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   La droga en Colombia

La droga sigue siendo el principal azote de la humanidad. Aún así, hoy tiene dos características sustanciales y distintas a otras epidemias que han sacudido en el pasado a civilizaciones enteras. Por un lado, hay quienes muestran interés en consumirlas por placer, status o por el deseo irrefrenable de evasión. Por otro lado, es alarmante que a cambio de ser atacada estimula los mercados y eleve las ventas, convirtiéndola en uno de los negocios más aberrantes y rentables en el planeta.

Hay pruebas que confirman la existencia de profundas causas culturales y psíquicas, que han hecho que pueblos de todas las épocas y culturas se sientan con el deseo de consumir alucinógenos. Pero no con el deseo de auto eliminarse como podría ocurrir si el temible mal no es superado.

Las comunidades científicas y la mayoría de organismos internacionales que luchan en defensa de la salud, como la ONU (Junta Internacional de lucha contra el consumo de estupefacientes), claman que la legalización de la droga debe ser rechazada por considerar que ella representa una amenaza global, y para la dignidad humana.

La influencia de la droga ilícita, no sólo es una amenaza desde el punto de vista de la salubridad, sino también en lo económico y moral, puesto que los empresarios de la droga a través de su demoledor poder económico financian todo tipo de actividades inmorales y desestabilizadoras de todo orden democrático.

A pesar de que la lucha global contra el narcotráfico ha sido un fracaso, las estadísticas confirman que cada día hay más adictos y consumidores de estupefacientes en el mundo. No ha sido suficiente la carga moral y la criminalización de la misma. Se han dilapidado cuantiosos recursos económicos en la lucha frontal contra el trafico de la droga, que podrían haberse invertido en educación y formación ciudadana en el mundo.

Estamos hablando de una peste, que consume gigantescas cantidades de dólares en la lucha por su erradicación, que consume y arroja en el vacío las enormes cantidades de dinero invertidas por los mismos usuarios. Y que sus posibles utilidades se usan en actividades ilegales que van desde la financiación de antros destinados a la comercialización del cuerpo, hasta la financiación de grupos insurgentes desestabilizadores en los países del tercer mundo.

La droga ilegal es una actividad gregaria que ha convertido la ley en simple papel, que produce más muertos que las mismas guerras civiles registradas en América Latina como resultado de la sobredosis y el triste cuadro de cárceles que apestan con detenidos como producto de la droga.

Una peor amenaza se ha iniciado, gracias el Congreso de los Estados Unidos, en su afán de afectar el cultivo de las plantas que son la materia prima para la producción de alucinógenos a gran escala, ya que acaba de aprobar y obligar a las autoridades colombianas a fumigar a gran escala las selvas y los parques forestales con glifosfato, un feroz veneno, que no sólo atenta contra las plantas, sino también contra todo tipo de vida; lo que es peor, con el beneplácito del gobierno que no ve los daños, ni le preocupa que la nación termine convertida en un desierto y su población exterminada por la acción de los aviones y helicópteros "made in USA" que desde lo alto siembran la muerte del campo, del campesino y de los indígenas que habitan estas regiones.

La droga está ahí. ¿Es imaginable una sociedad sin drogas? ¿Tendremos que vivir con ellas? Son interrogantes que se formulan todos los preocupados por el problema. Ahora bien, si es posible procurar que ellas generen menos daño, si logramos una vigorosa actitud moral en los más jóvenes, si se promueve la construcción de proyectos de vida sin droga, si se logra una mayor participación de la juventud en los espacios de la cultura sana, si se amplia la democracia hacia la convivencia ciudadana... La prohibición no es suficiente y aunque estamos de acuerdo con la existencia de severas sanciones, éstas deben aplicarse primordialmente a los capos del narcotráfico, los que han convertido al país en el reino de la ilegalidad y la impunidad.

Fumigar el campo, las selvas y las reservas forestales no contribuye a eliminar el mal, y por el contrario aumenta el sufrimiento de la sociedad colombiana, amenazada por la subversión, el paramilitarismo, la peste de la politiquería y la corrupción: los aliados naturales del negocio de la droga.

Réplica y comentarios al autor: almipaz@latinmail.com




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