30, asaltó el cuartel del ejército en San Luis, Prov. de Oriente. Este hecho y su vinculación con la Marina de Guerra, fue antecedente y referencia permanente, siempre viva en los que se enfrentaban al dictador Fulgencio Batista. La acción armada frente a la dictadura establecida por el golpe de estado se inició de inmediato por los más variados sectores sociales y políticos del país. A modo de referencia recordemos los que más conmovieron a la opinión publica:
Rafael García Barcenas pretendió ocupar la más importante base militar del país en 1953, con las milicias vinculadas al Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y militares comprometidos que rechazaban el asalto al poder del 10 de marzo de 1952.
Posteriormente, Fidel Castro, miembro del Partido Ortodoxo en esa época, con un grupo de jóvenes de diferentes procedencias políticas o de ninguna, identificados como la generación del centenario -haciendo referencia al centenario del nacimiento de José Martí- atacaron infructuosamente los cuarteles de Bayámo y el Moncada en la provincia de Oriente.
El asalto al Palacio Presidencial en La Habana, el cual fue parcialmente ocupado por guerrillas urbanas del Directorio Revolucionario y la Organización Autentica, constituyó la acción militar más audaz del proceso y que Fidel cuestionó públicamente. El asalto al cuartel Goycuria en la Provincia de Matanzas por las milicias de la Organización Auténtica fue singularmente sangriento por la brutal represión que desató la dictadura. Ocurrió entonces la sublevación de la Marina de Guerra en la base naval más importante del país en la Ciudad de Cienfuegos, ocupando la base y la ciudad con la colaboración de civiles de diversos sectores y solidaridad de otros sectores militares, efectuándose durante tres días los combates más violentos y sangrientos frente a la dictadura.
El proceso culmina con el golpe militar que derroca a Batista, dirigido por el Gral. Eulogio Cantillo, el cual había establecido relación con Fidel Castro. Las organizaciones insurreccionales, inclusive la que dirigía el Dr. Fidel Castro, y el pueblo en general, impiden que la junta militar y el gobierno que emanaba de la misma se consolidara.
He creído importante hacer referencias a esta sucesión de hechos al objeto de interpretar el inmediato pasado, el presente y la proyección para un futuro. Por tal motivo, aprovecho el aniversario 50º del intento de ocupar Columbia -base que real y simbólicamente representaba el poder militar en Cuba- por el Movimiento Nacional Revolucionario liderado por el profesor Rafael García Barcena, quien fuera profesor de la Universidad de La Habana y de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas de la República. Asimismo, me refiero al movimiento político por él creado, y a las corrientes que lo determinaban.
Para comprender el proceso político cubano a través del siglo XX vale tratar de identificar, a través del mismo, el desarrollo de un pensamiento que llamamos social-revolucionario, el cual implica tanto la afirmación del independentismo martiano que viene del siglo XIX hasta el proceso de reivindicación de las grandes mayorías asalariadas o campesinas que constituyó el gran esfuerzo de construcción social y jurídica del siglo XX (México, Europa, China y, por supuesto, Cuba, lugares todos éstos donde la reivindicación social estuvo acompañada por procesos de subversión insurreccional).
El avatar revolucionario cubano -lucha contra Machado/revolución del treinta/gobiernos "auténticos"- llega a constituir una posición política consecuente que se expresa básicamente por los partidos "Auténtico" y "Ortodoxo", cuyos conflictos internos y realizaciones concretas expresan el desarrollo de un estado democrático realmente soberano, independiente y capaz de instrumentar un serio programa de desarrollo social, así como una definida proyección iberoamericanista y universal en su política exterior. Si es cierto que hay grandes lagunas y deficiencias en este intento acelerado de gestión colectiva, no lo es menos que la conciencia nacional avanza hacia una mucho más ambiciosa concepción de la realización histórica y de la estructuración interna.
Todo este proceso se ve interrumpido y desconcertado por el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, que, dentro del contexto nacional en que se estaba viviendo, resultaba sorprendente e inexplicable. Nada podía justificar la brusca y absurda interrupción del ritmo institucional, ni siquiera el aventurerismo de un caudillito, cuya trascendencia histórica estaba mucho más cabalmente asegurada. Era inevitable inferir que la sola presencia activa de fuerzas exógenas antinacionales, obrantes con una proyección ajena a nuestros intereses, podía haber precipitado un desmoronamiento de la organización nacional, cuyas consecuencias estamos todavía padeciendo.
Lo absurdo del golpe conmovió hasta lo más profundo del alma nacional. La vocación bélico-heroica trasmitida a través de tantas generaciones y la acumulación de frustraciones del esfuerzo nacional engendraron la oposición al régimen de Batista: el proceso más ferozmente contradictorio vivido en el país desde la conquista en el siglo XVI.
