Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Anna Lindh, la actual ministra sueca del exterior, de una manera un tanto simpática. Sin embargo, jamás pensé tener de ella noticias como las de hoy, empañadas por la tragedia.
La vi por primera vez cuando yo trabajaba como mentor y encargado de relaciones públicas en la agencia de educación para adultos Kunskapslyftet en el 2000. Resulta que había una junta con mujeres extranjeras en la Casa del Pueblo de Hallunda, en el municipio de Botkyrka donde vivo. Acordamos en el trabajo usar la oportunidad para hacer promoción entre las presentes sobre los cursos que ofrecíamos. Así fue: estabamos con nuestras informaciones cuando descubrí entre las inmigrantes una simpática y pequeña suequita a la que me acerqué e insistí en que se incorporara a nuestros cursos, pidiéndole hasta su dirección personal para mandarle más datos sobre los mismos. Ella, gentil y delicadamente, declinó la oferta. Luego, al marcharse, mi colega Ingemar no hacía más que festejar el humor con el que yo había tratado de convencer para que tomara nuestros cursos, nada más y nada menos, a quien en ese entonces era, además de ministra de exteriores, la responsable de los temas de la democracia (si mal no recuerdo), Anna Lindh. Por supuesto que le seguí la corriente. ¿Cómo reconocer que había desconocido a una de las personas más importantes de la política sueca? Así puede ocurrir cuando aparece alguien en un contexto inesperado, sobre todo si sólo le conoces por los medios de comunicación.
Que me perdonen mis profesores de ateísmo, pero tengo la certeza (un tanto supersticiosa) de que los miércoles son días malos. Éste confirma esa creencia. Hoy, mientras compartía en el sótano del restaurante Mango, como cada miércoles, con los activistas por el euro, me enteré que la habían apuñalado en el pecho, el brazo y el hígado. El atentado ocurrió a las 4:30 de la tarde, mientras la ministra hacía compras en las tiendas de NK en el centro de Estocolmo. Como aquella tarde en la que le hablé, no llevaba guardaespaldas, precisamente ella, la abanderada de la internacionalización de Suecia, esa frágil y pequeña mujer, quien en ese momento los necesitaba mas que nadie. Lindh tuvo total conciencia de la agresión, trato de evitar las puñaladas con el brazo, y se le escuchó gritar: "¡Dios, este hombre me ha cortado el vientre!". La ministra fue operada de urgencia en el hospital Karolinska de esta capital.
Lindh era una de las piezas fundamentales de la campaña por el "sí" al euro. No dudo que ésa haya sido la causa de la agresión. Contra el euro están los extremistas de izquierda y de la derecha. Esto puede explicar lo ocurrido.
Lo cierto es que el Primer Ministro ha dado instrucciones de parar la campaña a favor del euro. Lo mismo se orientó a los activistas reunidos en el Mango. El euro parece haber ganado su primer mártir y esto puede ser determinante para que se conozca quiénes son sus enemigos. Nada igual pasaba desde los tiempos de la muerte de Palme. Suecia está desconsolada.
Desgraciadamente, Anna Lindh, no logró sobrevivir al atentado. Murió al amanecer del jueves 11 de septiembre. Dos niños quedan huérfanos de madre.
Y el euro fue derrotado.
Derrota del euro, derrota de un sueño
¿Quién perdió? El idealista que creía en la colaboración, en la solidaridad mundial, traspasando fronteras, superando monedas, como esa mártir, que encarnó lo mejor de Suecia bajo el nombre simple de Anna Lindh.
¿Quién perdió? El joven estudioso y emprendedor, cuyos sueños frena una generación atornillada a sus puestos, que le cierra puertas y duda de su talento, de su conocimiento, porque en el fondo le teme a su competencia mayor.
¿Quién perdió? El inmigrante que apostó por el euro, para disolver en el acercamiento económico y monetario a los "cabezas negras" de Europa, la muralla de humo tras la cual la xenofobia escandinava maquina, segrega, discrimina y hace de las suyas contra el que parece distinto, por su piel, su nombre, su habla.
