Después del desmoronamiento del bloque "comunista" de Europa del Este, el gobierno cubano continúa obcecado en no tolerar los cambios que extirpen la modorra paternalista y opresiva en la isla, y vitupera la necesidad de reformas en el país, ajustadas a la nueva correlación de fuerzas globales que imponen una metamorfosis de los actos presentes, nutriéndose con la experiencia del pasado y la percepción del porvenir. Sin embargo, para que prolifere la ideación, así como la disposición auténtica que permitan se inserte, a Cuba y los cubanos, en el mundo de hoy, tenemos que tener en cuenta aspectos como la importancia de las importaciones para la economía del país.
No es benéfico, a mediano y largo plazo, que continúe el caciquismo en la isla y en el "exilio". Prerrogativa que ni el régimen, ni la oposición se pueden dar, pues el país está vinculado -directa o indirectamente- a la geopolítica del acontecer general. Para bien o para mal, ante la globalización, es cardinal que los cubanos busquen con responsabilidad las causas de la ruina y los traumatismos que eclipsan la vida nacional. Desafiar el futuro es esencial, y hay que aceptar con humildad que no hay "nada tan estúpido como vencer; la verdadera gloria está en convencer".
Por más de cuarenta años, los cubanos han sufrido el abarrotamiento de sus restringidas esperanzas, que se han enardecido por las promesas. Al final se han descuajaringado ante un esclerótico gobierno absolutista y la inmoralidad de los llamados "patriotas". Ambos definitivamente están "incubando" el embrión de una futura anarquía. El pueblo cubano sufre con estoicismo los sistemáticos fracasos económicos y políticos; constantes errores y postergaciones de resultados en lo social, así como nuevos ofrecimientos que sólo acrecientan el escepticismo y el desengaño. Fidel Castro no es el único culpable.
Cada día es menos sostenible la situación en Cuba, que deteriora de sobremanera a la nación y distorsiona los hábitos del coexistir. Quién sabe si la generalidad espera del gobierno o de los "amigos del norte" un milagro quimérico. ¡Imperdonable yerro!
¿Cómo será la inserción de Cuba -en lo económico, político y social- en el orden internacional, después de una transición democrática? Ésta y otras interrogantes por el momento no tienen respuesta. Porque no hay un proyecto coherente en la isla y en el "exilio" que tenga una argumentación unificada, y proteja la verdad, además de que facilite comedidamente la defensa e integridad moral de la nación y de su soberanía.
Sin perjuicio hay que salvar a la Patria. En tal sentido, vale la pena meditar sobre lo que con respeto y franqueza expone el doctor Juan Antonio Blanco: "La visión totalitaria del socialismo y el estilo unipersonal de gobierno de Fidel Castro son hoy -mucho más que cualquier posible acción estadounidense contra Cuba- los principales peligros a la seguridad nacional cubana. Sin embargo, es a la clase política cubana, a sus intelectuales y al pueblo en general a los que correspondería -antes que a nadie- ponerle coto definitivo y así salvar al país. Es necesario hacerlo antes de que sus erráticas y a menudo unilaterales acciones conduzcan a todos a un desastre de dimensiones desconocidas. Otro futuro mejor todavía es posible y el pueblo cubano lo merece".
¿Cuándo la "Revolución Socialista" -dirigida por Fidel Castro- y los cubanos todos renunciarán a su enclaustramiento, ostracismo y adhesión al discurso bizantino? ¿Cuándo asumirá la comunidad cubana, como prioridad, acciones concretas en bien de la Patria?
Algunos, en el "exilio" y en la isla, tienen avidez de que exista democracia en Cuba, pero esperan que sea con la ayuda "desinteresada" de los marines estadounidenses. Con su actitud están demostrando cobardía e incapacidad para resolver -pacíficamente- el problema entre compatriotas. ¡Los cubanos que han demostrado talante, sin verborrea tienen la respuesta!
Inevitable es la transición hacia la democracia -sin renunciar a los logros en materia de ciencia, educación y salud-, y todos los compatriotas, sin excepción, tienen el desafío de propiciarlo: con ansias de paz, inspiración creadora, pureza de intención, orden, método, y percepción; sin olvidar los eventos internacionales con vitalidad y sabiduría. Esto, en último análisis, evitará que prevalezcan en Cuba las penas, celos, odios y traiciones. Del mismo modo, los nacionales tienen que sobrellevar las inevitables contrariedades de la transición con intelección acertada, justicia insobornable, dignidad, y autodeterminación para lograr una transición con dirección y control, concediendo libertades dentro de la disciplina y la ley, construyendo una infraestructura eficaz, que fortalezca la recuperación económica, política y social. Ésta debe ser la proyección al futuro; otro enfoque llevaría a Cuba y los cubanos a un nuevo e irreversible fracaso.
Los dirigentes políticos, sindicalistas, humanistas, medios de comunicación (como Radio Martí), etc. -en el "exilio" y en Cuba-, tienen el deber, ante la historia y el mundo, de terminar con los embaucamientos y embrollos; por su culpa las cosas han ido de mal a peor; y hoy día, el paciente tiene un pronóstico crítico. El egoísmo de unos pocos, por más de cuarenta años, ha arruinado al país y dejado como secuela un pueblo prisionero de un impúdico sistema que lo afrenta. Hay que admitir las equivocaciones con valor, y rectificar el rumbo con decoro.
Réplica y comentarios al autor: pia@reymoreno.net.co
http://www.geocities.com/perindepalter/
|