De la intrínseca violencia de este proceso y de la extrema polarización de sus contradicciones se produce, bajo la denominación antinómica de castrismo/anticastrismo, la crisis nacional más profunda que hemos vivido, donde se implican prácticamente todos los factores y posiciones ideológicas que se mueven en el seno de nuestra civilización y el mundo. No se trata sólo de la internacionalización en el drama cubano, sino del debate último sobre la búsqueda de la verdad. En este contexto nada fácil de discernir, juega un papel especial e indudablemente determinante, en muchos aspectos, la figura de Rafael García Bárcenas, a la vez protagonista activo de los procesos más radicales de la conmoción nacional de 1927, 1930, 1933 y 1952-53; además de ser la figura intelectual cubana de más alto y definido calibre filosófico del siglo.
Por una parte, Rafael García Bárcena es uno de los líderes universitarios que se proyectan desde el primer Directorio Estudiantil de 1927 y luego el de 1930; tomó parte activa en la definición revolucionaria del gobierno de los ciento veinte días de Grau-Guiteras; participa dramáticamente en la polémica que escinde el gran partido revolucionario fundado en 1936 en "auténticos" y "ortodoxos", y luego de producido el desafortunado golpe de marzo del 52, efectúa el primer paso insurreccional contra el gobierno de Batista en el intento de acción cívico-militar del 4 de abril de 1953 ("del Domingo de Resurrección"), y funda el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), primera seria definición ideológica revolucionaria del período.
Por otra, el pensador que ya ha dado obras fundamentales a la literatura como "Sed" y el "Responso Heroico" y, sobre todo, a la filosofía con "Estructura de la Estructura", saca a la luz, en el año de 1956, la obra más importante de la producción filosófica cubana y una de las más calibradas en el mundo en el siglo XX (a pesar de su poca difusión). El "Redescubrimiento de Dios" significa el salto cualitativo para trascender el positivismo que orientaba el pensamiento nacional desde el magisterio de Enrique José Varona.
Precisamente esta síntesis formidable entre el líder revolucionario, el político y el conspirador en los momentos más graves y definitorios del proceso nacional, y del intelectual poeta y filósofo, tantas veces premio nacional, en ambos casos con una posición radicalmente trascendental, hace de Rafael García Bárcena la figura revolucionaria más original en todo sentido de su época. No es el caudillo, ni el político afortunado que toma el poder y cambia la historia, ni es el héroe que muere por una bandera sólo emocionalmente definida, es el gran trabajador teórico y práctico, que se plantea el problema más grave: ¿Qué hago yo aquí en este momento? ¿Por qué y para qué? Da tanto una respuesta política que define una posición entre un abanico de proposiciones diferentes, algunas radicalmente opuestas, y aporta un texto filosófico -razonamiento fundamental- que sustancia una posición también radicalmente diferenciada de los horizontes materialistas, ya marxistas, ya pragmatistas, ya meramente positivistas, sobre las que pretendía apoyarse el pensamiento de la época.
Este profundo radicalismo y revolucionarismo de Rafael García Bárcena, en pensamiento tanto como en acción, tiene que pagarlo trágicamente con la inexorable maceración de su propia vida. Vive siempre en una pobreza cercana a la necesidad. Su honestidad sin alarde obliga a la reverencia. Como si eso fuera poco, el gesto político de 1953 le cuesta prisión y espantosas torturas y apaleamientos que dejan su salud mortalmente lesionada.
Al llegar a 1959, cuando es designado por el nuevo gobierno embajador en el Brasil. Una nueva angustia se apodera de su alma. De nuevo tiene que plantearse el ser o no ser en la decisión trascendental. Inmediatamente, su nombre aparece tironeado por las fuerzas extremas aún no bien definidas que forcejean dentro del nuevo orden recién establecido. Pero ya el maestro y hombre de acción no puede más, y muere en mucho víctima de los maltratos de toda índole sufridos durante su incansable vida.
Su vida, pensamiento y acción influyeron determinadamente en las dos generaciones que asistieron a su parábola: la de 1930 y la de 1955. El manifiesto del Directorio Revolucionario de 1955 fue consultado con él y puesto en sus manos antes que en ninguna otra. Tal vez ahora su vida y obra tengan más significado que nunca, cuando tanto el pensamiento y la acción, para el mundo del siglo XXI, necesitan replantearse en sus realidades fundamentales y responderse al acertijo del ¿qué hacer? con la decisión más profundamente substantivada.
Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org
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