¿Quién perdió? El obrero bueno que quiere tener un mercado amplio de trabajo, que no le importa que otros ganen mucho si él gana bien y tiene más opción de empleo.
¿Quién perdió? El empresario arriesgado, el que lo deja todo, familia, vida y energía en el impulso de la economía y el comercio; ése sin quien el obrero no es nada, como nada es él sin el obrero.
¿Quién perdió? La mujer independiente, la que no le teme al puesto que le relegó su sexo; la que cree en un mundo lleno de posibilidades; la que quiere probarse sin lástimas, ni subsidios.
¿Quién ganó? El racista que no quiere ver caída su empalizada, ni compartir un trozo de pan y algo de libertad con quienes más lo necesitan.
¿Quién ganó? El comunista que vive de la pobreza, anunciando la liberación de ella, que necesita del aislamiento, el desempleo y la marginación permanente de una clase; el que maneja con destreza la envidia hacia el que triunfa y hace de la negativa una opción de vida.
¿Quién ganó? El agricultor ineficiente que espera por el subsidio estatal, y el proteccionismo antes que mejorar su cosecha; el que no quiere competir, ni que le compren, y menos barato, a los que en el tercer mundo se rompen aún mas el lomo, y tienen mas vacío el estómago.
¿Quién ganó? Un amplio sector del grupo de sudamericanos emigrado, el más cegado por viejos esquemas leninistas, que encuentra por primera vez, retardando la historia, la forma de castigar a la Europa que le dejó sin nombre, que le negó su lengua.
¿Quién ganó? La mujer que odia al hombre y que reproduce, en sus relaciones íntimas con otro o su propio sexo, las cualidades más negativas del "machismo"; la que fingiendo luchar por la indiscutible igualdad de los géneros, mata el amor y oculta, bajo el nombre de feminismo, su vocación castrante, su utilización de los hijos, el odio y el miedo a quien debía ser su compañero preferido: el hombre.
¿Quién ganó? El funcionario que trabaja mal y que de todos modos succiona del impuesto hasta la ultima gota, y que no quiere ver disminuir por razones de eficiencia económica la gallina de los huevos de oro: el estado que parasita.
¿Por qué ganaron?
Porque por falta de valor, el Primer Ministro, permitiendo la fragmentación del un gobierno, dio a quienes votaron por él, la precisa impresión de un endeble liderazgo que los pueblos germanos no perdonan.
Porque a la muerte de Anna Lindh se dio la orden de paralizar las campañas, permitiendo, por indolencia, que el asesinato lograra un efecto contraproducente que no debió tener lugar.
Porque la prensa tardó en difundir la carta de amenaza recibida por la ministra asesinada.
Porque la policía, teniendo la imagen del presunto criminal, no la difundió sin retoques hasta que no terminó la elección. Porque teniendo su sangre, su gorro y uno de los sistemas de control social más sofisticados del mundo, de manera asombrosa, hasta el 16 de septiembre, dos días después del referéndum y a seis de la muerte de Lindh, no le arrestó.
Pero no hay que perder la esperanza. La arrogancia del "no" tarde o temprano se vendrá abajo: porque nadie ríe tras el referéndum; porque la corona, un día después de la funesta elección, se va al piso; porque la posición económica de Suecia con relación al mundo seguirá cayendo en picada; porque los comunistas engreídos por su victoria seguirían tomando calles, creando conflictos y azuzando el odio entre quien trabaja y administra; porque, del otro lado, los nazis seguirán asesinando, y los extranjeros protestando; porque las enemigas de la masculinidad seguirán colocando en crisis a la pareja humana, viendo a otras mujeres que luchan honestamente por la igualdad, como la buena madre de Lindh; porque Suecia no aguantará más; porque la democracia, siendo la mejor manera de gobierno no es perfecta; porque, en definitiva, la unión del mundo (y el euro es un paso hacia ella) es el destino de todos los humanos, incluidos los que conforman lo más noble del pueblo sueco.
Réplica y comentarios al autor: estefaniaulet@hotmail.com
Para consultar otros documentos sobre el tema visite la revista Cuba Nuestra.
|